1. Invitado, ven y descarga gratuitamente el cuarto número de nuestra revista literaria digital "Eco y Latido"

    !!!Te va a encantar, no te la pierdas!!!

    Cerrar notificación

El laberinto y la pared

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por Cris Cam, 26 de Marzo de 2019. Respuestas: 2 | Visitas: 391

  1. Cris Cam

    Cris Cam Poeta adicto al portal

    Se incorporó:
    1 de Enero de 2016
    Mensajes:
    1.936
    Me gusta recibidos:
    1.719
    Género:
    Hombre
    El laberinto y la pared

    Me dejó mal estacionado un sueño. Odio estos sueños de leche. Ni siquiera me trae una culpa, o un vaso de alcohol, sólo mi pertinaz inocencia suicida. Y quedo en medio de los laberintos oscuros palpando los rastros de mi pasado, los rostros de mis muertos, las caras de mis amores, las máscaras de mis angustias.

    Se me acaba de pudrir el pie izquierdo, me lo quito y me pongo una media blanca, la sujeto con una banda elástica para que no se me escape el vientre y un exabrupto. Me pongo un zapato que dejó tirado una mutilada de Auschwitz, ella siguió caminando sin él, ¿Porque no yo con él?

    Huelo a rata muerta, piso sachets de leche vencida, afiches a 6 colores del próximo que nos robará, (ellos siempre tienen luz propia). Voy palpando las paredes descascaradas, veo una luz allá al fondo, aullidos de perros enloquecidos de hambre y cadenas que le laceran los pescuezos. Me limpio en el lienzo del pantalón las telarañas y las babas de los caracoles que transitan indiferentes. Ninguna puerta, solo huecos hacia más abismo.

    Mascarita ignorante la tía aún joven, de boca soez y mal instruida, se ahogó detrás de los cuatro agujeros de una funda de almohada y la sábana gastada. Ignorante. Un disfraz de negro se le escapa al gordo que no conozco y huye despavorido por las calles de tierra, dejando al pobre con una matraca en la mano izquierda y la otra mano cerrando los botones de la bragueta. La pobre tela pintada de pomada Washington se arroja a la fogarata de San Juan. Pobre tía joven e ignorante, la epistaxis la delató, no era una Kux Ku Klan.

    Siento un frío torrente de mar con cascos hundidos, una cajita lila con figuritas de Rainbow Brite flota a la deriva, una niña de mis mismos ojos, escucha que Sinead (O’ Connor) le cuenta de walkman, que no se case con un misionero y que aborte a su padre de Medalla Milagrosa. Quiero nadar hacia ella, pero mis lágrimas aumentan la marea y desaparece poniendo play a una película.

    Un pasaje de alfombra rubirroja, plagado de pecas, me lleva a una luna verde, escucho su rítmico respirar mecánico, me invita a contar las lajas de Lezama, las juntas de alquitrán Lima Este, los jugos de naranja, un beso ilógico, pasión imposible. Duerme en su pulmotor de Montes de Oca, duerme en su nicho de Chacarita.

    Me ahoga un humo a Parissiens, se disipa la niebla, veo unos ojos alemanes, un jean gastado y campera verde siempre puesta. Vamos a resolver diferenciales de 2º orden y construir ensambladores lectonúmericos. Se escapa hacia revolutas de la culpa de su padre represor. Revolviendo su cenicero, la bruja atea me advierte de la diferencia de vientres entre mi tardía simpatía de calma pastoril, y el fuego de serpiente que emana de la virgen que cargo en un pedestal recién comprado. No le hago caso, el señor es mi pastor nada me puede faltar.

    Escucho en esta escalera un sonido a cascabel, no sé si caminar es avanzar o retroceder. Un viento saxo me calma el vientre, respiro un momento, cuando despierte deberé enterrar a alguien, lo acompañare y le diré adiós. Nunca vuelvo a los cementerios, los muertos siempre dicen, en sueños, cosas que no se entienden. Pero nunca lo que se les pregunta.

    Un llanto de niño de voz cambiada, me llama, me grita, me reclama. Espero la palabra mágica. No la pronuncia y las rejas no me dejan llegar. Le arrojo una pelota y una bicicleta. Se calma de olimpiadas matemáticas, de Lanzallamas, de Hobbits.

    Me subo a un ascensor multidireccional, al mío, aquel que inventé en otro sueño junto a las naranjas de mimbre, no es igual al de las torres de Singapur. Lo dejo a su albedrío, no sé si va hacia la izquierda o hacia arriba, se rompe, como siempre, y me expulsa al abismo. Aprieto los dientes y vuelo en círculos siempre hacia la izquierda, me choco contra las turbinas que estacionan en Aeroparque, saludo a mi dragón amarillo, me flamea la camisa en mi caída, cierro los ojos para evitar los cables de alta tensión. Hago un roll con salida elegante, pero nadie me recibe.

    Un sonido de mar, un jadeo de guitarras blandas, un ulular de sirenas, un vino, una fiesta, un baile, un beso ajeno me destroza el corazón, que ya no existe. Me lo arranco con un puñal de cristal, lo hago volar hacia las estrellas, un hada se lo quita a las gaviotas, me lo devuelve y me manda a jugar con las chicas de mi edad. Una Pléyade pone un rock&roll, una boca despintada, me invita a bailar. Amo el rock&roll pero dame tu boca. Corazón travieso porque esta vez no aceptas las paredes. Donde hay un cadáver se reúnen los cuervos.

    Un témpano rosa flota de ruinas en una luna de virgo. Quiero jugar a las escondidas hasta el amanecer pero la yerba se quema en mis manos ásperas, le robo un ahogo a la dueña de casa. Me sirve un café, me muestra su cadena y me pega con imanes a su heladera.

    No hay cielorrasos, piso, norte, abajo, ni sustento, solo paredes de cristal traslúcido que me no dejan ver, pero me llega un perfume de pantalón blanco. Clavo las uñas, pego con los puños, la cabeza, los hombros y talones, rompo el vidrio que se desdibuja. Aparece un sucio antro, disfraces de tachas, cueros, antifaces, látigos, aplauden alrededor de la prostituta estrella. De oscurecida rubia cabellera, cubre su espalda con una chaqueta de sargento de la federal, mastica unos pedazos de seso que despego de una pared de Palermo, baila una danza caoba con su panza de 5 meses. Mientras se rasura la pelvis, pisotea un muñeco de peluche sin orejas. Me acerco, me duelen los golpes que recibe, rompo los teléfonos, las botellas de whisky, un álbum de fotos. Aprovecho que sus cielos atismágticos no me distinguen, le abrazo la cintura, beso su ombligo y bendigo su fruto antes que mañana lo aborte. No me escucha, le ofrece sus pechos a los pasajeros, los lleva a un diván y los escucha.

    Hay nieve afuera. Eso creo. Sólo la conozco por televisión, los lobos cuidan que no escape, uno me guiña un ojo y me enseña una canción de luna llena. Se la cantaré a mi hijo cuando me otorguen el indulto. Mas allá de las vallas, las caras informes de los jóvenes van custodiados por los perros de la provincia, a encolumnarse tras las urnas, tras los axiomas, tras las utopías. Les pido ayuda y me señalan en dirección al sur. Pero creo que no hay nadie allá afuera.

    Vuelvo a buscar una puerta, me abrazo a una almohada, me ofrecen alcohol, una raya, otra religión. Mis lágrimas son más baratas. Otra primavera acaba de pasar. Siento gritos de bebes desde el limbo, los están mutilando con una aspiradora. Una partera fuma como un escuerzo. Encuentro un pedazo de pan duro. Un ángel me convida con un panqueque. Es tan larga la caída que el viento me arranca la piel. Me choqué con un parapente, me iluminó el abismo, pero siguió su camino de piedras cordobesas.

    No puedo cortar tantos cordones que me atan. Me subo a un tren, arranca, los veo a través de la ventanilla andando en bicicleta en el andén, quiero bajar, el guarda no me deja hasta que no me vista, no encuentro mi zapato derecho ni mis calzoncillos, tengo frió de pudor, en un descuido me arrojo desde el furgón de cola, golpeo mis dientes contra el filo de las vías, me levanto y corro al andén que se aleja, araño los durmientes y el brillo de los espejitos se aleja más y mas. Me alientan los vendedores ambulantes que brindan con sus tetrabrick y bolsitas de pegamento. Estoy impresentable, me ofrecen, enciclopedias, ceniceros de avión, coñac sin alcohol, misiles paquistaníes, pero ningún peine. El horizonte se hizo sólo un punto luminoso, alguien apagó la tele.

    Los gusanos de mi pierna se me meten en los bolsillos, están un poco apurados, son más inteligentes, sufriré más la muerte y menos la soledad. Me hago un sándwich de cucarachas y alacranes. Vomito fluido rosa. Le arrojó cal viva al billar de Mozart. El cuervo esta ocupado en los zapatos de Kafka. Frida me convida un pedazo de su columna. Juana las cenizas de sus manos. Poe acaba de reglar un cuento.

    No se porque todos me miran con sus máscaras inquisidoras. El fiscal me pregunta porque abandoné la vida, mi abogado me reclama honorarios. Los testigos se ríen de mi cabeza. Se hace tarde, tengo que acompañar a alguien hasta el pabellón detrás de la arboleda. Le pusieron un sello y haloperidol decanoato. Lo sorprendieron cascoteando la puerta de su amada, mientras le cantaba salmos de Hermética.

    Navego entre la niebla, quizá encuentre la salida. Recogí un tonel de aceite, una barra de chocolate, una salamandra, un disfraz de Julieta Celta, flotan un sinfín de deformes enanos alados que me sonríen con sus rostros morados. Alguien pide auxilio, tomo los remos, soy especialista en lanzar cámaras de goma, si no me necesitas no tenés nada que ver conmigo y no te puedo amar. (¿Porque te amo tan desesperadamente, si no te necesito?). Cantemos una triste constricción. Yo me golpearé el pecho de culpas que no tengo e ignoraré las que me condenan.

    Se desató la guerra en mi aula, se ha parapetado la triple A en el segundo piso, le cubro la espalda a una dulce trostkista con mi rosario de piedras croatas. Encontraron su nombre en una guía de laboratorio. Creo que no le servirán mis oraciones cuando las ratas desgarren su vagina. Pero seguro son mentiras. Somos derechos y humanos. Me han bajado del camión azul, no tengo blanca y dije no conocer a Marcuse.

    Un aquelarre de fantasmas y brujos de cuerdas de nylon, danzan con sus escobas alrededor del fuego. Ricky (Blackmore), B.B. (King), David (Gilmour), Keith (Richard), Ossi (Osborne), Frank (Zappa), Erik (Clapton), Walter (Giardino). Desde el fondo de una bañera salen las manos negras de Jimmy (Hendrix) mientras fuma algo que no conozco, haciendo humo sobre el agua, aturdo mis oídos, vuelvo a respirar, vuelvo a transpirar. Pero no puedo vivir sólo de decibeles.

    Trepo una escalera de papel continuo, cae una tormenta de celofán y centenares de ciclos de histéresis que no atraerán a nadie. La bebota melliza sabe del brillo de ojos de luna verde, guardo el pollo caliente en la heladera, le doy del puré frío. A través del espejo me cuenta que cuanto más imposibles son las cosas, (muerde el pincel y repinta otra vez el manto de la virgen), menos hay que bajar los brazos, (no le gustó ese celeste).

    Se detuvieron los subtes en estación Callao, tras la ventanilla, veo dos caritas lejanas peleándose, bajo corriendo, pateo el tercer riel, me saludan, los cubre un tapado negro. Me sobran dos entradas de Los Angeles 1. Estrenan Mary Popins en la habitación 69. A los hipopótamos los exterminaron los payasos. Me acusan los guardias de pintar con crayón naranja un paraíso, les arrojo las hojas violetas de un árbol que no envejece. No volveré a pintar un mundo de azul, hasta no encontrar la puerta de la máscara verde.

    Otra vez sonido de cascabeles. Escapo gateando, suelen tener venenos indelebles, encuentro una Bic azul y un teclado español, me defenderé de azul y negro. Me clavaré agujas en la lengua para ver si despierta.

    Una murga salta de flic flac desde las botoneras hasta las puertas de vidrio, se ríen de la fecha de mi libreta universitaria. Malena, que es rubia y no sabe bailar el tango, se acuesta con Horacio para que la ayude con un parcial de álgebra, debe ser difícil porque también lo hizo con Luis, el ayudante de segunda y Vicente el cajero del bar.

    No hay puertas hacia el oxigeno. Un mascarón de proa me abraza cortando arenas en Khalihari. Las cebras se esconden detrás de las enredaderas. Una tropilla de elefantes aplasta una pareja de pingüinos. Vienen a buscarme antes de que yo salga. Un ovillo de lana se desliza sobre mi media, pero encendieron el otro extremo. El Minotauro se quitó la cabeza, peina su cabello azabache, mientras juega con una moneda, no sabe si ir a Venecia o a Río.

    Robo un denario de sal. Lo pongo en la ranura, hay pase de sección. En el nivel cuatro una libélula con traje de torero, me invita a amarla, le pido que guarde la aguja y el puñal, me quiere cortar la cabeza para quedarse con mi cuerpo, estoy muy cansado para jugar al zángano. Juego al ajedrez con una pollera carmelita, el alfiler dorado se me atraganta en la laringe.

    La máscara verde no aparece. Pierdo esperanzas en este sueño. Quizá no sea un sueño. Quizá sea una pesadilla. Quizá no esté durmiendo. Quizá siempre haya dormido. Quizá por eso no me gustan el carnaval, los tatuajes, las motos y las máscaras.
     
    #1
  2. Mary Mura

    Mary Mura Poeta veterano en el portal

    Se incorporó:
    5 de Junio de 2013
    Mensajes:
    12.038
    Me gusta recibidos:
    7.596
    Género:
    Mujer
    Compañero me gustó mucho el brillo de tu pluma a decir verdad siempre te imaginé por tus comentarios en mis letras que te tomabas todo a la chacota y hoy descubrí que no es así .Mis felicitaciones y mis disculpas por prejuzgar.Tienes trabajos con brillo hoy visité tu blog y quedé encantada
     
    #2
    A Cris Cam le gusta esto.
  3. Cris Cam

    Cris Cam Poeta adicto al portal

    Se incorporó:
    1 de Enero de 2016
    Mensajes:
    1.936
    Me gusta recibidos:
    1.719
    Género:
    Hombre
    Bueno, si fuera joven, estaría ruborizado.
    Sí, tenés razón, algunos lo llaman heteronímia, escribir como si se tratase de diferentes personas. Me gusta contestar con algo de humor. Pero, sólo respondo si lo que leo me gusta
     
    #3

Comparte esta página