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El viaje de Macaya

Tema en 'Fantásticos, C. Ficción, terror, aventura, intriga' comenzado por tyngui, 12 de Enero de 2020. Respuestas: 0 | Visitas: 460

  1. tyngui

    tyngui Poeta que considera el portal su segunda casa

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    Luego del brindis con los amigos de toda la vida, Diego García, más conocido como Macaya para sus amigos. Marchó con los demonios y fantasmas de su mente que generalmente hacen que su alegría mediata quede trunca. La tragedia lo viene asediando desde hace un tiempo y no concibe desconectar de su angustia. Hace unos días que su mente ha sido invadida por una serie de imágenes confusas que más allá de todo le han deja un vacío insoportable. Pero a diferencia de otras circunstancias, todo esto le generó una rara expectativa. Algo inusual que avivó su interés que desde hace un extenso lapso nada lograba inquietar.

    Al salir de la heladería subió a su auto luego de abrazos y muestras de cariño verdadero. Continuó por Emilio Castro con una sonrisa difusa en su rostro. No había mucho tránsito y embargado de soledad repentina, apretó el acelerador con desquicio. Comenzó a pasar semáforos en rojo sin importarle las consecuencias. De pronto la sirena policíaca por detrás, la retrovisión de su espejo le advierte que son tres las patrullas que lo siguen de cerca. Acelera aún más, luego de largar una carcajada nerviosa. Sintió un frío repentino que le hundía los pómulos y le arrojaba el cabello hacia atrás. Al observar el velocímetro percibió que indicaba 370 kilómetros por hora y sumando, viendo el espejo de su derecha veía como los policías iban apequenándose y el sonido sirénido se apocaba. Delante del volante las luces tomaban una forma tubular de manera espiralada con círculos imperfectos, el registro del cuentakilómetros era indescifrable. Asimismo su cabeza creaba paisajes y formas indescriptibles.

    Diego cerró los ojos por unos segundos al darse cuenta que no podía dominar su automóvil. De pronto se encontraba en una habitación cubica con fragmentos de invisibilidad inanimada. Parecía estar solo su mente en aquel ambiente extraño. Sintió la necesidad de girar la mirada hacia atrás, extrañamente sin movimiento aparente, logró este efecto solo con pensarlo. Los recuerdos de toda realidad hasta ahora conocida por él mismo se iban diluyendo. Sin embargo un pensamiento repentino se apoderó de él, pareció presentársele a través de una serie de energías inactivas, generada al parecer por un pozo del tiempo que le proporcionó la cruel facultad del no equilibrio. Viajando sobre velocidades de un tiempo cuántico desarrollado por la propia fuente de pensamientos de su mente. Un atisbo de antigua realidad le proporciona el recuerdo de viejos recursos para paliar su angustia letal. En su micro viaje al pasado descubre y siente que la soledad es el reflejo del dolor y no quiere estar solo ni un solo instante. Escucha música en todas las oportunidades posibles y habla con cualquier desconocido para atenuar su desesperanza. Antes de salir de su estado cuántico emocional percibió a través de un paneo, con gran estupor toda ausencia de realidad conocida para el ojo y el pensamiento humano.

    De alguna forma logra retener su esencial manera de pensar, a pesar de que es consciente que su pensamiento lo alojado en una especie de cuarta dimensión dominada por el tiempo.

    Avanza hacia la nada transigiendo un poco tal vez cambiando los rasgos de algún sentido perdido.

    Mientras las imágenes pasan velozmente a través de él, cita un viejo relato anónimo, que repite una y otra vez. Como si fuera el padre nuestro para no irse más allá de sí.

    Detrás del silencio no hay nada, solo la despersonalización de un ser abstracto.


    Cuento los pasos y sigo mirando en la misma dirección.


    Desde los cuentos de mis sueños, jadean hologramas en mi mente.


    Percibo un extraño entusiasmo en las manos, como queriéndolo todo.


    La noche está cerca, sus ojos presumen insinuantes, dilapidando el tiempo.


    Todo es imperfecto, cada tramo cercenado, toda ofrenda es maldita.


    No entiendo al estupor dieléctrico, que se ha llegado hasta mi gesto.


    Solo sabré de mi cuerpo, cuando despierte a orillas de un reflejo invisible.


    Citan las campanas siniestras, infinitas imágenes de figuras perversas.


    Quizá solo esté buscando un relato, que desdibuje la fuente de mi vacío lírico.


    Acabaré juntando palabras, instantes indefinidos de aventuras celestes, absurdas.


    Me hundiré en un tiempo cruel, híbrido, disperso, que me ha delegado el nihilismo.


    Rasgaré los muros cárnicos de mi realidad mórbida y mirándola de frente, sabrá que es mía.


    Luego de repetir incontables veces aquel relato, vuelve a sentir el placer de una empanada de carne en la Corvina muerta junto a sus amigos.
     
    #1

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