En sus brazos

Yo no busco sus ojos y tampoco les huyo,
estoy preparado para la cacería.
Es totalmente absurdo escapar del futuro
cuando ha subrayado páginas en tu guía.
Si de pronto las nubes bajan para llevarme,
con manos extendidas, aceptaré con calma
sin guardarle rencor ni preguntar hacia dónde,
con cierta vehemencia y un pellizco en el alma.

Cuando la muerte me visite, no llores mi nombre entre tumbas.
Hay cosas peores, hay cosas más duras.
Continua viviendo sin mirar atrás.

Viajaré a lomos de la brisa, sumido en la paz que otorga el tiempo.
No quiero ver mojadas las camisas, ni siquiera servir de alegre recuerdo.
La dama blanca acecha, no se puede contener.
Lo veo en su mirada, mi vacío quiere poseer.

Y yo la espero de pie, la espero de pie
No le tengo miedo, no tengo por qué
Yo la espero de pie, la espero de pie
No le tengo miedo

No merece halagos mi persona, soy tan solo un residente más
vadeando el cauce de las horas con la maquinaria a punto de arrancar.
Mecerán sus manos mi figura y en sus brazos me acurrucaré.
Arropado, el olvido siempre dura. Si no se presenta, yo jamás me iré

Cuando las campanas se dupliquen, no temas por mi paradero.
Muchos más se perdieron, no seré yo el primero.
Evitar hablar de ello es signo de equivocación.
Miremos sin complejos la cara de la defunción.

 

La preciosa maravilla de la obra excelente de sublime inspiración.
Jorge Lemoine y Bosshardt, "Estrella Máxima" de Mundo Poesía.