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el último vuelo de superman

Tema en 'Poesía realista (sin premios)' comenzado por jose villa, 8 de Noviembre de 2017. Respuestas: 4 | Visitas: 1090

  1. jose villa

    jose villa Poeta que considera el portal su segunda casa

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    después de divorciarse de luisa
    que había envejecido mal y abusaba cada día más del vodka
    y que no paraba de incordiarlo y ponerle mala jeta
    hasta por el más insignificante motivo
    -incluso echarse media cucharadita extra de azúcar al café
    bastaba para desatar un comentario lleno de acrimonia-
    clark kent, ex periodista y superhéroe retirado
    metió en el maletero de su viejo impala 2004
    un par de bolsos con ropa y enseres de higiene personal
    y salió dando marcha atrás por el sendero de entrada al garaje
    de la casa en las afueras de metrópolis donde había vivido
    los últimos 45 años con su mujer;
    alcanzó la calle, cambió luego la palanca
    de reversa a primera, metió a fondo el acelerador
    y salió cagando leches de aquel lugar; donde, en realidad
    no lo había pasado tan mal;
    era temprano en la mañana del que prometía ser
    uno de esos agradables días soleados de abril
    las hojas de las hayas plantadas a lo largo de las aceras
    brillaban como si acabaran de aplicarles una capa de barniz
    el césped de los jardines frontales de las casas
    hacía pensar en espléndidos picnics a la sombra de frondosos olmos;
    en arroyuelos azules con piedritas doradas reposando en el fondo del cauce,
    y en bellas mujeres ataviadas con alegres vestidos veraniegos
    recostadas sobre la hierba medio borrachas y con el pelo suelto
    clark, sin embargo, no se hallaba precisamente en condiciones
    de apreciar la belleza de aquella mañana
    siempre había sido un tipo más bien dado a la introversión
    y su pasatiempo favorito era sentarse en algún sillón de la sala
    y oír a luisa hablar por horas de cualquier estúpido asunto doméstico;
    nunca se habría divorciado de ella
    de no haber sido porque al final había tenido que aceptar
    que el hecho de que él no se viera afectado tanto como ella por el paso de los años
    despertaba en su mujer una especie de rencor vengativo hacia él
    y la impulsaba a perpetrar una vez tras otra
    aquellos torpes intentos por administrarle pequeñas dosis de kriptonita
    mediante el expediente de diluirla en el café o la copa de whisky al final de la cena,
    revolverla en la salsa del plato de chili con carne que le preparaba algún domingo,
    pulverizarla y mezclarla con el parmesano de las ensaladas
    o incluso en solución al 5% -la más fuerte que podías conseguir en el mercado negro-
    inyectarla en los m&m´s y las barras de snikers que con fingido gesto distraído
    le ofrecía mientras él miraba las noticias de las 9
    (intentos todos ellos infructuosos dado que
    en cuanto detectaba el aumento de radiación en el valor de sus variables hemáticas
    clark sólo tenía que engullir una píldora de peyote oaxaqueño para estabilizarse)

    al atardecer del sexto día del resto de su vida sin la inolvidable luisa
    a unos 1500 kilómetros al este de metrópolis, casi llegando a nashville
    aparcó clark el coche junto a la oficina de recepción de un motel happy days
    y se dispuso a repetir por sexta vez al hilo en aquella fatídica semana
    la simple secuencia de pasos que marcaba el final de cada uno de sus días, a saber:
    salir del coche, entrar en recepción
    acercarse al mostrador, tocar la campanilla, esperar
    decir "hola, buenas, necesito un cuarto" al anodino ente de aspecto irrelevante
    que solía atender al quinto o sexto timbrazo de la campanilla
    -y preguntarle de algún lugar por allí cerca donde sirvieran
    el clásico pedazo de carne rezumando grasa, acompañado con papas, café y helado-
    anotar su nombre, dirección, dar número de tarjeta
    recibir la llave del 75 "en el segundo piso, las escaleras
    están al final del edificio, saliendo a la izquierda"
    volver al coche, aparcarlo junto a las escaleras
    subir al jodido cuarto, desnudarse, meterse un rato bajo la regadera
    abrir la botella de whisky, sentarse en la silla de plástico frente a la ventana cerrada
    dar un buen trago, empezar a llorar como un estúpido adolescente hundido en el desamor
    y acabar tirado bocabajo en la pisoteada moqueta a las 2 de la mañana

    al atardecer del sexto día de su deriva hacia el este
    a unos cuantos kilómetros de nashville, capital mundial de la música country
    después de aparcar el coche a un lado de la oficina de recepción
    del happy days -una estrella y media- de henderson road,
    decidió clark introducir una pequeña variación en aquel puto script de mierda que
    regía ahora el curso de sus vacuas y extraviadas jornadas;
    a tal efecto abrió el maletero y procedió a hurgar en uno de los bolsos,
    hasta encontrar aquella legendaria capa roja de algodón reforzado con fibromalla de kuarzón
    -un puto metal sintétizado por jor-el años antes de que todo se fuera a la mierda-
    que llevaba ya 15 años sin colgarse al cuello;
    cerró luego el maletero, sacudió la capa, se la echó sobre la espalda
    se la enganchó al cuello asegurándola con las correas remachadas con velcro
    y echó a correr acto seguido hacia henderson road
    llevando los brazos extendidos y ligeramente levantados,
    y sintiendo cómo ya las piernas no le respondían igual que antes
    cómo el puto corazón le retumbaba igual que una matraca,
    cómo el viento ya no lo envolvía entre sus brazos para arrancarlo del suelo...

    el anodino ente de aspecto irrelevante que fungía desde hacía un par de meses
    como administrador general del happy days -una estrella y media - en henderson road
    dijo al ser interrogado por la policía
    que él no se había percatado de ninguna maldita cosa
    que él además llevaba por lo menos ya medio año
    sin meterse ningún clase de mierda en el cuerpo
    -"estaba dentro de la puta oficina, viendo spiderman contra el doctor pulpo en netflix"-;
    que el tipo con la capa roja que había quedado hecho papilla sobre el asfalto de henderson road
    aplastado cuando al parecer había intentado cruzar corriendo la calzada
    por un camión de 18 ruedas que transportaba cajas de carne refrigerada
    no estaba hospedado en el motel, ni él lo había visto nunca:
    "escuché sonar un claxon, luego un brutal rechinido de neumáticos
    después un fuerte golpe y cuando salí a ver qué demonios pasaba,
    me encontré con el hombre allí embarrado sobre el pavimento
    las gafas intactas a unos metros de distancia, un zapato por acá, un ojo rodando calle abajo

    y las putas tripas chorreando sangre sobre esa ridícula capa del todo-a-dolar"



    .
     
    #1
    A danie, Oncina, LIBRA8 y 1 persona más les gusta esto.
  2. Rosario Martín

    Rosario Martín .

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    Genial...
     
    #2
  3. LIBRA8

    LIBRA8 Invitado

    Excelente prosa, Villa..
     
    #3
  4. Oncina

    Oncina Têtard terrible

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    Me ha enganchado de principio a fin.

    Un saludo cordial, Oncina.
     
    #4
  5. danie

    danie solo un pensamiento...

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    ...y así cagó superman, bueno Marvel lo mató de otra forma más sangrienta, pero bueno había que matarlo; y entre Marvel y tú, me quedo mil veces más con tu estilo. jejeje

    un abrazo.
     
    #5

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