El sonido de las eses.

Si entendiera lo poco que hablo,
lo mucho que pienso sería insignificante,
pues entre los suaves sonidos de las eses
mi mente transforma las sinapsis de mi cerebro adyacente
y las transporta hacia la boca
que en un esfuerzo vano por cumplir su más básica función,
logra colapsar las cuerdas vocales de mi razón.

No comprendo lo vago que suelen ser mis eses al hablar
ni lo intrincado de sus curvas al pensar,
porque en el presente de mis oraciones
lo observado del mundo real
se pierde entre las olas verdes de la sociedad.

¿Qué puedo hacer, qué debo hacer?
Si las imágenes se transforman en eses
y estas se curvan al pasar por los pilares de viento
mis más preciosos pensamientos
se convierten en tormentos
para aquel desafortunado escucha.

Y en este ir y venir de las oraciones superfluas
que mi garganta emana,
logra tristemente transformar mi razón en un rojo curvado,
lleno de vacíos,
perdido entre las ornamentadas líneas rectas del cuadro en la ventana,
tan tonto y tan real como los cuentos de hadas
que alimentaron los sonido suaves de las eses al hablar.

Soledad.