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El hombre que vivía en un palomar

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por Eloy Ayer, 2 de Marzo de 2023. Respuestas: 0 | Visitas: 289

  1. Eloy Ayer

    Eloy Ayer Poeta asiduo al portal

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    Género:
    Hombre
    Su sombra salía volando al cielo, sentado, quizás tuviera un pequeño libro entre las manos, rodeado de palomas en todas direcciones, era una explosión de plumas y corazones brillando en la luz de las cercas.

    Por la tarde sin querer ni quererlo aquel hombre dejó la base interior de la pajarera y se lanzó al aire.

    Las palomas gorjean porque no ven a nadie dentro, miran con el candil el interior de su casa y no hay nadie. Otras veces quieren cantar, observan a los jilgueros y quieren cantar, todo su vuelo clamando no por la alegría o la victoria, todo su vuelo por su canto.

    El hombre era una sombra gris y era triste igual que volver a casa la tarde de los domingos, le pregunté: ¿qué hacía usted allí, en el palomar?, me contestó que no hacía nada y que aquello no era un palomar, sino un cementerio. ¿Pero es usted mismo?, no, es un reflejo. ¿Un reflejo?, sí, algo lejano, querido, pero lejano y perdido en el tiempo.

    No huelen a nada las palomas, acaso a plumón o a excrementos. Aquel hombre me dijo que no podía permanecer allí eternamente, que necesitaba salir o marcharse y que la tronera le había servido. Es usted un recluso de alguna cárcel extraordinaria, allí donde uno es el jefe después de muchos trucos y astucia, pero cuando lo tienes, cuando mandas la Tierra o simplemente sobre tus deseos, uno espera o se queda dormido sobre el dolor de la vida. Le pregunté si había alguien a su lado, alguien más pequeño, un consejero inteligente, pero más pequeño, del tamaño de los niños acaso. Que recordaba un ser parecido.

    Se matan los carceleros y después, sólo después, puede uno intentar la huida. ¿Y usted subió con las palomas? Muy exacto, pero estoy preocupado, si no pregunta al resto de la gente, nadie conoce una cosa así, o quizás la muerte no esconda ningún secreto, me dijo.

    Algo real y agrio como el gorjeo de esas palomas que se dan golpes y juegan a matarse con las manos, con unas manos y se lanzan contra la floresta de los árboles. Es eso lo que se trata de ubicar, en qué casa o historia sucede esa barbarie. El hombre del palomar me respondió que era suyo.

    Ahora, hace un momento, ese hombre estaba conmigo, se fue, quizás regresara al palomar con aspecto de ir o volver de viaje, o quizás desapareciera para siempre o aquello no fuese más que una casualidad, un azar nuestro encuentro y nuestras palabras. Pero las palomas son seres reales.

    El hombre que vivía en el palomar permaneció volando, espantando a las palomas, aquella tarde de final de febrero cuando al invierno se le come el sol.
     
    #1

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