En La Lejania

En la lejanía de un sentir se van los suspiros, se tejen redes de sentimientos sin querer estarlos sintiendo, se sonríe solo con el pretexto de darle sosiego a un corazón; que en silencio habla, a un sueño que de día solo irradia ternura, calma y nobleza. En la lejanía de un eco se vislumbra un momento para callar lo que rasga la suave piel del querer, lo sereno de un adorar que en la letanía del vaivén del viento, sabe que es ese su más grande tesoro…lo que calladamente lo hace palpitar en medio de mausoleos verdes y turquesas, como azucenas y girasoles, alumbrando el caminar de algo que está; no estando y que espero no demostrar porque podría herir de muerte un nexo especial y de azúcar que empieza a recién entenderse.

En la lejanía estaría loco aquel que penetrara el más sublime pensamiento, aquel que invadiera los sueños más íntimos, esos mismos sueños que se esconden junto al temor, en el letargo de la noche, para no emerger y dejarse ver tan desnudo; que pudiese parecer un espejo azul, en donde los niños logran hablar con sus figuras de algodón, donde las almas se salpican de arreboles de tintes varios, donde todo lo que se desee con el corazón abierto se puede alcanzar, tras el chasquido de los dedos que anhelan entrelazarse con las manos que no se hayan, pero que si se encontrasen encenderían las sonrisas que están en mengua, aquellas mismas que tiempo atrás parecían ser las compañeras de las hadas, de los elfos y de la luna más grande, en fase llena.

En la lejanía de una voz, se mueve la melodía de una emoción que se siente a flor de piel, pero que no evoca ser amado, solo se presenta como una puerta, una gran abertura para que las carcajadas se desboquen y llenen de magia cualquier lugar, en lo real o en la fantasía pletórica de un querer que se empieza a llenar, como las abejas cuando dan tope a su panal, como las mariposas multicolores cuando rompen su capullo y son libres, libres para volar, para mostrar su esplendor. En la lejanía las angustias de querer botar rocíos, de ansiar aquellas manos, aquellas caricias, aquellos besos furtivos que de noche se asoman al querer.

En la lejanía de la cercanía, el reloj pretende encajar en una cúpula de arena, así como intentando acorralar a la flor más bella y sutil que haya encontrado en el jardín de la vida, para bañarla con la más hermosa sensación de lo que es amar, lo que paso a paso se convierte en una arraigada necesidad de ilusionar lo que sencillamente no llegará a ser. En su mundo sí existe y ahí se queda, para que no duelan los labios por no poder siquiera besarte, para que las manos no quemen al no poder experimentar una caricia esporádica e ingenua.

En la lejanía se encuentran los sueños de ese espectro aguamarina que recorre los senderos aquellos, donde los sauces eran erguidos y fuertes, y espléndidos y hermosos, donde muchas veces dormí segura, como cuando era una niña y llenaba de vida la pradera, esa misma niña que hoy regresa a mi mundo y me reclama haberla descuidado, haberla dejado tanto tiempo entre paredes frías y llenas de temores, como los que hoy en retrospectiva me invaden, y no me dejan plantar mis pies en un suelo verdoso y firme.

En la lejanía corro desnuda por tu muelle desolado, grito tu nombre y ni siquiera un soplido de esperanza se posa sobre mis ansias, camino y enloquezco por ciudades multicolores, tratando de conseguir ese diván que me lleve hasta ti, encontrar tal vez, las golondrinas entonando la más sencilla canción de amor, porque saben que estás cerca y que quizás podrías escuchar lo que en su trinar quieren decir (…) pero desperté súbitamente y miré a mi alrededor…sencillamente no estabas y quizás nunca lo estuviste o tal vez sí, no sé quién puede darme la realidad de eso, sólo entendí que será en la lejanía de una fragancia lila donde más tarde que temprano podré contigo estar…

 

Que ese amor este cercano, hermoso escrito, besos.Pato.