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Encontraste alguna vez mi casa

Tema en 'Poemas Melancólicos (Tristes)' comenzado por manuel flores pinzon, 14 de Junio de 2010. Respuestas: 0 | Visitas: 368

  1. manuel flores pinzon

    manuel flores pinzon Poeta fiel al portal

    Se incorporó:
    21 de Enero de 2007
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    Género:
    Hombre

    A modo de escapar registro tus historias,
    una a una en un trance que la luna mira discreta en la ventana,
    con la música cubriendo el fondo tapizado con una lagrima,
    y mis dedos al borde del colapso de un grillo a la media noche,
    venias desde lo alto de la montaña por donde baja el rió y se junta con la humanidad,
    al desierto de toda mi piel yerta atravesaste con tu sed,
    abandonaste tu casa, la de el fuego que alumbra el mundo para venir a caer
    alada al pleonasmo de mi noche tótem.

    La estrella que alumbra mi cara era mi madre, y en ella, y sus brazos
    y su luna al borde de mi tristeza dormía hasta aparecer el día,
    y tocabas la puerta cuando me hería con saetas el fuego de tu casa al amanecer,
    sabia que venias de tan lejos a posar para mi, solo para mi,
    sin embargo no deje la punta incrustada en mi pecho que baña la sangre,
    ni el olvido mi país vecino al cual emigrare ya casi.

    Sanaste mis heridas en mi propia casa,
    mis ojos son tuyos como de la noche la luna,
    y mi sangre es parte de tu cuerpo extraviada,
    es la música de mi violín que escapa con tu voz
    soy al punto exacto cada uno de tus minutos que me diste,
    estas en mi recorriendo como veneno la el foso interno de mi cuerpo,
    escapando a veces por mis manos que mojan el papel.

    Te escapaste del escrutinio del viento y viniste a merodear mi choza,
    encima de ella vigilaba un halcón negro y ojos de hombre,
    iluminaste lo obscuro con la faz de tu cabellera hondante,
    tu mano dio movimiento a las rocas y tu suspiro revivió a los muertos,
    tu pie de moisés abrió el mar para que te adorara y bendiciera,
    tus ojos anidaron en la galaxia y prendiste la noche con el aura,
    y mi honda amargura la enjaulaste anestesiada.

    Tus ojos son los dardos que duermen los músculos de la noche,
    esos diamantes que al sol se le parecen en finura,
    ibas por mi sombra corrompiéndola al éxtasis de una flor salvaje,
    dominaste por una época terrestre todos mis sentidos,
    el gusto no era gusto si no te miraba caminar sobre las flores,
    viendo como el día no te lastimaba con su luz,
    hondo de alegría suspiraba bañado con tu nombre.

    Te amo a modo de consecuencia que me da el anochecer,
    una lontananza que un viajero siente en medio de la mar,
    con un millar de peces como únicos amigos,
    y su tristeza hipertrofiada muy anclada,
    te partir un día soleado de abril,
     
    #1

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