El último vacio

No quiero aplazar los pasos de ese pequeño dios terrestre
que discute con el agua en el ombligo. Porque la última vez que estuvieron
los árboles con la mejilla sucia, los astros se tornaron amigables, compasivos,
como la despedida que vuela sobre el silencio de los huesos,
o como ese salado aroma de la vertiente de cascabeles.

Aún seguimos en la mesa desperdiciando las últimas gotas de vino
en ese manantial de ovillos de las almas arrugadas.
Pero no siempre fuimos el oráculo de una estrella lejana.
También el insomnio nos durmió las piernas
y la cuarta vejez de los trigales añadió un sorbo de locura.
Sin embargo los caprichos me delatan como grito silencioso,
como fuego apagado en la negra antorcha de lo inexistente,
como fondo de alquitrán donde pisan mis amarras más amables.

Es ahí donde nuestras galaxias se disfrazan con los tobillos
cansados de mi letra muerta,
de la fuga de las golondrinas que torpemente descubren el último vacio
y que desangeladas van como las voces cuando cantan esa aurora.

[FONT=Calibri]Y si el espacio turbio que nos desgana ya murió alguna vez
[FONT=Calibri]por qué los silencios todavía siguen callados.[/FONT][/FONT]