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El río, la muerte y las barcas.

Tema en 'Poemas de Amor' comenzado por Aguila Albina., 24 de Septiembre de 2017. Respuestas: 1 | Visitas: 274

  1. Aguila Albina.

    Aguila Albina. Poeta recién llegado

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    Cuando en visión y éxtasis

    se me permitió ver,

    la consecuencia natural de la vida

    observé el rió de la muerte

    del que todos habrán de beber.


    Allí donde sacian las ansias

    que produce la sed,

    las descansadas almas

    que desde el otro lado susurran:

    venid, tomad y pereced.


    Hay de los que piensan

    que el gran caudal es lúgubre,

    y hay de los que piensan

    que sus orillas son causa de quebranto:

    carentes de faro, sin luz que nos alumbre.


    Pero sereno vi al río

    de calma corriente y perfil plano,

    con aguas de tono verde

    cual cabellos de Glauco

    e inmaduros frutos del manzano.


    Clara es la espuma

    que aura le da al zumo de los inertes,

    donde, hasta el más apegado a vicisitudes

    de él tentado se ve a tomar

    y abandona el mundo de los vivientes.


    Sin embargo, no es el agua

    la vista más maravillosa,

    sino lo botecillos y canoas

    que sobre ella planean

    rosando las olas más hermosas.


    Y adornadas van en la bruma

    que desprende esencias gráciles,

    un perfume gaseoso

    con base de icor

    y aromas femeniles.


    Carentes de remos

    y piloteadas por guirnaldas,

    de orquídeas tejidas

    y voluptuosos claveles

    en cuyas hojas brillan esmeraldas.


    Más con los arreglos florales

    mejor juego hacen las telas palatinas,

    que ondean sin necesidad de brisa

    áureos y celestes terciopelos

    con la levedad de velas marinas.


    Y lo que es creciente

    aumenta hasta ser inefable,

    pues si los adornos son magníficos

    la verdadera joya

    son los pasajeros, de rostros amables.


    De los Dioses y sus amantes

    que poco cubren sus pieles,

    para mostrar las tonalidades divinas

    que a la salud de sus cuerpos

    sirven como protectores y como manteles.


    Y si tan fino hubiese purpura de Tiro

    o fuese un carmesí tan puro,

    como la dermis sagrada de Dioses y acompañantes

    no conseguiría su pigmentación clara

    ni tampoco imitaría su tono oscuro.


    Ojala por siempre me detuviese

    en los matices verdes y azules,

    o en los miembros de las divinidades femeninas

    o en las masculinas barbas de los santos seres

    Que belleza en cofres guardan y celan en baúles.


    Ni hablar del placer que produce

    la vestimenta y el atavío,

    con que los inmortales poco se cubren

    resaltando perfecta forma

    que al mortal tortura y cuya carencia causa desvarío.


    Por eso con gusto estuve a punto

    de entregar el alma al agua,

    y unirme a los difuntos

    que en gloriosa barca

    el deleite les aguarda.


    Porque no puede el más grato sueño imaginar

    con las damas del otoño navegar,

    entre caricias y gestos juguetones

    con sus semblantes desnudos y cobrizos cabellos

    que incluso al más cuerdo hacen delirar.


    Entonces con los pies ya en el agua

    y arrebatado del deseo,

    clamé: ¡Tomadme entre vosotras, Diosas,

    señores del velo, hacedme vuestro compañero,

    dadme un lugar en vuestras barcas y guiadme al empíreo!


    Y pronto estuve a dejar atrás el orbe

    y morir por propia voluntad,

    empero, algo me retuvo

    y recordé el motivo

    de porque en vivir hay aún una bondad.


    Una bondad nombrada

    como el don de la sabiduría,

    que oculta su corona en oscuro ónice

    y en regocijo su piel esmalta

    como producto de albina hechicería.


    De tan ilustre sapiencia

    y de ritmo sonoro,

    que a su risa construyeron iglesia

    y sus miembros inmortalizaron en piedra

    los reyes del Bósforo.


    Así, Atrás momentánea dicha

    al frente sempiterno alborozo,

    me debatía con desdicha

    entre la certeza del otro mundo

    y este mundo de improbable gozo.


    Pero por más que la divina compañía

    me embelesara,

    al ser fausto exánime

    significaría que por capricho

    a mayor gracia desdeñara.


    Una gracia que no es perenne

    pero más me extasía,

    los amores de una mortal

    cuyos labios albergan más sabores

    que un trozo entero de ambrosía.


    Tras abandonarme a mis internos ruegos

    desvaneciose la visión,

    tentadora y placentera

    rechacé inmerecida oferta

    por la augusta emperatriz de la pasión.


    Esperando, que quizá, cuando muera

    comparta con los dioses en sus barcas,

    la beldad de aquella dama

    que mayor grandeza y mayor tesoro

    oculta en sus ojos y protege en sus arcas.
     
    #1
    A Dreariness, Paco Valiente y Birbiloke les gusta esto.
  2. Paco Valiente

    Paco Valiente Poeta que no puede vivir sin el portal

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    Me ha gustado, original y bello en su idea y enmarcado en una sensible y hermosa escritura. Un abrazo amigo Aguila... Paco.
     
    #2

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