El niño

El niño, el señor, la mujer todos caen ante una verdad inaudita, todos caen ante el sonido trágico y sin ganas de ser escuchado del pequeño suspiro de un alma en caos interno, ese caos que se siente, pero no se alcanza a comprender, o a ver.


Cuando se mueven los ojos de un lado a otro, el alma inquieta quiere salir volando a donde su otra alma le llama, pero, en dónde está esa otra alma que tanto insiste en ser encontrada, no estoy seguro.


Hace una semana, la noche del sábado mientras dormitaba y mis ojos lentamente se vencían ante la gravedad de mi ser que no se resistía, pero que tampoco cooperaba con el intento forzado de descansar para poder levantarme y ganarle al sol, para poder ser de los primeros en deleitarse ante el magistral concierto que pequeños seres alados proporcionan todos los días, cual si Dios los mandase, puntuales; soñé que soñaba, y entonces permanecía en un estado alterado del cual era consciente más sin embargo me dejé llevar, jugué con lo que mi alma me quería decir y me deje pasear por el vasto campo de flores mentales, cada flor era un recuerdo, sus pétalos, eran ideas que se desprendían de la flor por el fuerte aire de la ansiedad que generaba un pequeño torbellino inquiero repleto de ideas que no podía organizar, dentro de todas esas ideas me dejé llevar, decidí ser idea y que el viento me paseara, de aquí, de allá.


Al inicio unos pétalos cortaron mi delicada piel, me lastimaron, porque era sensible a la idea de que no podía controlar mi mundo, algunos pétalos se me quedaban pegados a mis ojos y no dejaban ver lo que había más adelante, tenía miedo, porque no tenía piso donde poner mis pies, ni techo donde poner mi limite, mucho menos tenía un guía.


Quería dejar de volar con mis ideas, quería dejar de ser yo, había perdido mi identidad, tantos años viviendo en valde, quería dejarlo todo.


Pero Jesús me hablo.


Un bebe cubierto en telas, no paraba de llorar, me llamaba, con su débil y cansado, pero nunca cesante llanto me llamaba. Bajé de ese torbellino, y cuando vi sus pequeños ojos, ellos me vieron a mí. Nunca jamás había escuchado un te amo tan fuerte y claro, con tanta intención y con tan poco esfuerzo. Pobre bebé, naciste de una mujer que nunca fue mujer, recipiente vacío, de un padre que nunca amó a su compañera y que ahora finge amarte. Nadie parece amarte tanto como tus los amas, y más sin embargo quiero quedarme contigo toda la vida, quiero verte crecer, quiero que llores para poder consolarte, abrazarte, quiero que aprendas a caminar, para luego enseñarte a correr y poder jugar por estos campos de flores, por esta pradera, para que juegues con los pequeños corderos de los rebaños, que a diferencia de ti, si tienen mamá y papá. Que vayamos al rio, para que puedas ver las ancianas raíces de los árboles, y explicarte que tú no tienes raíces.

Quiero convencerte de que no des tu vida por nadie, nunca jamás te enseñare a pastorear, porque, aunque ese sea tu destino, quiero que me cuides cuando yo sea viejo y que ahora seas tú el que me enseñe cosas nuevas a mí, que ahora seas tú el que me ayude a caminar. Vivamos tú y yo juntos, intentaré ser el mejor hijo y el mejor padre para un bebé que nunca podre conocer.


El bebé dejo de llorar, el torbellino se detuvo, todo se empezó a evaporar, de repente una luz brillaba muy fuerte, era el sol que me había ganado, pero el concierto seguí, admiré el canto más natural del universo, fui a la cocina, me hice un café y no paré de llorar hasta que mi madre me marcó, hablamos todo el día de las flores y de cómo no podré ser padrino de mi sobrino, porque no tengo la confirmación.