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El guardia de la reina

Tema en 'Fantásticos, C. Ficción, terror, aventura, intriga' comenzado por Luciano21, 31 de Octubre de 2016. Respuestas: 0 | Visitas: 1099

  1. Luciano21

    Luciano21 Poeta recién llegado

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    Hombre
    El guardia de la reina*

    Yo fui soldado del ejército inglés, ¿me pueden creer? Bueno quizás ahora si lo hagan, pero luego que lleguen al final de estas líneas me preguntaran si no estoy en un neuropsiquiatrico por un estado psicótico o algo así. Oh si, dos rondas en Iraq y una en Afganistán. Mi madre odiaba todo en lo que respectaba a mi estilo de vida y la verdad es que no la puedo culpar. Pero saben que, la parte más bizarra es que el mayor terror que experimente no fue en unos de esos mugrosos lugares en medio oriente, no, este tuvo lugar en el mismo centro de la “civilización” europea, Londres.
    Después de haber terminado con mi última ronda en Afganistán fui condecorado por el ejército. Aparentemente sobrevivir a la lucha contra el régimen Talibán en las montañas mientras te cagas de hambre y en tus pantalones es razón suficiente como para como para ser honorado por tus camaradas. No me puedo quejar, me ofrecieron un lugar como parte de la Guardia de Su Majestad la Reina Isabel II. No sé qué tanto sabrán pero aquí en Inglaterra es muy buen rollo todo eso de ser el guardia de la Su Majestad. Y lo odiaba. Estaba permanentemente estancado en un lugar en frente de edificios, inmóviles mientras unos chillones turistas chinos trataban de hacerme reír. Yo anhelaba más que nada en mi vida en ese entonces destrozarle la cara a unos de esos impetuosos e irme a unas de esas cuevas en Kabul donde me sentiría más a gusto; pero por el honor que conllevaba la posición y la felicidad de mi madre no podía permitirlo. Ojala hubiese continuado así, siendo solo el rostro de un chinito lo peor que haya tenido que enfrentar.
    Allí estaba yo, estacionado en el puesto en los patios de la Torre de Londres unos pocos turnos por semana. Los turnos suelen ser de 2 a 3 horas dependiendo de cuantas personas estén trabajando ese día. Les debo decir, como se imaginaran, que ese trabajo se hace aburrido bastante rápido. Personas borrachas que tratan de molestarte, turistas molestos que creen que son los primeros en tratar de hacerte reír mientras tú te aguantas estoicamente allí sin más. Pero era un trabajo y se pagaba bien así que me tragaba mi orgullo y lo hacía.
    Ahora va el asunto de esta historia. Fue este día del 2012 que empezó tan aburrido como cualquier otro. Unos turistas Franceses (son los peores) trataron de meterse conmigo, luego lo hicieron unas rusas que no estaban mal. Empezaba a hacer calor y el casco emplumando me empezaba a quemar el cráneo cuando un gran grupo de turista se presentó. Deberían ir con ese el guía poliglota que les indicaba que no nos molestasen. Fotitos, risitas y el grupo se empezó a disiparse; todos excepto uno. Había una mujer parada ahí en el fondo como otros “graciosos” haciéndome mímica. Era atractiva, en sus cuarentas, con un pelo largo y lacio hasta la cintura y un poco pálida, lo que me hizo pensar que era inglesa.
    Después de que el grupo se fue ella seguía allí, inmóvil, como disociada (algo que he visto en mis múltiples viajes en medio oriente). Luego de unas horas empecé a sentirme incomodo, cosa que no es común. Ella seguía allí, luego de cientos de turistas que pasaron y me impedían verla, ella seguía allí, como un árbol añejo al que uno acostumbra ver, mirándome. La gente ha hecho miles de cosas para tratar inútilmente de obtener de mi alguna reacción pero esta mujer no fue una de ellas. El día se hizo bastante caluroso y ella continuaba allí, inerte, sin reír ni sudar. Treinta minutos después, cuando se sublimó todo tumulto, ella se me acerco. “Acá vamos, el desenlace del chiste” pensaba a medida que esa mujer hacia cada paso meticulosamente idéntico al anterior. Sus tacos hacían resonar las piedras insipientes al césped reclamando un eco tras de mí. Se paró en seco a dos pasos de mí. Miraba fijo a mis ojos. Giró mecánicamente su cabeza hacia la izquierda, luego hacia la derecha y nuevamente a posición central en lo que consideré un gran esfuerzo actoral para hacerme reír. Aún allí, a dos pasos, se inclinó como Michael Jackson hacia mí. Realmente impresionante, si no hubiese estado en el trabajo le hubiese dado un aplauso, pues no solo realizo semejante acto sino que dejaba su rostro en semejante ángulo que seguía haciendo contacto visual directo. Ahí fue cuando lo cerró con broche de oro: con la punta de sus entaconados pies los empezó a mover como hormigas; se acercó milímetro a milímetro hacia mi rostro llevándole no menos de 10 minutos a punto de tocar mi mentón con su nariz, llevando su cuello a una inclinación anatómicamente impensable.
    Con mi rostro todavía firme en posición pero mi atención totalmente secuestrada seguí haciendo contacto visual para demostrar ausencia de toda intimidación. O al menos esa era la idea cuando esa frágil mujer cuarentona, de tacones negros y cabello largo empezó a sacudir lentamente el rostro, como si tuviese ese frío de cuando sales de la pileta y el fresco sopla fuerte. Entonces, hizo algo que me hizo cagar hasta las patas.
    Estoy acostumbrado a que la gente me grite, insulte e incluso me abofetee pero lo que ella hacia carecía de toda experiencia previa salvo que las películas de terror clase B cuenten como experiencia. Estaba allí, sola, durante todo ese tiempo, en una posición inconcebible para mentes ordinarias, sacudiendo su cabeza como si fuese un juguete u abriendo su boca como si fuera a gritar furiosa que me alejase de allí: pero nada salió. Nada. Sólo se quedó así, en esa posición antinatural, a un centímetro de alcance de sus dientes amarillos de mi mentón protegido, lanzando una apenas perceptible brisa por su boca. La velocidad del temblor empezó a aumentar. No les voy a mentir, en un día tan caluroso como ese sentir frío no sería algo natural pero de la impresión lo sentía. Me empezaron a dar náuseas y mis tripas se retorcían bajo mi uniforme. Finalmente no lo resistí más e hice los 10 pasos permitidos durante mi ronda. Cuando llegué al final del trayecto cerré los ojos antes de dar vuelta de 180 grados. Por mi bien y por el suyo deseaba que la mujer ya se hubiese ido al observar que realmente me había alterado. Pero los deseos solo deseos son, y ella seguía enfrente de mí en idéntica posición previa a mi marcha, con la excepción que tenía la mandíbula más abierta como para engullir una hamburguesa doble entera y su rostro se sacudía como una abeja. Di un paso hacia atrás areactivo ante semejante escena. Como he dicho estoy acostumbrado a ruidos, disparos, gritos y otras cosas pero esta cosa silenciosa que se comportaba de manera tan bizarra me estaba intimidando a un nivel impensado cuando me levante esa mañana.

    -¡Hazte a un lado de la guardia de la Reina! **– se nos permite decir eso cuando alguien se pone en nuestro camino. Aún así no reacciono, pero tuvo el descaro de acercarse una pulgada más hacia mi nueva posición -¡Hazte a un lado de la guardia de la Reina!- volví a gritar incluso más fuerte, esperando que mi voz no se rompiera.

    Aun así hizo caso omiso a mis órdenes. No iba a tolerar esta porquería más tiempo así que sin más preámbulo que un paso hacia atrás apunte mi bayoneta a su boca bien abierta. El último recurso que nos queda contra este tipo especial de turistas. Automáticamente cerró su boca, volvió a la posición de una persona normal y se quedó allí. No iba a quedarme allí inmóvil como ella, apuntándole con mi arma en lo que quedaba de mi turno así que empecé a marchar hacia ella para volver a la posición que debía mantener por el resto de mi vigía. Una vez que cedió mantuve la posición firme, quedando ella fuera del rabillo de mi mirada lo cual me daba cierto alivio.

    - Dios santo, que estúpido trabajo-pensé para mí mismo- de estar en Iráq ya tendría su…

    -10, 9, 8- oí decir un susurro a mi oreja derecha. Asumí que debía ser la muchacha. Debía estar tras de mí.

    -10, 9, 8- ahora lo oí en mi oído izquierdo al son de que se erizaron todos y cada uno de mis vellos. En retrospectiva tiene gracia, un veterano de combate que ha matado a más gente de la que puede recordar le tiene miedo a una señorita con aires de haber salido de una novela de Lovecraft.

    -10, 9, 8, 10, 9, 8, 10, 9, 8- empezó a susurrar y el mismo me invadía como un sarcófago por culpa del eco. A mi derecha el sonido se hacía cada vez más presente pero no por eso más fuerte - 10, 9, 8, 10, 9, 8- ahora susurraba mucho más rápido. En realidad no sé si se puede describir como susurro, estaba como gritando pero con un tono de susurro, si es que eso tiene algún sentido. Era surreal lo que estaba pasando. Se volvió a aparecer en mi campo visual a 4 centímetros de mí y se volvió a inclinar en la pose de Michael Jackson, susurrando esos números una y otra vez. Así de bizarro era la escena. Faltaba más que se ponga a cantar Smooth Criminal y tenía cartón lleno. En fin ya no aguantaba más, rompería mis órdenes y el dinero fácil pero no aguantaba más esta señora tenía algo mal y ya no me quedaba fuerza mental para lidiar con su basura por más tiempo.

    -Señora-hable con la voz de un marica asustado- Señora por favor puede hacerse a un….

    BUM. De la nada una horda de turistas vino hacia nosotros. La mujer que me había atormentado tanto tiempo no lo habrá visto venir porque también retrocedió unos pasos, aun mirándome fijo y susurrando “10, 9, 8, 10, 9, 8…”. Entonces solo dio media vuelta y se fue, dando esos mismos pasos con los que se acercó a mí. Era tan extraño verla desaparecer lentamente entre la multitud, casi novelesco, como esas historias victorianas en las que el sospechoso desaparece en la espesa niebla de Londres. Todo gracias a la multitud de asiáticos que se acercaba. Nunca imagine estar tan feliz de ver a un chino con su Nikon al cuello.
    Después de haber terminado mi turno me fui a la base y les conté la experiencia a unos camaradas. Todos ellos han tenido experiencias con gente rara pero nunca en este nivel. Cuando nuestro comandante vino mis camaradas le contaron lo sucedido en tono jocoso de como fui acosado durante mi turno. Él estaba un poco “alegre” y les pregunto que me había pasado. Cuando le contaron la historia completa perdió su sonrisa en un santiamén.

    -Para ahí – dijo- ¿Le hablaste?

    -¿Señor a que se refiere?

    -Chico, ¿hablaste o no hablaste con esta señora?

    No iba a arriesgar mi salario por romper una estúpida regla de no hablar a si que mentí.

    -Claro que no señor.

    El pareció calmarse.

    -Bien. Y si alguna vez vuelve nunca le hables, ¿entendido? Eso va para todos.

    La atmósfera jocosa se rompió. No puedo negar que estaba intrigado por su advertencia, pero estaba mucho más cansado por lo que decidí volver a casa y dormir en vez de preocuparme sobre una maldita turista.
    Los próximos turnos fueron tan aburridos como se suponían que debían ser y la mujer en cuestión no volvió a ser vista, y como mi novia venía a visitarme desde Países Bajos, me olvidé del incidente.
    En una noche de martes alrededor de las 3 am me despertó un fuerte sonido en la puerta. Por alguna razón acudió a mi mente la imagen de esa jodida mujer de hace unas semanas.

    -¿Cariño te importaría ir y fijarte quién es?- murmuré en tono perezoso mientras le daba unos empujoncitos con mi trasero. Estaba dormida como un cadáver; de enserio nada la despertaba. Semiconscientemente me encaminé hacia la puerta.

    -¿Quién es?- miré por el cerrojo al inoportuno visitante que tocaba a la puerta pero estaba muy oscuro. Nadie contestaba pero seguía golpeando- ¿Quién es?- La respuesta no fue más que golpes más fuertes.

    “A la mierda” pensé al abrir la puerta y prepararme mentalmente para empezar a discutir con alguien. No sabía quién estaba del otro lado pero de todas las personas que no esperaba esta no estaba en mi lista.

    -¡Imbécil! Me vine desde Finlandia hasta acá para visitarte y ni siquiera me pudiste ir a buscar al aeropuerto. ¿Pero qué carajo te pasó? ¿De enserio te olvidaste? ¿Vos? De no creerlo.

    “Debería haberla ido a buscar, ¿cuándo no lo hice?; de enserio no lo hice. ¿Qué hice?”. Pero sobre todo, ¿a quién empuje estando en la cama? ¿Fue un sueño? No, no puede ser, estaba medio dormido pero ALGUIEN estaba en mi cama. No fue un sueño.

    -Quédate acá – le dije a mi novia mientras le devolvía la mochila con la que me había golpeado.

    -¿Y ahora qué te pasa?

    -Sólo quédate acá.

    Sin saber de dónde saqué el coraje para volver a la habitación lentamente me acerqué teniendo en alerta mis 6 sentidos.
    Basado en lo que he aprendido en libros y películas, el sujeto que entra a la habitación donde hay un espíritu, esta se encuentra vacía hasta que se da un susto instantáneo. Desearía que se hubiese tratado de una escena de esas películas.
    Mi habitación estaba completamente a oscuras, y el golpe de mi novia me despavilo un poco por lo que mi visión en oscuridad ya no era tan buena cuando desperté, pero aun asi me di cuenta que alguien estaba allí. Lo oí respirar. Respiraba de forma fuerte. Sentí mi pulso aumentar tanto que creí que me iba a desmayar, pero me las arregle para encender la luz.

    - “7, 6, 5, 7, 6, 5, 7, 6, 5…”- murmuraba desde la esquina de mi habitación esa maldita mujer. Parecía pegada a la pared de la esquina de la habitación, mirándome sin pestañear. Me quedé sin aliento; no sé si lo pensé o si realmente dije “pero que mierda” – “7, 6, 5, 7, 6, 5,…”- empezó a caminar hacia mí, dando pasos tan lentos pero tan constantes como su mirada. Su boca, ampliamente abierta, gemía esos números.

    No me podía mover. Nada en este mundo existía además de esa mujer que caminaba lentamente hacia mí. Que sentimiento tan estúpido, verdad? Como si estuviese físicamente asustado de ella. Podría taclearla como a un niño- y estaba listo para hacerlo- pero este tipo de miedo era algo diferente para mí. Pareciera como si hubiera estado asustado por mi…, no sé, ¿mi alma? Ya me entenderían a que me refiero si lo experimentaran. Sin mencionar que de alguna manera estaba durmiendo conmigo, ¡en mi cama!
    Ella estaba increíblemente cerca. A una pulgada de mi cara, susurrándome los números con su aliento en mi piel, humedeciéndola. Mi respiración se hizo tan irregular y fuerte que tapaba sus susurros.

    -¿Pero qué mierda?!- Dijo un grito detrás de mí. Obviamente era mi novia, quien me volvió en mí. Inmediatamente la tome de la muñeca para sacarnos de la habitación y entramos en la cocina, donde agarré un cuchillo de diez cm bien afilado. Mi novia se encontraba a mi espalda, llorisqueando, incapaz de hacer cualquier pregunta.

    Podía oír las pisadas. Primero vi su sombra, luego su cabellera aparecer a la izquierda de la puerta, y lentamente el resto del cuerpo emergía; paso a paso caminaba atreves del pasillo. Su boca abierta en 160°, haciendo que sus ojos parecieran mirar el techo, se dirigía hacia la puerta mientras su cabeza se sacudía como un vibrador.
    Cuando salió de la casa corrí hacia la puerta y la encerré de un portazo. Mi novia todavía no podía decir ni una palabra. Menos mal porque cuando se me pasó el pavor temía que pensase que la había engañado con esa loca, pero obviamente se dio cuenta de que estaba tan horrorizado como ella pese a mi intento por ocultarlo.
    Lo peor de todo es que tenía un trabajo en que se me requería no reaccionar a lo que me rodeaba. Le conté a mi novia sobre mi experiencia en el trabajo con esta mujer durante mi turno pero no le mencioné la cuenta regresiva que esta susurraba para no asustarla más de lo que estaba. Es decir sea lo que sea que pase cuando la cuenta regresiva llegase a cero de seguro no iba a ser bonito.
    No sabía si llamar a la policía por esa loca que se entró a mi casa, pero mi novia no tenía dudas. La policía llegó en 20 minutos, tomaron nuestras declaraciones, la descripción de la mujer y nos prometieron contactarnos si bien supiesen algo. Aun así mi mente estaba en otro lugar, recordaba lo que me había dicho mi comandante: “Y si alguna vez vuelve nunca le hables, ¿entendido?” Y lo hice, sin saberlo lo hice. En qué momento se metió en mi casa, a mi cama y como no lo sé, pero no pude dormir en toda la noche pensando en esto.
    Ese día fui a la oficina de mi comandante.

    -Señor-dije en tono sumiso- necesito hablarle.

    Me miró desde su escritorio. De alguna manera sabía lo que me había pasado por la madrugada. Su cara estaba carente de toda emoción, ni siquiera preguntó que quería o necesitaba.

    -Siéntate-exclamó en tono seco mientras se enderezaba en su asiento apartando una columna de papeles a su izquierda- Le hablaste, le respondiste cuando la vistes el otro día.

    -Solo le dije que se moviese, nada más.

    -Pero no adecuadamente. Le dijiste algo más además de las órdenes que se nos permite decirles a los civiles ¿correcto? Como por ejemplo “señora, por favor muévase”. Dios santo te proteja chico.

    -Señor, ¿quién es esta mujer?

    - Pondré tu archivo para tu inmediata remoción de la guardia- abrió uno de los cajones del escritorio que se encontraba a su izquierda pasando un fichero con otro hasta que saco una carpeta y un papel.

    -¿Me está despidiendo?- no podía creer que iba a perder mi trabajo.

    -No te preocupes te encontraré otra cosa que hacer, pero tus días en la Guardia Real se acabaron. Serás transferido en una semana.

    -Pero señor yo estaba….

    -Eso es todo chico te puedes ir ahora-me dijo sin dirigirme la mirada.

    Estaba encabronado, pero bueno, que iba hacer. Seguiría cobrando sin tener que estar en la calle lidiando con turistas molestos o borrachos. Sería un nuevo comienzo; iba a estar bien, además me iban a reubicar por lo que no tendría que preocuparme por conseguir trabajo.
    El nuevo cronograma salió y sólo tenía un turno en esa semana, lo cual resultó muy provechoso dado que tenía que cuidar de mi sobrina de 7 años que venía de Birmania ya que mi hermana tenía motivos que atender en Escocia.
    Se vino el jueves sin otros encuentros con la señora. Mi novia ya se había tranquilizado y regresó a Ámsterdam de buen humor. Mi vida volvía a la normalidad. Tenía mi turno ese día de las 18:00 hasta las 22:00 en frente del Palacio de St. James. Solemos cubrir el área de a pares pero ese día trabajaría sólo de 21:00 a 22:00. Al llegar las 21:02 mi compañero se despidió de mí y me deseó suerte en mi nuevo puesto.
    “Sólo una hora. Una última hora en este maldito trabajo y estoy libre. Dios se siente tan bien” pensaba mientras permanecía en mi puesto. La noche era inusualmente calma pero estaba empezando a llover.
    Se hizo las 21:30 y todavía lloviznaba. Ya llegaba la hora, ya estaba más cerca.
    Alrededor de las 21:45 la llovizna se encrudeció, por lo que decidí ir a un puesto de madera que tenía cerca construido para esos casos. Me giré para ir al puesto; no debería haberlo hecho. Allí estaba ella.
    Si fuese un buen escritor, usaría todas esas herramientas descriptivas para indicar cuan horrífica era la escena; cuan horrífica se veía esa mujer, parada justo al lado de la puerta del puesto, con un vestido blanco que casi brillaba en la oscuridad. Y su cara, Dios me salve que cara. No me miraba a mí (lo cual lo hacía aún más tenebroso) si no que parecía mirar hacia el cielo o algo que hubiese allí. Su boca estaba tan abierta que era imposible que se tratase de una persona. Al menos no una persona viva.
    Hay algo surreal, tan dado vuelta como Guernica, en permanecer en frente de una persona que no actúa de forma racional. Es decir, si uno es asaltado es porque quieren tu dinero, si te disparan es porque te quieren matar. Pero esta mujer, que soló “estaba allí”, ¿qué es lo que quiere de mí? ¿Asustarme? “Felicidades ya lo has logrado” le diría si ese fuese el caso.
    El reloj de un edificio marcaba las 9:49. Respire aliviado. “Ok, solo 11 minutos y me podré marchar, solo 11 minutos de lluvia y me voy”.
    Empezó a caminar hacia mí. Paso a paso hacia mí. A dos pies de distancia se detuvo. Se inclinó como ya he descrito deteniendo su cabeza a una poca distancia de la mía. Su cabeza empezó a temblar, primero lento y progresivamente más rápido, como si saliese de una ducha caliente a una habitación con aire acondicionado. Sus pupilas estaban muy contraídas, apenas podía verlas. En un momento me pareció ver que las esquinas de sus labios empezaron a sangrar por la incapacidad de la piel de soportar la tensión de la boca abierta.
    La calle estaba en silencio. Es más juraría que nunca ha estado más silenciosa como aquella noche lluviosa, donde incluso las gotas de agua parecían guardar silencio asustadas ante la presencia de la mujer.
    21:54. “Por favor pasa más rápido”.
    Como si me hubiese escuchado sus pupilas se dilataron de golpe como si de esos ojos emergiesen platos negros cuyos centros apuntaban hacia mi cara. Cerró su boca, pero no permaneció asi. La abría y cerraba rápidamente como si estuviese mordiendo un tronco invisible. Sus dientes se golpeaban a tal velocidad que pensaba que se iban a romper. Esto fue la gota que me rebalsó la paciencia y calma.

    -¡Deténgase señora! ¡Deténgase ya! – le grité mientras la agarré por los hombros y la distancié a un brazo de distancia, sacudiéndola para ver si volvía en sí y terminaba con esa locura.

    Lo hizo. Sus dientes cesaron de morder, su boca se cerró, dio un paso atrás y por primera vez sonrió.

    -4, 3, 2, 1, 4, 3, 2, 1, 4, 3, 2, 1,- empezó a murmurar, sin perder la sonrisa.

    Estaba listo para agarrarla y darle una bofetada en ese mismo instante cuando escuche un grito por detrás.

    -¡Alto ahí soldado!

    Mi comandante corrió hacia mí, poniendo distancia entre la mujer y yo.

    -¡¿Le has hablado, le has hablado soldado?!- me gritaba mientras me agarraba de mi uniforme

    -Emm… si Señor- dije con una voz que parecía reusarse salir de mi boca.

    -¿Qué número? ¿En qué número se detuvo?

    -Se detuvo en 1. ¿Por qué…?

    En este momento la mujer permanecía allí con una sonrisa mirándonos. Entonces empezó a caminar hacia nosotros. Empezó a caminar entre mi Capitán y yo.

    -¡No digas nada! Ni una palabra a ella, ¿está claro?-la mujer se giró hacia su cara y volvió hacer la expresión rara. Podía ver su boca abierta desde detrás de su cabeza – Vete ya, ¡solo vete!- me gritaba tratando de ignorar a la mujer a la vez que escuchaba sus dientes impactando unos contra otros- Yo puedo encargarme de esto.

    Me gusta pensar que soy valiente pero en ese momento solo quería irme y dejar el horror atrás. Cualquier persona que se llame humana hubiese hecho lo mismo.

    -Y nunca le vuelvas a hablar- escuché gritar a mi Capitán a medida que me alejaba corriendo del lugar.

    En perspectiva podría haber arrestado a la mujer e incluso matarla (ok quizás eso último es medio exagerado) al igual que el comandante pudo haberlo hecho, ¿pero saben cuál es la cuestión? El tema es que en circunstancias imposibles y que uno no se imagina nunca no se puede reaccionar ni pensar de forma racional. Me fui a casa, tomé una ducha fría (después de asegurarme que las puertas y ventanas estaban cerradas con seguro) y me desmayé en la cama. A la siguiente mañana le mandé un mensaje de texto a un compañero del trabajo para saber si el Capitán estaba bien. “Si ¿por qué no lo estaría?”. Eso era todo lo que necesitaba saber. La Guardia Real quedó atrás en mi vida y ya vería a que me reasignaban. Con suerte la mujer correría el mismo destino.
    Mi sobrina llegó el viernes por la tarde y se quedó durante todo el fin de semana. Calculo que ni el mejor ansiolítico tiene el mismo efecto que correr detrás de un niño de 7 años pues al otro día ya me olvidé de su boca abierta y el sonido de sus dientes chocando. Pasé todo el día llevando al niño a los diferentes lugares que le gustaba. El sábado por la mañana nos hice un desayuno mientras mirábamos los dibujitos animados para luego ver la película de Catwoman con mi sobrina vestida de ella. Pese a que la película era puras tonterías a él le gustaba verla una y otra vez, especialmente vestido como Catwoman e imitando sus escenas. Espero que no me reasignen como cuidador de niños, dado a que me quedé dormido en el sofá del aburrimiento. Luego de algún tiempo mi sobrina me despertó.

    -“Uki”- como me solía llamar- Uki vayamos a jugar afuera – estaba sujetando mi viejo par de walkie-talkie. Yo también solía jugar con eso de pequeño y no pude decirle que no a eso.

    -Dale, déjame ver si puedo hacer que estas cosas funcionen. Ve al jardín para chekear el rango en el cual funcionan estas reliquias.

    Su cara se iluminó y salió corriendo por la puerta trasera. Prendí el walkie-talkie y empecé a ver como andaba. Me daba positivo el ruido de la estática por lo que las baterías todavía funcionaban. Ahora el asunto sería encontrar la frecuencia adecuada.

    -¿Ashley me copias, repito, me copias, cambio?-dije un par de veces hasta hallar una respuesta. Finalmente escuché algo- ¿Ashley me copias, cambio?

    -***Héroe- oí decir con bajo volumen.

    -Ashley para que el juego tenga gracia tienes que decir “cambio” al final la oración, cambio

    -He…ro- oí decir nuevamente entre cortes. Las baterías no iban a durar mucho por lo visto por lo que estaba buscando un nuevo par para remplazar el mío y el de Ashley.

    -Ok, Catwoman, Héroe está hablando. Me copias, cambio.

    -Cero

    Se me cayó el walkie-talkie. Esa no era la voz de Ashley. Y lo que decía no era “héroe” como me pareció oír

    Salí afuera inmediatamente odiándome por haber dejado a la niña salir sola al patio sin acordarme de la mujer que me ha estado acosando estos días. Se encontraba en el patio, sosteniendo el radio, apretándolo. En frente de ella se encontraba esa maldita mujer, encorvada, mirando directamente a la cara de la niña.

    - 0, 0, 0, 0, 0, 0, 0, 0,- era lo que la mujer repetía frenéticamente en frente de la cara de terror de Ashley, a segundos de ponerse a llorar.

    No lo soporte. Una cosa es que me acosen a mí y otra es que lo hagan a un ser querido, sobre todo a un niño. Corrí hacia la mujer y la tacleé con la suficiente fuerza como para derribar a un cerdo, de tal forma que estaba seguro que le había lastimado y quizás noqueado. Tan pronto como golpeó el suelo me levante a ver como andaba la nena.

    -¿Estas bien catwoman? ¿Te hizo algo?- estaba llorando tan fuerte que no pude escuchar si respondió algo. No me di cuenta cuanto temblaba hasta que la cargue en mis brazos-Vamos a entrar, ¿ok? Vamos a ver los dibujitos otra vez ¿quieres?

    Alcancé a ver a la mujer. Estaba tendida en el piso con la cara hacia abajo. Tan pronto como dejé a la niña en el sofá giré a ver cómo estaba la mujer. Se empezaba a levantar, volviendo su rostro hacia nosotros.

    -Voy a llamar a la policía- le dije a Ashley mientras recogía el celular- No te preocupes Ashy, todo va a estar bien.

    La mujer ya estaba parada, con su mirada clavada hacia nosotros y su rostro contra el vidrio de la puerta, del cual dejaba caer un pequeño hilo de sangre desde su nariz. La puerta estaba candada de adentro y no podría pasar (al menos que rompiese el vidrio) pero eso no parecía importarle en su “esfuerzo” por atravesarla por ósmosis.
    Nos quedamos con Ashley esperando a la policía. Ella acurrucada contra mi pierna mientras yo vigilaba a la mujer en su lugar, no vaya a ser cosa que pudiese entrar.
    De repente la mujer no me miraba más a mí, sino que enfocó su mirada en Ashley esbozando algo que parecía una sonrisa con la boca, primero abierta y después cerrada, una y otra vez. Creo que Ashley notó su movimiento porque empezó a apretar mi mano. Dios mío, lo recuerdo y me vuelven esas ganas de salir y moler a palos a esa bruja. Al son que abría la boca sus pupilas desaparecían de sus ojos.

    -Vayámonos de aquí- le dije a Ashley mientras la llevaba a mi habitación. Ya había tenido demasiado de esa vieja y le vendría bien dormir algo. Yo volví a la sala a vigilar a la mujer mientras esperaba a la policía. La mujer se había ido. De alguna forma, por algún lugar, la mujer desapareció de un jardín cercado con paredes de 2 metros de altura, dejando de recuerdo solo la mancha de sangre sobre el vidrio de la puerta. Como cualquiera de ustedes lo hubiese hecho volví corriendo a mi habitación temiendo que la mujer se hubiese “materializado” allí. Gracias a Dios me equivoqué. Ashley se encontraba durmiendo plácidamente en mi cama.

    15 minutos después llegó la policía. Empezaron a buscar por el barrio y encontraron a una mujer que encuadraba a mi descripción. Tenía que ir a la estación de policía para hacer la identificación pero antes debía llevar a Ashley a la estación de tren, pues mi hermana me pidió que le sacase inmediatamente un pasaje de ida a Escocia al mencionarle lo acontecido. No le podía decir que no. La notaba angustiada y arrepentida de no estar aquí con ella, así que la llevé a la estación, pagué el boleto con un asistente de viaje para que la acompañase y me quedé con ella hasta que el tren anunció que iba a partir.

    -Bueno Ashley- dije con mi voz más complaciente posible- que tengas un lindo viaje. Dile a mamá que me llame cuando llegues, ok?

    No me respondió, como no lo había hecho en toda la tarde lo cual quizás era entendible dado los sucesos.
    Cuando vi que el chofer entraba en el carro principal dejé que el asistente llevase a Ashley hacia adentro. Al principio Ashley parecía resistirse hasta que él le dijo unas palabras

    -Vámonos cariño, el tren ya va a cerrar las puertas. En unas horas estarás con tu mami. De seguro que te espera ansiosa.

    Giró su cabeza hacia el sujeto, tomo su mano y empezó a moverse con él. Su cara estaba fija en el chico que la acompañaba a su asiento. No pude evitar sentirme descompuesto al oír sus últimas palabras antes de cerrar las puertas:

    - 10, 9, 8, 10, 9, 8, 10, 9, 8, …


    *Adaptación al español del relato en internet The Queen´s Guard (versión en inglés: http://creepypasta.wikia.com/wiki/The_Queen's_Guard)

    **La expresión en ingles dice: “Make way for the Queens Guard!”

    ***En inglés héroe (hero) y cero se pronuncian de forma similar.
     
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