El mar del cuerpo

¡Cuidado!
Ahí vienen las gotas púrpuras
crecen en los callejones
o se amontonan en la madera.

En la lluvia invernal
-se enmascaran-

Pero no te confíes,
si las sientes cual brisa
alborotándote los cabellos
o alzándote las enaguas.

(Fácilmente,
las confunden con caricias
los que tienen la piel ávida,
de cosquillas…
Por las noches, saben a gloria)

También se agazapan
en las letras.
Al leerlas a las golosas,
desnudan tus entrañas.
Luego, en urgencia espumosa
terminas en letargo,
debajo de las sábanas.

Nunca es suficiente
cuando has caído en su red.

Te despiertas a la madrugada
con tus manos frotando,
al otro ser de tu sueño
-un ser de modales, harapiento
Pero con cuerpo de cemento-

La saliva ya no se detiene
y cae en cualquier figurín.
Amarras tus piernas
en su ombligo de pétalo;
y lentamente,
como a un conejo de chocolate
te lo comes a dentelladas.

No sobran los arrepentimientos
cuando te despiertas
con una mordida en tu espalda.

Sara Montaño
Derechos Reservados

Código: 1206141809604

 

órales!!! chido poema. un placer leerle, un fuerte abrazo.