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El pocillo negro

Tema en 'Prosa: Filosóficos, existencialistas y/o vitales' comenzado por Elisalle, 14 de Septiembre de 2018. Respuestas: 0 | Visitas: 621

  1. Elisalle

    Elisalle Poetisa

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    Mujer
    Y se ve allì, en una una caravana de gentes que no hablaban su idioma; es màs, ni siquiera hablaban. Sòlo se escuchaba el murmullo de las respiraciones, què respiraciones; eran resueños como de caballos maltratados. No sabe por què, pero nadie mira a la cara, ni ella, sòlo da una mirada de reojo, por lo bajo para entender un poco el acontecimiento dramàtico de esa hora, pero no, todos caminan agachados como si llevaran una carga que les obliga a doblar sus espaldas y no llevan nada. No ve a los hombres, pero sabe que son los que "resuellan" y las mujeres visten con ropas largas en tonos celeste o gris, de ahì no pasa. La cabeza de ellas està cubierta con un pañuelo en el tono. Parece que fueran aldeanas que han sufrido una catàstrofe natural en su aldea y huyen, pero no, nadie sabe què sucede. Sòlo ve que avanzan con miedo y se nota en el ràpido arrastrar de pies sobre la tierra seca y polvorienta. ¡Todo es tan distinto a la vida de siempre! ¿Por què està allì, seguramente, vestida de la misma manera? No lo sabe, no le preocupa porque su espejo son todos los demàs que caminan a su lado, ella ocupa un lateral al derecho. No va en medio del grupo, sino en la orilla. Hay temor, siempre lo hay cuando algo lleva y no se sabe el destino, pero hay que continuar. Vamos ruido; vamos con polvo que estropea la respiraciòn y ensucia la orilla de las faldas tan largas, de esas que arrastran por el camino, de esas que sòlo ha visto en algunas pelìculas. De esas que huelen a sudor, a sucio. Quiere huir. Hay que huir de cualquier manera de ese cortejo sin ataùd. Es silencio fùnebre, sin flores, sin olor a muerto, sin muerto, sòlo huele a miedo. Miedo de muertos vivos. Los que caminan. De pronto se escucha un ruido seco, caìdo en peso muerto (otra vez) y muerto. Nadie se detiene. Parece que lo pisan. Es la oportunidad. Se suma al muerto. Saldrà de esa jaula sin rejas donde van todos. Siente que no pertenece allì. Es otro tiempo parece. No sabe còmo fue a caer ahì. Huye a los matorrales que esta vez tiene el camino. ¡Mierda! Aquì no hay polvo. Hay arena y dificulta el avance. Alguien la sigue. Voltea y ve que es otra mujer escapada y corre en pos de ella. Es mala. Sì, es mala. Algo se lo dice. Le harà daño. De tanto correr para que no la alcance, cae rendida en esa arena que es un punto en contra. Esa mujer es fea. Esa mujer se acuesta a su lado, pero su mirada es degenerada. Es una lesbiana y tiene miedo. Ahora sì que hay miedo porque estàn solas. -Mejor no me hubiera salido del grupo- Esa mujer se acerca cada vez màs a su cuerpo y siente el roce de un arma blanca de reluciente filo. No habla, sòlo mira y siente sobre su ropa la punta del cuchillo. La mira como implorante, parece que ahì no se habla, todo es gesto. La mujer toma su mano derecha y la pone sobre su pubis para que lo frote. Ella prefiere hacer lo que pide y salvar su pellejo. ¡Condenaciòn! ¡Humillaciòn! Es un tiempo sin tiempo, que no pasa. Se detiene la mirada en el yermo estàtico, mientras la mujer usa su mano a gusto y disgusto hasta llegar a su clìmax. Queda con cara de complacida y ella se siente humillada, vencida, asqueada y corre pero esta vez no hay arena. Està descalza, pero puede correr a mucha velocidad. De algo que sirva el entrenamiento diario. De pronto tiene en sus manos un pocillo de su casa. Un pocillo negro de porcelana. Debe llevarlo al altar que està cerca. No. Es el del aeropuerto en donde una vez durmiò hasta que amaneciera. Ahora estaba allì, dentro y todo estaba destruìdo. ¡Endemoniados sacrìlegos, què han hecho a esta capilla! Siente pena. Busca el crucifijo. Ese que la noche en que durmiò allì, le dio tanto cobijo y paz, no lo ve ahora. Lo han descolgado. Està sobre el altar, despedazado. No ha perdido su brillo y los pedazos son lumbre que entrega desde sus fragmentos para dar fuerza a los que creen. Ella cree. Ella siempre ha creìdo. Se inclina sobre los rstos de madero barnizado en cafè moro que estàn unidos por alambres oxidados y se persigna. Los sacrìlegos los destruyeron pero no pudieron separar su cuerpo. Està completo, pero herido una vez màs, mil veces màs. Como si fuera un regalo muy costoso, deposita con unciòn el pocillo negro. Sabe que debe entregarlo. Dejarlo allì entre los despojos de ese altar Muy lejos ha quedado la caravana de mujeres gachas y resuellos de machos fatigados. Atràs ha quedado la lesbiana que ha usado su mano derecha para masturbarse. Està en una capilla destruìda. Se siente protegida como la primera vez.



    Presento mis respetos a la diversidad sexual que personalmente, apoyo. Sòlo es que asì es el sueño.



    Elisalle
    Septiembre 2018



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    #1

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