El Jinete Etéreo

Oigo sus pasos en el ocaso.
Se acerca, constante en su periplo,
engullendo el espacio a su paso.

Crece su sombra sin forma clara
y su solemne presencia me atrapa.
Nudos de seda a mis manos ata.

Ser etéreo que me secuestra;
¿porqué me buscas en esta hora
de oscuro sino y de pena infesta?

Ser etéreo que me domina;
¿a qué desconocido fin tu crees
que ser útil puede el alma mía?

No quiero tu alma pues de ella vengo,
que sus raíces me dieron a luz.
En busca de tu corcel negro
vengo por senda sin norte ni sur.

Ser etéreo sin forma ni masa;
¿no ves cuan pobre se muestra mi ser
desnudo, hambriento y sin casa?

Ser etéreo que mi alma acongoja;
¡Carezco de esa negra montura!
No poseo ni el viento que me roza.

Suficiente tienes para darme fin,
mi amado corcel serán tus palabras.
En su lomo negro cabalgaré
a derramarme en blanca sabana.

Jinete etéreo que buscas corcel;
¿no te harán mejor bién, de culto
caballero, palabras cultas también?

¿No será más elevada tu dicha
si en corcel de noble montura
emprendes tu deseada huida?

Mi odisea no es huida, sino viaje;
del génesis parto al infinito.
Para quedar eterno en la memoria
sobran los adornos gratuitos.

De tu alma extraje mi sentido
para aflojar el nudo que te ahoga.
¡Surca de versos negros tu hoja!
¡Hazme jinete de su negro sino!.

Jinete etéreo de mi alma aflijida;
con mi blanca pluma te daré
estado corpóreo y partida.

Jinete que montas corcel de voz,
de mensaje en cadena dibujado;
¡en mi sien te has perpetuado!.

Araña pues este fino papel,
señala mi lecho a los que vengan.
¡Que no caiga en olvido vano
lo que le dicta tu sien a tu lengua!.

Dame fin, mi aflijido escriba.
Que mi razón hayó su destino;
ya ahogué mi dolor sentido
ensañándome en tu diatriba.

Jinete de negras palabras;
¿librarás mis manos rudas
del nudo que de seda ataras?

Jinete que ahora descansa;
¿te irás a perderte en la sombra,
en el fondo de mi alma aliviada?

Amigo poeta de hondas penas;
mi viaje de hoy aquí termina;
lo que antaño corrió por mis venas
ahora yace en tu hoja fina.

Pero no por ello me despido
ni sufro el destierro de tu alma,
que lo que hoy hemos creado
viene a traernos breve calma.

Yo habito en los recónditos pliegues,
donde viven las penas graves,
las que queman tus entrañas
cuando el mal a tu persona atañe.

Asi, si un día ese mal renace
vendré de nuevo a tu encuentro,
a sofocar el fuego prendido
por este nuevo mal acaecido.

Volveré a montar tu corcel negro
en el blandir de tu pluma blanca,
para aflojar de nuevo el nudo
que ese día asiere tu garganta.

 

Muy buenas líneas Zatelite.

Derrochan un ingenio inspirado.

Gracias mil por compartir tu veresar.

 

Gracias Cesar.
Lo he revisado y corregido en métrica y rimas y lo he colgado en el taller de Poesía Clásica para ver si alguien le echa un vistazo y me comenta. Seguro que hay más correcciones por hacer que se me escapan.
Un abrazo!