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EL TEXTO

Tema en 'Fantásticos, C. Ficción, terror, aventura, intriga' comenzado por Bruno GB, 4 de Julio de 2021. Respuestas: 0 | Visitas: 400

  1. Bruno GB

    Bruno GB Poeta recién llegado

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    11 de Junio de 2018
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    Hombre
    La entrada del psiquiátrico, bajo aquella noche sin Luna, no tenía buen aspecto. Los centenarios muros de la puerta principal estaban enmohecidos y el viento arrastraba colillas y hojas secas por el mugriento suelo.

    El doctor H pulsó varias veces el botón del timbre de la entrada, pero la recepción parecía estar vacía. La puerta automática de cristal blindado que tenía delante no se movía ni un milímetro, impidiéndole acceder al interior del edificio. Hacía frio y el viento golpeaba, con insistencia, en la nuca del doctor H. Finalmente alguien dio señales de vida.

    -Lo siento doctor, estaba en el baño. Ahora mismo le abro- Dijo una mujer despeinada que se colocaba bien la falda. Era la recepcionista.

    El doctor H hizo un gesto con la mano y, tratando de ocultar su contrariedad, dibujó una sonrisa claramente falsa en el rostro.

    -¿Qué ha ocurrido?- Preguntó el doctor H ya dentro del edificio.

    -Es un paciente nuevo de la tercera planta doctor, está totalmente descontrolado. Ha destrozado su habitación sin que nadie pudiera evitarlo. Le ha roto la nariz a uno de los enfermeros que trató de frenarlo. Dice que tiene que hablar con un psiquiatra esta misma noche. Puede que necesite un cambio de medicación... Por eso le hemos llamado a usted. Lo siento, ya sé que ese paciente no es de su planta, pero es que el doctor que le corresponde está de vacaciones- Dijo la recepcionista con cierta angustia en la mirada.

    -No se preocupe, estoy acostumbrado a situaciones como esta- Afirmó el doctor H mientras cogía el historial del paciente.

    La recepcionista no volvió a decir nada más y, mordiéndose una uña, se quedó mirando como aquel hombre se dirigía hacia un ascensor situado junto a la pecera de la entrada. Un pez muerto, que vagaba boca abajo, comenzó a hundirse en silencio.

    Ya dentro del ascensor, el doctor H intentó echarle un vistazo al historial del paciente pero, al pasar a la altura de la primera planta, unas carcajadas enfermizas le impidieron concentrarse en el escrito que tenía delante. Eran unas carcajadas que encerraban oleadas de dolor y desesperanza. Unas carcajadas teñidas de negro.

    Cuando el ascensor llegó a su destino frenó bruscamente, provocando, de esta manera, que los papeles que el doctor H llevaba en la mano cayeran al suelo. Al abrirse la puerta del ascensor, un crujido metálico resonó por toda la tercera planta. El doctor H se agachó para recoger los papeles y, cuando levantó la cabeza, se encontró a casi todo el personal de planta mirándole fijamente.

    -Venga con nosotros doctor- Dijo alguien con voz trémula.

    Tres minutos más tarde, el doctor H ya estaba sentado en frente del problemático paciente. Se encontraban en una sala pequeña y mal ventilada que parecía haber estado cerrada durante mucho tiempo. El personal de planta insistía, una y otra vez, en que no era buena idea que, el doctor H y el paciente, se quedaran a solas pero, a pesar de eso, todas las advertencias fueron ignoradas.

    -Cierren la puerta y esperen fuera. En caso de necesitar algo me dejaré oír- Dijo el doctor H mientras colocaba una grabadora sobre la mesa metálica que tenía delante.

    El sonido de la puerta al cerrarse dibujó una sonrisa en la cara del paciente.

    -Bueno, ya estoy aquí. Explíqueme por qué es tan urgente para usted ver a un psiquiatra esta noche-Dijo el doctor H tras presionar el botón rojo de su grabadora.

    -Buenas noches doctor, me alegra mucho que haya venido. Ni se imagina la magnitud de mi gratitud hacia usted. Lamento haberle roto la nariz a ese hombre pero considero que todo el destrozo que he provocado ha sido un mal necesario. Lo que tengo que contarle es de suma importancia- Afirmó el paciente con la mirada perdida hacía el techo.

    -Usted dirá- Repuso el doctor H.

    -Bueno, veo que no es usted un hombre al que le gusten los rodeos. Su intención de ir directamente al grano me parece lícita. No se preocupe por eso...esta noche tengo la imperiosa necesidad de ir al grano. Lo que ocurre, doctor, es que mi cabeza está a punto de ser invadida por varios personajes a los que les urge manifestarse. Noto una creciente presión en las sienes que me resulta difícil de describir con palabras. Pero lo que si le puedo transmitir con total claridad es que mi personalidad va a ser desalojada de un momento a otro- Dijo el paciente con la mirada aún perdida hacía el techo.

    -Tranquilo, sé lo que trata de decirme. Lo que no sé es si usted ha oído hablar del trastorno de identidad disociativo. Permítame explicarle que...-

    Antes de que el doctor H pudiera, ni siquiera, comenzar la explicación, el paciente pegó un golpe en la mesa, clavó sus extraños ojos negros en los ojos del doctor H y, con voz aterciopelada, dijo:

    -No se equivoque. Estaba usted a punto de explicarme que sufro de lo que antes se conocía como desorden de personalidad múltiple. Pero no es eso lo que ocurre. No pierda usted su tiempo. He leído muchos tratados de psiquiatría. Se puede decir que estoy bien informado al respecto-

    -Entiendo...entonces, según su criterio... ¿Qué es lo que ocurre?- Preguntó el doctor H, tratando de disimular el sobresalto que le había causado el golpe en la mesa.

    -Lo que ocurre es que tengo alma de escritor, pero no escribo. He llevado una vida gris. Una vida muy aburrida. Tan aburrida que, por momentos, creo haber rozado el masoquismo si le soy sincero. Me he dedicado a hacer lo que hace todo el mundo sin cuestionarme si yo encajaba ahí. Trabajo, familia, vacaciones bla, bla. Y ahora...ahora todo está a punto de estallar. Los personajes que nunca llegué a crear me hablan día y noche dentro de la cabeza. Me dicen que les ha llegado su momento y que yo estoy de más. Me dicen que les toca hablar a ellos- Afirmó el paciente antes de recostar su cabeza sobre la mesa.

    PERSONAJE 1

    -Me parece muy interesante lo que está usted explicando. Me gustaría que fuera un poco más preciso y me detallara los motivos concretos que le impiden escribir- Dijo el doctor H.

    -No creo que eso vaya a pasar. Tu paciente de mierda se acaba de ir- Afirmó el personaje 1.

    El doctor H, algo inquieto ante lo que acababa de oír, se acercó un poco más a la mesa y, después de aclararse la garganta, dijo -En ese caso, me gustaría saber con quién estoy hablando ahora. ¿Podría usted presentarse?-

    -No me gusta como hablas, suenas como un puto remilgado. La gente como tú apesta. ¿Te parece buena presentación?- Espetó el personaje 1.

    El doctor H no se inmutó y continuó mirando al personaje 1 como si no hubiera oído lo que acababa de oír. Ante el continuado silencio que se produjo en la pequeña sala, el personaje 1 decidió seguir hablando -Te daré una pista, el libro en el que yo debería haber aparecido se hubiera titulado “El monstruo bajo la piel de Marcus”. Pero tu jodido paciente nunca llegó a escribirlo. Hubiera sido una puta obra de arte, de lo mejorcito que hubieras leído en tu vida. En fin...que os follen a ti y a tu paciente- Dijo el personaje 1 con la ira acumulándosele en la mirada.

    -Por su forma de hablar y por el título del libro, me da la impresión de que las páginas de esa obra hubieran contenido ciertas dosis de violencia. ¿Estoy en lo cierto?- Preguntó el doctor H.

    -¿Ciertas dosis de violencia? Por supuesto que si joder. La gente necesita algo que les despierte y ese algo soy yo. Tengo muchos juguetes para despertar a esos bastardos. Me esfuerzo todo lo que puedo para que no haga falta utilizar ningún juguete, pero veo y oigo cosas que me hacen perder la puta cabeza- Dijo el personaje 1.

    -¿Podría darme un ejemplo de alguna actividad que usted lleve a cabo para que no haga falta utilizar sus juguetes?- Preguntó el doctor H.

    -Tengo un canal en YouTube. Mucha gente me sigue y ve mis videos, pero no es suficiente. Trato de explicarles que la humanidad necesita un cambio. Trato de explicarles que el mundo necesita evolucionar para dejar atrás el egoísmo y la obsesión materialista. Pero, por mucho que explique, la única realidad es que hay demasiado hijo de puta suelto. Demasiada bazofia campando a sus anchas. Este planeta es un lugar sagrado ¿Entiendes? Es un lugar sagrado que está siendo corrompido un día si y el otro también- Dijo el personaje 1 con las uñas de una mano clavadas en la cara.

    -¿Tiene muchos seguidores en su canal de YouTube?- Preguntó el doctor H.

    -Miles. También doy conferencias de vez en cuando. Me pongo traje y corbata y les explico cómo alcancé la iluminación. Les hablo de espiritualidad utilizando palabras amables. Palabras que no me hagan pensar en mis juguetes... pero cuando la conferencia termina y salgo a la calle no puedo soportar lo que veo. Las calles están llenas de fulanas sonriéndole a cerdos sin alma. Mire a donde mire solo veo gentuza viviendo de una forma tan superficial que me hace daño pensarlo. Aborrezco a la puta humanidad con todo mi ser. Es por eso que utilizo mis juguetes, para profundizar un poco y evitar tanta superficialidad- Contestó el personaje 1 justo antes de emitir una risilla casi infantil.

    -¿Y de qué modo utiliza sus juguetes?- Preguntó el doctor H con un oscuro escalofrío recorriéndole la espalda.

    -Te contaré un secreto doctor. A pesar de tu cara de gilipollas creo que entenderás lo que te voy a decir. Hay un velo que separa la vida de la muerte. Lo vi con mis propios ojos durante una noche de difuntos. Es un velo tan fino que nadie lo ve salvo en contadas excepciones. Pero eso no quiere decir que no esté ahí, en realidad está delante de nosotros todo el tiempo. Esperando a que llegue nuestra hora de atravesarlo. Lo que yo hago es ayudar a toda esa mierda de gente a atravesarlo. Pero antes de que lo atraviesen les invito a despertar de sus superficiales vidas y a que comprendan el significado de la palabra profundizar. Y para eso están mis afilados y cortantes juguetes. Para profundizar durante un buen rato en la carne de toda esa chusma- Dijo el personaje 1 que, después de respirar hondo y cerrar los ojos, continuó hablando -No me mires así doctor. Me cansa ver como idiotas como tú se cagan de miedo cuando no debería ser así. Conseguir que la gente despierte del sueño de sus vidas es algo positivo. Y eso es lo que yo hago. Después de un par de horas cortándoles se dan cuenta de que no son ese cuerpo deformado y sanguinolento. De que no son el dolor que sienten. De que toda esa mierda narcisista con la que embadurnaron sus vidas no tiene ningún sentido. Para cuando exhalan su último aliento ya están purificados. Es el momento de atravesar el velo-

    PERSONAJE 2

    -Tengo la certeza de que es usted muy consciente del gran sufrimiento que está causando. Se me ocurren tantas cosas que decir que podríamos estar aquí toda la noche- Afirmó el doctor H.

    -¿Me estás hablando a mí? ¿Puedes verme?- Preguntó suavemente el personaje 2 mientras abría y cerraba los ojos como si se acabara de despertar de un largo sueño.

    Tras un breve silencio, el doctor H se percató de lo que estaba ocurriendo e hizo la siguiente pregunta -¿Con quién tengo el gusto de estar hablando ahora?-

    -Eso mismo me gustaría saber a mi...estoy muy confusa, no tengo una respuesta clara para esa pregunta. Solo puedo decirte que casi he olvidado ya quien fui. Conservo algunos fragmentos inconexos de quien era yo. De cómo era yo. Poco más puedo añadir, me siento tan cansada...- Contestó el personaje 2 con un melancólico tono de voz.

    -Bueno, si tiene lagunas en la memoria, podría usted empezar por explicarme alguna actividad que le guste realizar en su vida diaria- Sugirió el doctor H.

    -Yo no tengo vida diaria. Estoy muerta. Alguien me mató y ya no hay nada que se pueda hacer al respecto. Además estoy agotada de vagar por este bosque sin salida. Aquí no percibo el tiempo con claridad, es como si fuera siempre el mismo instante... no estoy segura de cuando empecé a buscar un camino que me saque del bosque. Cada vez que creo haber encontrado la salida me despierto, terriblemente cansada, en este lugar en el que estamos ahora. Siempre vuelvo aquí. Una y otra vez- Contestó el personaje 2 mirando a su alrededor.

    -¿Me está diciendo que es usted un espíritu y que, ahora mismo, estamos en un bosque?- Preguntó el doctor H mientras se ponía de pie y, con cierto esmero, palpaba una de las paredes de la pequeña sala que aparecía ante sus ojos.

    -¿Acaso no ves la altura de esos árboles? ¿Acaso no oyes el sonido del riachuelo que se esconde tras la niebla? ¿Acaso no percibes el hálito de muerte que me rodea? Cuando estaba viva este bosque siempre estuvo detrás de todas las cosas. A veces, cuando menos me lo espero, recuerdo escenas aisladas de lo que fue mi vida. Y veo, con claridad, que incluso detrás de la escena más banal siempre estuvo la presencia de este bosque. Como una especie de murmullo escondido tras cada objeto, tras cada lugar, tras cada rostro. No creo que entiendas bien de lo que hablo. Lo puedo sentir en tu forma de mirarme- Dijo lentamente el personaje 2.

    -La verdad es que me cuesta entenderlo. Pero tengo la impresión de que no encuentra la salida por algún motivo. Estoy seguro de que debe haber algún modo de llegar a un lugar mejor. No puede ser que eso sea todo. Me gustaría que explorásemos juntos los motivos que le impiden encontrar la salida- Dijo el doctor H mientras volvía a sentarse en su silla.

    -Estoy demasiado confundida para eso. Ni siquiera me acuerdo de las circunstancias de mi fallecimiento. Es como si estar viva hubiera consistido en ver una extraña película y, en algún momento que no recuerdo, me hubiese quedado dormida. Lo único que tengo claro es que alguien le dio muerte a mi joven cuerpo y, como consecuencia de ello, desperté aquí. Por más que lo intento, no soy capaz de evocar mi último instante en el mundo de los vivos...ni como, ni cuando, ni donde ocurrió...aunque en realidad ¿a quién le importa? Todo lo que ya ha ocurrido y todo lo que ocurrirá, en la historia de la humanidad, es una frase escrita en la arena mojada de una orilla. Sin duda esa frase acabará desvaneciéndose como yo lo hice y dará igual. Dará absolutamente igual porque nada importa nada- Dijo el personaje 2 con algunas lágrimas sobre sus mejillas.

    -Por su forma de hablar creo que empiezo a comprender lo que le ocurrió. No puedo estar seguro pero mi intuición me dice que quizás, si mira a su alrededor, puede que encuentre una nota. Es sólo una hipótesis, pero me gustaría saber si hay algún papel al alcance de su vista- Dijo el doctor H con la sensación de estar acercándose a algo carente de luz.

    -Es curioso, tienes razón. No me había dado cuenta de que hay una nota junto a aquel árbol...debo haber pasado muy cerca infinidad de veces. No entiendo como no la había visto antes- Dijo el personaje 2.

    -¿Puedes leerla en voz alta?- Preguntó el doctor H

    -Leer...una cosa que recuerdo de cuando estaba viva es que me apasionaba leer. Era un modo de escapar de los yugos del mundo. Si claro, te la voy a leer. La nota dice así: “Por fin ha llegado el día. La noche ha sido larga, gélida y oscura. A las personas que, en algún momento, lean estas líneas quiero decirles que el amanecer fue precioso. Una leve brisa movía las copas de los árboles mientras el Sol comenzaba a calentar. Sin embargo eso no impidió que la muerte siguiera corriendo desbocada por mis venas. La soga que me va a liberar descansa junto a mis pies mientras escribo esto. No tengo mucho más que añadir. Sólo espero que el suicidio no oculte más sufrimientos bajo sus dulces labios” Concluyó el personaje 2 antes de sumirse en un prolongado silencio.

    -¿Hay alguna firma al final de ese escrito?- Preguntó el doctor H.

    -Si, hay una firma al final de este escrito. Fui yo misma quien dio muerte a mi joven cuerpo. Las líneas que acabas de escuchar las escribí yo- Contestó el personaje 2.

    PERSONAJE 3

    -Ni se imagina cuanto lo siento. Mi intuición estaba en lo cierto, pero tenía la esperanza de que no fuera así- Dijo el doctor H con tono apesadumbrado.

    -Tu aflicción me resulta divertida y jugosa. Es el alimento más dulce que puedas imaginar- Afirmó el personaje 3 con una rara sonrisa abriéndose paso en su semblante.

    -Vaya...parece claro que se acaba de producir un nuevo cambio. Si es posible, me gustaría saber con quién hablo ahora- Dijo el doctor H tratando, en vano, de maquillar su inquietud.

    -Se me ocurre un pasatiempo divertido. Yo te iré dando pistas y tu tratarás de adivinar quien soy. Estoy seguro de que te parece una propuesta interesante- Dijo el personaje 3 que, antes de que el doctor H contestara, continuó hablando -Tengo que confesarte que soy muy antiguo. Mi edad es la edad de la humanidad y, durante todos estos siglos, he disfrutado horrores explorando las tierras del reino humano palmo a palmo. No exagero al decir que conozco cada rincón del reino, con todas las almas que han sido, son y serán, como tú conoces el salón de tu casa. Ante mi presencia el alma humana no es más que pasto ardiendo querido doctor- Aseveró el personaje 3.

    -Con lo que acaba de decir es evidente que, sea quien sea, su salud mental no está atravesando por un buen momento. Eso es algo que salta a la vista- Comentó el doctor H justo antes de ponerse a toser con fuerza.

    -No te pongas nervioso hombre, lo único que salta a la vista es que estás perdiendo tu templanza. Además te equivocas al pensar que no estoy en mi sano juicio, a decir verdad sé muy bien lo que hago. Precisamente soy yo quien les susurra al oído a muchos de esos que la humanidad llama locos. En psiquiátricos como este me rio a carcajadas porque nadie se cree lo que diga un loco. Sin embargo soy yo quien se les aproxima por la espalda y dice cosas como “Ya sabes quien soy y te ordeno que te hagas sangre” o “Aquí estoy otra vez. El único modo de librarte de mí es acercarte a ese y hundirle el cráneo” Y ya te imaginas lo que ocurre ¿verdad doctor? No es difícil de imaginar- Dijo el personaje 3 mientras observaba, con regocijo, como el rostro del doctor H cada vez tenía un aspecto más pálido y descompuesto.

    -Pues no, no me resulta difícil de imaginar. He visto muchas cosas sombrías y sé perfectamente de lo que hablas. No siempre es posible ayudar a los pacientes a salir del negro pozo de la tortura mental- Dijo el doctor H un poco sorprendido por el cariz siniestro de sus propias palabras.

    -Me gusta eso último que has dicho doctor. La retórica deprimente es música para mis oídos. Debes reconocer que tiene mérito lo que hago. Me considero todo un artista que pinta cuadros en el aire. Uno de mis cuadros favoritos es conseguir que generación tras generación os matéis entre vosotros. Me parece un deleite que aflore una generación de dulces bebés, que vayan creciendo y que, tarde o temprano, en algún lugar, surja o renazca una problemática, un conflicto de intereses, una chispa mágica que consiga que esos dulces bebés, ya adultos, se odien a muerte. Entonces estalla lo que vosotros llamáis guerra y yo llamo arte. Al cabo de unas cuantas décadas, de esa generación ya no quedará nadie porque, como bien sabes, la existencia humana es irrisoriamente corta. Para entonces sobre la superficie del planeta ya habrá otra generación de seres nuevos y distintos que, como marionetas movidas a mi antojo, tarde o temprano, en algún lugar, encontrarán motivos para querer matarse- Aseguró el personaje 3 moviendo los dedos de una mano.

    El doctor H había empezado a sentirse mal desde hacía unos cuantos minutos. Al principio pensó que quizás se estaba dejando influenciar por la negatividad de lo que estaba escuchando, pero pronto le quedó claro que no era tan simple. Había más. Y, fuera lo que fuera, acechaba. Aparte de eso, una especie de penoso cansancio, cuyo epicentro estaba debajo del esternón, se le extendía, en oleadas, hacia las extremidades. Las ganas de hablar se le estaban apagando pero, aun así, respiró hondo e hizo la siguiente pregunta -¿Tienes reservada para mi alguna pista más acerca de tu identidad?-

    -Por supuesto que si hombre, hay más reservado para ti. No te sorprendas por esto que te voy a decir pero puedo ver tu mente, y meterme en ella, como si fuera la entrepierna de una ramera. Sé que empiezas a presentir que no soy simplemente un loco que necesita medicación. No, desde luego que no, eso sería demasiado ordinario. Por el contrario empiezas a vislumbrar que hay algo maligno en todo esto. Algo extremadamente feo. Algo que no sabrías explicar con palabras pero que se te está acercando cada vez más. Evidentemente no soy el personaje de un libro que nunca llegó a escribirse ¿verdad? Eso se puede descartar sin miedo a equivocarse. Claro que sí. Muchos hablan de mi sin conocerme, sin conocer mi verdadero poder. Pero muchos otros me adoran, reconocen la belleza de las tinieblas que pueblan mi obra y hacen ritos en mi nombre. Aquellos que me adoran saben que el crucificado está ausente y perdido en la bruma de los siglos. Saben que yo nunca les voy a abandonar. Saben que el número de mi imperio es el 666- Dijo el personaje 3 con una mueca animalesca en la cara.

    PERSONAJE 4

    - Lucifer está condenado a la derrota. Soy una persona muy creyente y, como cualquier creyente, sé que la luz de Cristo prevalecerá- Dijo el doctor H arrastrando un poco las palabras.

    -¿Lucifer? ¿Cristo? No sé de lo que estás hablando, pero tengo algo que decirte. Aquí está ocurriendo algo nefasto y me veo en la obligación de hacértelo saber- Dijo el personaje 4.

    -¿Quién eres?- Preguntó el doctor H con un creciente mareo apoderándose de todo su ser.

    La luz de la pequeña sala donde se encontraban se apagó de repente. Fue entonces cuando el doctor H, sobrepasado por la situación, pegó un grito de auxilio con la intención de que el personal de planta abriera la puerta y le sacaran de allí. Pero la puerta no se abrió. Lo único que ocurrió es que empezó a oírse una especie de murmullo proveniente del pasillo principal de la planta. Era algo muy parecido al sonido del patio de un colegio. Una algarabía difusa que, a veces, quedaba ensombrecida por, lo que parecían ser, lejanos gritos de dolor.

    Espantado por lo que llegaba a sus oídos, el doctor H se levantó de la silla torpemente, provocando, de esta manera, que la grabadora cayera de la mesa y se hiciera añicos contra el suelo. Los ojos del doctor H empezaron a moverse frenéticamente, intentando localizar donde estaba el sujeto que le acompañaba en la sala. Fue entonces cuando, gracias al hilillo de luz que entraba por debajo de la puerta, vio como una silueta se le acercaba lentamente. Después de unos segundos, que parecieron milenios, el personaje 4 se paró muy cerca del doctor H y continuó hablando.

    Y lo que dijo, con voz pausada, fue que sentía no haberse presentado todavía. Que él era un personaje muy secundario de una novela nunca escrita. Que dicha novela, de haber sido escrita, hubiese sido una obra mediocre pero que eso poco o nada importaba y que lo primordial era hablar sobre una maldición que, al parecer, afectaba de lleno al doctor H. Cuando dijo eso, los lejanos gritos de dolor que, de cuando en cuando, se escuchaban fuera de la sala, comenzaron a sentirse más cercanos. La algarabía, por cierto, seguía igual de difusa.

    El doctor H, que se encontraba cada vez más mareado, intentó decir algo pero fue secamente interrumpido por el personaje 4 que, sin importarle lo que su interlocutor tuviera que decir, continuó hablando.

    Y lo que dijo, con voz pausada, fue que el doctor H estaba irremediablemente atrapado. Que nunca podría salir de allí porque la historia estaba condenada a repetirse una y otra vez. Que nunca debió haberse quedado dormido leyendo aquel relato.

    Cuando el doctor H escuchó aquello sintió un intenso escalofrío recorriéndole todo el cuerpo. Acompañando al escalofrío, flotaba un nítido recuerdo en el que se veía a sí mismo en la cama leyendo un relato. Eso había ocurrido la noche anterior. ¿Cómo podía aquel tipo saber que se había dormido leyendo un relato?

    -Lo sé porque ahora estás atrapado entre los márgenes del relato- Dijo el personaje 4.

    En aquel instante el hilillo de luz que entraba por debajo de la puerta desapareció por completo. La oscuridad ya era perfecta y los sonidos que provenian de fuera de la sala se habían tornado insoportables. El personaje 4 continuó hablando -Este texto está maldito y cualquiera que lo lea

    rozando el umbral de los sueños puede perderse en él para siempre. Hay espacio para infinidad de almas aquí. Los posibles personajes son tan ilimitados como la imaginación. Eso es lo que te ha ocurrido a ti. Piensa un poco hombre ¿Acaso eres un doctor? Lamento decirte que en realidad no lo eres-

    -Esto es demasiado, tengo que salir de aquí como sea- Pensó H

    -Un momento ¿quién me ha llamado H? Debe tratarse de una especie de broma macabra. Yo soy el doctor H. No soy simplemente H. No me gusta que me llamen así. Creo que estoy perdiendo la cabeza...estoy demasiado mareado para pensar con claridad. No aguanto esto ni un segundo más- Pensó H justo antes de empujar al personaje 4 y empezar a buscar a ciegas la puerta de la sala.

    -¿Estás seguro de que eres el doctor H?- Preguntó el personaje 4 después de reírse grotescamente.

    Cuando, tras varios intentos, H consiguió abrir la puerta, se encontró, de nuevo, con la oscuridad perfecta. No se veía absolutamente nada. Los sonidos, que segundos antes eran insoportables, habían cesado y el silencio también era perfecto. De pronto, se encendieron, a la vez, las tres velas de un candelabro sostenido por un anciano muy delgado. Alrededor del anciano había mucha gente. En realidad el pasillo estaba lleno de gente de arriba a abajo. Todos miraban hacia H. Todos tenían el aspecto de alguien que lleva tanto tiempo atrapado que ha perdido la noción del tiempo. Parecía un mal sueño sin fondo.

    H comenzó a abrirse paso entre la gente hasta que, a duras penas, llegó a la escalera principal del psiquiátrico. En la escalera también había gente pero mucho menos que en el pasillo. El anciano del candelabro había empezado a cantar algo acerca del origen de una maldición pero H estaba tan afanado en bajar esas escaleras que no le prestó atención. Cuando llegó a la recepción sintió un alivio indescriptible. La puerta del psiquiátrico estaba abierta y se podía sentir el aire frio de la noche. Ya en el exterior, H echó un vistazo a la recepción y se dio cuenta de que la recepcionista seguía allí. Estaba tiesa como un palo y movía una de sus manos en la semioscuridad de la entrada. H reunió las pocas fuerzas que le quedaban y salió corriendo en dirección a su coche.

    Mientras conducía hacia su casa, H comenzó a darle vueltas a lo que acababa de ocurrir. El mareo que sentía iba remitiendo a medida que se alejaba del psiquiátrico, lo cual le permitía pensar con algo más de claridad. Empezó a hacer memoria llegando a la conclusión de que, a pesar de que le hubiera gustado, él nunca tuvo la posibilidad de estudiar psiquiatría y, por lo tanto, no era doctor en nada. ¿Cómo era posible tanta confusión? Con la intención de intentar relajarse, abrió la guantera en busca de algo de música y, al abrirla, vio caer sobre la alfombrilla del copiloto una bolsa de plástico llena de hierba. Por el olor que desprendía aquella bolsa, parecía tratarse de marihuana.

    -Un momento- Pensó H -¿Y si todo esto ha sido producto de alguna droga que he tomado? Quizás he tomado algo que me ha hecho alucinar y aún estoy bajo los efectos de esa mierda. Quizás por eso me siento tan confundido. Si, si, si... debe ser eso lo que ocurre. Todo va a volver a la normalidad, solo tengo que esperar a que pasen unas horas y desaparezca el efecto de la droga. Calma, calma...seguro que mañana me encuentro mejor y recuerdo todo lo que ahora mismo no puedo recordar-

    Media hora después, H aparcó el coche, andó apresuradamente hacia su casa y, tras dar varias vueltas a la cerradura, consiguió abrir la puerta. Tras disfrutar unos segundos de la agradable sensación de volver al hogar, dejó las llaves sobre la mesa del salón y se fué directo hacia la cocina con la intención de prepararse una infusión relajante. Cuando terminó de preparar la infusión, vertió el líquido en su taza favorita, volvió al salón y se sentó en el sofá.

    Mientras bebía dando lentos tragos, H pensó lo que sigue a continuación -¿Que demonios ha sido todo eso? Lo que acabo de experimentar ha sido tan extraño que realmente llegué a plantearme la posibilidad de haberme quedado encerrado en un relato. Llegué a plantearme la posibilidad de estar viviendo un relato sin salida desde dentro. No entiendo como he podido llegar a dudar de que esta realidad sea real. Que tontería...que inmensa tontería haber llegado a pensar de esa manera... ahora me siento mucho más tranquilo...sólo necesito descansar y mañana comprenderé mejor lo que ha ocurrido...todo irá bien-

    Una vez pensado eso, H se levantó del sofá y se dirigió hacia el cuarto de baño situado al lado de su habitación. Ya sólo tenía que lavarse los dientes y, por fin, podría acostarse en la cama y dormir profundamente durante horas. Pero ocurrió algo imprevisto. Cuando H encendió la luz del cuarto de baño, vio que había algo escrito en el espejo del lavabo. Desde la puerta se podía apreciar que no era una simple frase. Más bien parecía un párrafo corto escrito en rojo. Con el cuerpo tembloroso, H se acercó al espejo y leyó aquellas palabras una detrás de otra. A medida que H leía todo iba cambiando brusca y dramáticamente a su alrededor. Las paredes crujieron y desaparecieron envueltas en pesadillas. El suelo crujió y desapareció envuelto en pesadillas. La ducha emitió un zumbido pavoroso y desapareció envuelta en pesadillas. El cuarto de baño se había desvanecido y lo que ahora aparecía, ante los atormentados ojos de H, era la entrada del psiquiátrico. Lo único que tardó algo más en desvanecerse fue el espejo del lavabo que, durante unos segundos, quedó flotando en el aire de la noche. En aquel espejo, además de verse el reflejo del pálido semblante de H, podía leerse el siguiente párrafo:

    La entrada del psiquiátrico, bajo aquella noche sin Luna, no tenía buen aspecto. Los centenarios muros de la puerta principal estaban enmohecidos y el viento arrastraba colillas y hojas secas por el mugriento suelo.
     
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