En el ombligo de la luna (Acto 3: Anahuac)

Fuera garduño o asesino moldeado en esta tierra,
o un discurso vacío escrito en tinta rojinegra
cubriendo de oscuridad incierta el limpio cielo
en que solo la impasible mar se reflejaba.

Oh, tus hijos anhelan contemplar el alba clara,
a la llegada de la luz le esperan los gemelos.

Pero todo estaba desierto y de esto surgía el todo:
verborrea de conceptos, estrellas, peces y poros
de las piedras de moler en que se entremezclaba todo.

Y tras varios intentos y hecatombes, palpitaban
la paradoja, Quinto Sol, el Fuego Nuevo, Ometeotl;
y dio cara finalmente al vaivén del equinoccio
el imperio ingenieril de nuestra frágil raza humana.

Asentamientos, triple alianza, matanzas y traición,
Guadalupe viste de oro y se iza en un bastión,
oligopolios, desposeídos, relincha la revolución.
La necesaria incertidumbre de la democratización.

Es esta la región que por grande es abstracta,
del águila metafísica postrada en su silla,
flamea un pigmento cardenal de nochebuena
tiñendo códice y mural con cochinilla.

Fuego diametral en que el Cosmos se columpia,
cruel cárcel del cambio, ciclón de los lamentos,
tumulto sublevado del que surge el movimiento,
brutal motor inmóvil, devoradora de criaturas:

van calaveras danzantes
y alebrijes el Día de Muertos;
vuelan pétalos al aire, libres,
del cempasúchil floreciendo.​