El libro de la vida

Aparte la mirada de la ventana y me concentre en ese caos que había en mi alrededor. Levanté del piso un viejo libro que leí hace mucho tiempo, y hoy casi no me servía para nada, salvo para arrojarlo por la ventana, porque allí fuera estaba lo desconocido, lo inexplicable, lo misterioso. Y ese libro, fue una puerta abierta a lo desconocido, a lo irreal, a lo fantasioso, cuando lo leí por primera vez. Un libro no para cualquiera, eso lo creí hasta que llego a mis manos, y no fui ajeno a lo que me contaba. Hasta podría decirse que, era el libro cuyo autor habría sido yo. Y no dude en leerlo varias veces. No puedo decir que me cambió la vida; pero si me hacía entender las cosas que hacía. Un libro puede ser una semilla en el alma de una persona, sin presagiar lo que va a cosechar a futuro. Y ese futuro llegó. ¿Hice de ese libro un manual de sabiduría? no lo sé; sólo estoy aquí y ahora, contemplando lo que me pasa a través de una ventana. Y lo que hay allá fuera, es sólo incertidumbre. Una insondable incertidumbre que ningún libro resolverá. Porque el único libro posible es el de la vida misma, cuyo protagonista somos nosotros, y cada página escrita es un día vivido, y aunque nos siga acompañando cierta incertidumbre, no hay como ese gozo de descubrirnos día a día que dicha perplejidad es aparente, que lo real y verdadero, es la sabiduría que conquistamos en cada página escrita a diario, por nuestro propio y singular estilo de vivir, y esa sabiduría adquirida , es el mejor legado que quedará impreso en nuestros corazones, y al final, cuando nos hayamos ido, cerraremos el libro, orgullosos de lo honesto y auténticos que fuimos con nuestra propia vida.