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El rincón del jazz

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por jaziz, 29 de Diciembre de 2012. Respuestas: 0 | Visitas: 409

  1. jaziz

    jaziz Poeta asiduo al portal

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    Valente echo a su mochila de cartero los cuatro libros que pretendía devolver a labiblioteca. El primero llamado La aventura de pensar de un catedrático español. El segundo era una antología poética de Emiliano Pacheco. El tercero era unlibro de poemas, de Mario Benedetti. Con poemas que Valente nunca había leído yque le parecían muy malos. Tomando en cuenta que Benedetti era uno de losprimeros amores literarios de Valente. El cuarto era uno llamado aquí no hay poesía, de un autor peruano.El cual después de cuatro páginas leídas, Valente lo abandonó. Después dehaber incluido todos los libros a lamochila, Valente incluyo un puro el cual pretendía fumarse a las afueras de labiblioteca. Valente decide ir en su bicicleta, la cual había adquirido enun tiradero de la ciudad por precio muybajo. A mitad del camino la bicicleta se le averió, ya que una de las llantasestaba floja. Camino un par de cuadras hasta que encontró un taller mecánico, dondele ayudaron a ajustar la llanta.

    Valente en el camino se percato de la existencia excesiva de cantinas y bares en elcamino. Recordó que una vez había hablado con un amigo acerca de la diferencia entre un bar y una cantina.Su amigo le dije que en una cantina era un lugar donde acudían hombres con barba,sedientos, con camisas que enseñaban sus peludos pechos. Ahí era normal quecuerpos cayeran al suelo, incluso antes de las diez de la noche. Que lospleitos fueran cosas de todo los días, por eso contaban con guardias altos yrudos. Ahí las mujeres usaban muchos collares en el cuello, y la mayoría sepintaba los labios con rojo carmín. En esas cantinas había de vez en cuando unintelectual, o un poeta que se encargaba de recitar a media noche poemas de Amado Nervo o Manuel Acuña. En cambio, un bar, según el amigo de Valente, eraun lugar más monótono. Ahí las cosas estaban planeadas, sin parejas quebailaran torpemente antes de la media noche, o guardias arrastrando borrachos ala puerta. Valente no era un tipo que saliera mucho de noche, pero todo eso lopareció bastante creíble.

    La bicicleta era muy grande, de un modelo muy antiguo y sin cambios de velocidad.Lo que hizo que Valente llegara muy agotado a los pastos que estaban a lasafueras de la biblioteca. Estado ahí Valente pensó en fumarse el puro que habíapuesto en su mochila, pero creyó que era una contradicción muy grande. Intentoleer un poco, y después de un rato se levanto, amarró su bicicleta a unos delos barrotes de las escaleras y entro en la biblioteca. Regreso los libros, yse paseo por los anaqueles, hasta que tomo un libro de poemas escritos enprosa. Salió a donde estaba su bicicleta. Y se percato que unos maleantesestaba justo atrás de él, en verdad tenían los rostros de no llevar una vidamuy pasible, pero Valente logro salir de ahí sin ningún problema.

    Valente en el camino pensó en los libros que había regresado, y llego a la conclusiónque el que más le había marcado era laaventura de pensar. Valente creyó que ese libro había despertado en él filósofoque traía dentro. Aun que Valente era de origen protestante. Decidió pararse enun bar de los tantos que había en el camino. Ese en especial se llamaba el rincón del jazz. Aun que la música envivo solo la tocaban ciertos días de la semana durante la noche. Valente sesentó en la barra, la cual creyó que era muy hermosa y detallada. La mayoría dela gente que ahí estaba, era gente adulta, de negocios, hablando por susradios, hombres y mujeres en efímeras citas de trabajo que probablementeacabarían en un motel que estaba justo enseguida del bar. Tardaron un poco enatenderlo, así que Valente tomo su libro y empezó a leerlo. La mesara seacerco. Era una rubia latina, de cuello largo, con el cabello recogido, con unamirada altiva y sensual. Y con una voz golpeada le dijo algo a Valente, lo cualValente no supo descifrar. Pero Valente solo le dijo que quería una cervezarubia. Está bien, le dijo la mesera, sin quitar de él esos ojos altivos.Valente se tomo la cerveza lo más lento que pudo, leía su libro, y en ocasioneslevantaba la vista para ver el rostro de la mesara dialogando con otrosclientes. Valente termino su cerveza, se dirigió a la puerta de salidacursándose con mesera, la cual se despidió muy cortésmente de él. Valente saliódel bar con mas sed de con la que había entrado. Valente no volvió a conducirsu bicicleta a la biblioteca. Entregaba los libros en su automóvil de camino ala escuela. Valente no volvió al rincóndel jazz. Valente pensó en escribirle un poema a la rubia de cuello largo,y piel desafiante, pero jamás lo hizo.
     
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