El testamento de los hechos

No es por lo que decimos (que también)
sino por lo que hacemos por lo que se nos juzgará,
el testamento de los hechos no necesita notario
ni cartero que lleve hasta quien tiene que llegar
nuestras últimas voluntades que en el último suspiro
volarán desde la pálida superficie de nuestra lápida
hasta más allá del silencio en el cual tratamos de esconder
todo lo que escondimos a nuestra conciencia.
Dicen que venimos de las estrellas, ¿será verdad?
que todos los elementos de nuestra materia
formaron antes parte de algo más grande
y que después de la muerte del cuerpo el alma se libera,
alma o energía, pero, ¿quién somos en realidad?
.
No me conozco,
la dulce sonrisa de los niños hace bromas en mis oídos
burlándose del castigo del dolor,
el día llega hasta mi puerta con sus zapatitos de domingo
y tan pronto quiero ser un juego de azar que no conoce su destino
como un momento después ansío ser las raíces profundas
del árbol de la vida con su cosecha madura lista para comer,
quiero sentir en mi piel la arrogancia del crepúsculo
alimentándose cada noche de estrellas sin pagar por ellas
y llenar el vacío de los interrogantes de la existencia
con las preguntas adecuadas que nadie pronunció.

No me conozco,
ni sé si algún día me conoceré,
mis pies están hundidos en el barro de las letras
y aún así quiero seguir adelante abriéndome camino
con la pólvora de mis huellas, a veces a gritos
otras tantas bajo la sospecha de no saber lo que digo,
pero siempre con el sueño de que el tiempo
haga de mi alma un diamante puro
digno de lucir en el dedo de quien me creó.
***
**
*
​

 

Muy bueno.
En esa aventura, estamos todos.
Todos los que escribimos.
Pretendemos unir palabra y obra.
¿ Verdad ? Decir y hacer. Eso es un libro.