Elegía a mi madre

Quisiera decirte tanto
pero tus oídos
no son de esta tierra,
y el aire será mi mensajero,
la lluvia su recadera,
que recojan
mi declaración de amor,
cuando se han clausurado
las puertas.

Fuiste generosidad y entrega,
carácter algo infantil
que se ilusiona con todo,
que todo le emociona,
sin grandilocuencias.

La sonrisa de tu rostro,
Leonardo la quisiera,
pues era un arco iris
que tras la tormenta
se revela.

Tus manos quedaron vacías
de tanto que distes tú
y no quedó para ti,
ni la salud, ni la coherencia;
te perdiste en el laberinto
de la demencia.

Te has ido sin queja alguna,
sin reclamo hacia la vida perra;
en silencio, para no estorbar,
como era tu lema y enseña.

Ahora descansas entre los tuyos,
los padres que tanto amaste,
que con tanta abnegación cuidaste,
y que incluso entre tu delirio,
su presencia fantasmal buscaste.

Acuérdate de mí,
si en el polvo hay memoria.
Déjame un lugar ahí
para que pronto nos reunamos,
pues sin ti, el motor de mi vida,
la señal que me guiaba,
mi espíritu se va apagando
como linterna vacía.