El vidente, el peregrino

He llegado a un paraíso
ante el cuál,
valdría la pena descalzarse.

Peregrinar
con el tacto de los pies desnudos;
a través de sus pinos y encinares,
llegando hasta el filo azul de sus montañas
y otear de allí
el horizonte más límpido que pueda ser imaginado.

El aire tiene olor a nuevo
y no alcanzan los pulmones para respirarlo.
Duele sentirse así de vivo y así de sano.

He llegado a un paraíso,
donde el cenzontle canta como estrella de la tarde
y la alondra compañera,
es la primera luz de la mañana.

Valdría la pena descalzarse,
andar sin tregua por sus veredas;
que bien se sabe,
conducen siempre al infinito.

 

¡Claro que es duele sentirse vivo y sano cuando uno disfruta de los pocos lugares paradisiacos que quedan en la Tierra!, esas manchas verdes que ya apenas se ven desde el espacio, acostumbrado como está a vivir contaminado. Tu poema, camarada, es puro oxígeno y hierba y bosque. Un abrazo ecológico

 

Muchas gracias por tu mensaje, amigo durruti.