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En la pandemia aprendí que...

Tema en 'Prosa: Filosóficos, existencialistas y/o vitales' comenzado por Piedad Acosta Ruiz, 4 de Julio de 2021. Respuestas: 1 | Visitas: 353

  1. Piedad Acosta Ruiz

    Piedad Acosta Ruiz Poeta recién llegado

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    En la pandemia aprendí que...

    En lo más sencillo y trivial se encuentra la esencia, pero somos demasiado complicados para entenderlo y decodificarlo para transformarlo y sacarle ventaja.

    Nadie es lo suficiente honesto como se piensa o piensan los demás.

    Los que más hablan de honestidad y verdad, son los que más adolecen de éstas.

    Toda peste o depredador deja algo de la planta o de la especie, nunca la depreda en su totalidad, debe asegurarse de la existencia de su hospedero para garantizar su supervivencia.

    Nada es infalible, hasta la tecnología falla.

    Para resistir el dolor de lo que ves en la calle te vuelves sordo y ciego.

    Lo que vemos a diario, por hermoso y perfecto que parezca, pierde su encanto cuando nos acostumbramos a tenerlo cerca, por ello otros se maravillan de lo que posees, mientras tú lo observas con indiferencia; alejarnos y apartarnos durante algún tiempo de nuestras rutinas nos enseñan a valorar la vida y lo que hemos acumulado, porque la vida es acumular, saberes, pertenencias, aunque nacemos desnudos y partimos vacíos, no hay nada que se parezca más, que los dos extremos de la existencia.

    Siempre habrá quien nos acose, si no lo hay, lo haremos nosotros mismos, por naturaleza nuestro peor enemigo somos nosotros mismos; nos gusta sacar a relucir nuestras debilidades, miedos y limitaciones, eso es lo que nos impide ser grandes en la vida, es el secreto que han descubierto los triunfadores y han sabido retarlo.

    De nada ni nadie nos podemos fiar.

    Todo miente, las cosas no son como las percibimos, no existe verdad universal, somos lo que hemos percibido con los sentidos y la suma de ellos, ha creado nuewstra historia personal, cuyo grave error es que hemos tratado de generalizar, cada uno, cada ser, es una hitoria y vivencia diferente en el planeta en su justo momento y espacio.

    A veces no vivimos nuestra real historia sino la ficción que hemos creado para sobrevivir; la pandemia nos puso al desnudo, nos sacó todos los miedos, males, falencias y diablos que teníamos escondidos; a veces actuamos como fieras cuando nos vemos atacados en nuestro propio territorio o existencia.

    Estamos buscando lejos de la tierra porque ésta ha ido perdiendo todo valor para nosotros, cuando nos sentimos culpables por todo el daño que le hemos ocasionado.

    Nos cansamos de buscar fuera lo que nos da miedo encontrar dentro.

    Entre más nos hayamos en muchedumbre, más solos nos sentimos, así como llenamos nuestra vida de cosas inútiles, es el hueco que deja la despersonalización del capitalismo.

    Mantenerse actualizado en la pandemia, es enfrentarse a noticias trágicas, a la domesticación estatal y a perder la salud mental.

    La pandemia nos robó la parte humana, el beso, la caricia, la mirada, la sonrisa, la socialización, la tertulia, el diálogo, la camaradería, la compañía, el acto creativo, los hermosos jardines, las risas, el parche, el sueño, el beso, la confianza, la seguridad, la certeza, la autonomía, la búsqueda; cada vez estamos más aislados , despersonalizados y bajo el interrogante de la sospecha; no se sabe cuál guerra deja más secuelas, si la de los proyectiles, bombas y fusiles o la que invisible llena los hornos crematorios y cementerios sin derecho con nuestros muertos a velarlos, despedirlos, mirarlos en el féretro, tocarlos y decirles adiós; el duelo como ritual esencial en la existencia humana se ha perdido.

    Fuimos creativos hasta que caímos en las garras de un celular y de las redes sociales, ya no pudimos contemplar un cielo estrellado sin maravillarnos y perdimos el tiempo para nosotros y los demás.

    Nuestro peor enemigo somos nosotros mismos.

    Ya no sabemos escuchar, no tenemos tempo para mirar al otro y escucharlo, cortamos la conversación; de entrada creemos entender o adivinar lo que nos quieren decir, ya no observamos, ya no creamos, ya no hay grandes comedias, películas, guiones, cortometrajes, obras literarias, obras plásticas; la rutina, el plagio de la red, todo lo ha invadido; el escritor necesita espacio, tiempo ¿acaso no es el ocio culto?

    El psicólogo, el psicoanalista, el médico, el experto y especialista necesita dialogar, entender el mensaje no verbal de su cliente, de su paciente, la atmósfera del diálogo y la interacción, pero ahora todo es virtual y por eso todo el proceso ha quedado a medias sin un resultado profesional.

    ¿Volver, no volver a la presencialidad; el Estado me cuida, el capitalismo sobrevivirá a la crisis? son la sombra o el esqueleto que deja la pandemia, su osamenta, unido a una ola de pobreza, Estados y gobernantes débiles que acuden a la violencia para sostenerse y huérfanos por todas partes, y cientos de variantes de la peste que parece haber llegado para quedarse independientemente de la vacuna.

    La desesperanza se apodera de la gente en la peste, disminuyen los embarazos, los bancos se hacen más tacaños, sólo los más pobres extienden los brazos de la solidaridad.

    Cuando el pueblo protesta, termina haciéndose daño así mismo, acaba con los bienes y privilegios que le costó años de lucha y trabajo para arráncarselos a las burguesías y gobernantes, y después de llegar un nuevo poder, éste se corrompe y empieza la lucha para demoler sus estructuras corruptas.

    Siempre habrá corrupción porque el poder corrompe, la ambición del hombre es voraz e ilimitada.

    Cuando la plata escasea, el crimen y demanda estatal se hacen horrorosos, la vida pierde el valor, la inseguridad se apodera de todos y nos asaltan los fantasmas de los miedos interiores; el aislamiento y depresión no tardan en hacerse esperar.

    Nos acostumbramos al mundo virtual y pasivamente asistimos al mundo físico que otrora nos acompañaba sin poderlo disfrutar.

    Somos más efímeros y vulnerables de lo que pensábamos.

    Cuando la madera se pudre en nuestros solares y acequias, nos recuerda que ya nos hacemos viejos, que hemos cumplido un ciclo.

    Las aves rondan y los roedores porque les hemos dejado el banquete de nuestras migajas, pero también tienen derecho a ello.

    Nunca des por sentadao nada, todo es relativo, solo confia y estés seguro en lo que puedas hacer, pero recuerda que no eres de hierro y perfecto y puedes fallar.

    La pandemia nos limitó espacios, espacios y vacíos que la inseguridad, el peligro empiezan a asechar.

    Todo lo debemos supervisar y controlar, un descuido y el edificio de los sueños ante nuestra mirada impávida, se echa a derrumbar.

    La humedad todo lo invade, todo lo echa abajo, antes de construir, recuerda que si estas en el trópico, ella entrará a tu hogar por capilaridad.

    Nada es gratuito, todo tiene un precio y sacrificio en la vida.

    La vejez será según lo que hayas cosechado en tu vida.

    Los animales y las plantas son más inteligentes de lo que pensamos, siempre están allí para nosotros y nosotros los torturamos y sacrificamos y deforestamos y después nos lamentamos.

    Hemos dejado de ver lo pequeño por mirar lo macro.

    No estamos solos, el universo nos acompaña y sorprende cada día, pero solo miramos lo que nos interesa y afecta.

    Somos la sal de la vida, la existencia es una parcela efímera, se extiende hasta donde fenecen nuestros días; hay un universo infinito con todos los seres que la han habitado como energía transformada y renovada, nada ha desaparecido en el planeta, esta allí como energía con su memoría e historia.

    El miedo al virus nos limitó para disfrutar del universo y sus criaturas.

    Somos efímeros, todo llega y se va, hay que disfrutarlo antes de que se marche.

    Estamos tan llenos de todo, que nos habita el vacío de lo esencial.

    Siéntate y háblale a los animales y a las plantas, no te limites a hablarles a los fetiches.

    Descarga cada día lo tóxico para que mañana te levantes renovado, camina, camina, respira, aun estas vivo, ten fe en algo, en todo y los milagros te harán grande tu existencia.

    Lo que inviertas en servirle a la humanidad, te llegará multiplicado, serás millonario y feliz; la pandemia es un alto en el camino para repensarte y bajarle la velocidad al coche que transitas por la vida.

    Llama hoy a alguien que marcó tu existencia en el pasado, visita los lugares de la infancia, recorre la tierra y las charcas descalzo, camina acompañado con tus mascotas por los lugares que sientas temor, deja tu estomago vacío un tiempo para disfrutar de un buen plato, hay que sentir el vacío para valorar lo que nos llena.

    Mímate, mima a los seres que amas, ayuda al necesitado, y tu corazón se henchirá en tu pecho de alegría.

    Trabaja sin descanso y luego duerme como un bebé, los opuestos y extremos son adrenalina para hacerte sentir vivo.

    Siembra, siembra buenas ideas, semillas, plantas, proyectos, haz cada día algo nuevo, muchos partieron en la pandemia sin regreso, eres un sobreviviente de la peste; sé cómo un enorme roble, donde muchos puedan reposar y descansar.

    Has algo nuevo, rétate, deja rutinas, ama la vida , la gente, los espacios, todo ello eres tú, esta experiencia de la pandemia te ha hecho fuerte, por algo no fuiste escogido para poblar cementerios; quedaste vivo para dejar huella y hacer algo grande ¿Qué esperas? recuerda que las grandes obras empiezan con pequeñas acciones, sueña y hazlas realidad; el mundo no lo cambian los demás, lo cambias tú, sé el camino que inspire a los demás para ser recorrido y hacer otros caminos para explorar las maravillas de la vida, el dolor libera, el dolor y el sufrimiento hacen al hombre grande.

    Eres un gran Ser, renuévate cada día espiritual y materialmente, algo maravilloso ocurrirá en tu vida porque tú lo quieres, lo has decidido y lo realizarás.
     

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    luna roja Princesa de fuego

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    muy buena reflexión
    un placer leerte
     
    #2

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