El Vals del Miserable

En esta habitación tu recuerdo
ya no hace sombra,
se desmaterializa,
y el tiempo de no tenerte pasa
arrodillado y cantando
un vals que nadie conoce,
pero que muere en las
comisuras de tu boca.
¿Se repetirá lo que fuiste:
las noches contando los
gatos que pasaban,
recelosos de nuestras
miradas, por el filo
de nuestros dedos, el frío
soneto abrigando mi cigarro,
nuestras mejillas afilando
la necesidad de acariciarnos?
Como leña seca yo tirado,
debajo de un puente que
simboliza café y moscas,
que también siente el ¡Jesús!
de la soledad y el amianto
de estar sin amor.
Quiero morir,
que un perro de tu ausencia
me devore el corazón,
que un licor barato beba
mis venas;
y gritar que si creíste
que mentía al decir Te Amo,
debes saber que tú hacías
que yo crea en mis mentiras.

 

Bienvenido a la casa, te escuchamos, gracias por compartir tu trabajo.

Con tu aval, dejo lo que mi pupila percibió.



Las heridas del desamparo son más punzantes
cuando esparcimos sobre sus bocas mucha sal,
permitamos que los afectos circundantes
las laven con su cariño y devoción,
caminando por senderos de armonía
respirando brisas de Fe y libertad,
si lo que amamos, nos abandona cualquier día
no cortemos su vuelo de búsqueda,
amarrando su amor a nuestro antojo
si hubo falsía en el verbo, al conjugar,
quizás la vida lo retorne
planeando en alisos de añoranzas
buscando ese nido abandonado tiempo atrás.