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El reflejo del castillo (segunda parte)

Tema en 'Clásica no competitiva (sin premios)' comenzado por Julio Viyerio, 7 de Octubre de 2014. Respuestas: 1 | Visitas: 386

  1. Julio Viyerio

    Julio Viyerio Poeta recién llegado

    Se incorporó:
    18 de Septiembre de 2014
    Mensajes:
    203
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    78
    Género:
    Hombre
    Siendo el retorno sensible
    su semblante cobra ánimo.
    Tras retreparse, se impulsa,
    irguiéndose, con cuidado.
    Reasume, de pie, el talante,
    magnífico de su rango
    cuando el castrense bullicio
    escucha sin sobresalto.
    Aproximándose, entonces,
    sobre el contorno almenado,
    marchar de coronelías
    mira de éstas ufano.
    Tras el tambor resonante
    le embarga, el alborozo, cuando
    distingue a los capitanes,
    almocadenes y cabos.
    Por detrás van los alféreces
    junto al maestre de campo,
    prosiguen los caballeros
    esbeltos como centauros.
    Su pecho marcan a fuego
    los señoriales grabados
    pues divisa al de Castilla
    so los emblemas máximos.


    Rampantes leones púrpura,
    el par contracuartelado
    a otros dos campos de gules
    con sendos castillos áureos.
    También, su dragante el Guión
    imperial exhibe en tránsito,
    más dos columnas de Hércules,
    en contrapunto, el bordado.

    Hacia la luna el espectro,
    señala y un fulgor cándido
    viste al viejo, de armadura
    con excepcional boato.
    Sobre la gola, un morrión
    con primoroso penacho
    y en el espléndido peto
    magistral damasquinado:
    el cinturado contorno
    de oro recubre el marco
    y filigranas de hojas,
    caprichos del artesano.
    Amplia figura, una torre
    sostiene al signo cristiano:
    La cruz en símil de espada
    de la Orden de Santiago.

    Bajo esa cruz resplandece
    pasante león plateado
    pues del reino de García,
    Castillo reino el de Sancho.

    Bajo el león la corona
    con sus florones de acanto,
    sin diademas y un bonete
    voluminoso y raso.
    Por base inefable triunfo
    sostiene al heroico cuadro:
    de laurel, un par de ramas
    y cruzadas en sus tallos.
    Dos anchas bandas en plata
    marcadas sobre los flancos
    del sobrio espaldar se arquean
    hacia un surco meridiano.
    Tras esa franja platina,
    filigranas en hilados
    transversales se resuelven
    en reprimidos ángulos.
    No hay marcas ornamentales
    sobre el gorjal delgado.
    Sí, sus remaches cual perlas,
    se traducen sin embargo.
    Cada hombrera articulada
    y lisos los guardabrazos,
    aunque los ristres presuman
    de exquisitos repujados:
    La Virgen Madre en el diestro,
    sostiene al Niño Sagrado
    y en el izquierdo del héroe
    que es santo y rey, el retrato.
    Los codales sin adornos,
    de una pieza, más bien amplios
    y en avance de hemiciclo
    sus repliegues laminados.
    Los avambrazos se empotran
    en guanteletes muy anchos
    y un pivote del derecho
    sobresale en forma de aro.
    Por falda dos escarcelas
    de prolijo articulado,
    más estrecha la del muslo
    derecho, que es más dinámico.
    Las alisadas musleras
    de esta falda por debajo,
    sus pulidas superficies
    dejan entrever, un tramo.
    En las grebas de dos piezas,
    vertical filigranado;
    las rodilleras orladas
    de unas hojas por dorado.
    A la armadura galana
    la completan cual calzados
    los escarpes de horma estrecha
    sin adornos y livianos.

    Firme se estila el guerrero,
    más que feroz, gallardo.
    Su diestra afirma la hoja
    brillante todo su diámetro.

    Sus mesnadas lo ovacionan.
    Truena el eco del reclamo
    ante el viejo quien severo
    devuelve un saludo llano.

    Raíz en la Segundera
    con su fluvial brote parvo
    confunde la procedencia
    de tan magnífico lago.
    Prosigue el caudal su curso
    rocoso y accidentado
    mas en Sanabria al ensueño
    se rinde y toma un descanso
    .

    Radial astro en su declive
    pulsa con candor mágico.
    Observa el río un momento,
    Alonso en fugaz letargo.
    Cuando en el Tera el reflejo
    del castillo ve el anciano,
    erguirse en bisagra y queda
    confundido y muy callado.
    Pronto se alza el rastrillo
    con movimiento mecánico
    y a nivel del agua espeja
    el puente baja pesado.
    Reanudan su andar las tropas.
    De talante temerario
    se desplazan sobre el agua
    con pausas para esperarlo.

    Confina su juicio el noble
    en pos del tenaz reclamo
    de los valientes reunidos
    en cautivante escenario.
    A encontrarlos se dirige,
    enérgico, sin atajos.
    Baja la espiral angosta
    por sus escalones magros.
    Desgarra el sopor reinante
    un eco desmesurado
    que moviliza a la guardia
    y despierta a los criados.
    Su tronante voz demanda
    que le ensillen el caballo…
    Debe conducir la hueste,
    ¿no es su señor, acaso?.
     
    #1
    Última modificación: 7 de Octubre de 2014
  2. Ricardo Linares

    Ricardo Linares Invitado

    Por ciertas circunstancias del destino
    las letras han quedado desdeñadas,
    lo lógico que fueran comentadas
    y puedan ver la luz en el camino.

    Las subo por respeto que merecen
    y doy la enhorabuena por la obra,
    quitándole ese cero que le sobra
    a ver si en el portal las letras crecen.



    Un placer visitar tu poesía,
    mi respeto con toda cortesía.


    Ricardo Linares
    Equipo de Moderación de Mundopoesía.com
     
    #2

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