Entre el medio día, una taza de café y ese no quiero.

Al medio día vuelvo a ser yo
el que piensa en hondo
el que derrama trementina azucarada.
Al mediodía me vuelve a rondar la abeja
esperando la poca de miel.
Me miro las manos y me doy cuenta que se han vuelto diferentes
son rígidas, tensas...,
parecen un claxon de camionero, con su nota aguda y estridente.
Cualquiera pensaría que se me ha muerto el alma entre cajas registradoras,
pero no, no es así.
Sólo se han agotado los minutos
y vuelto estalactitas de miel, tantos susurros postergados.
La luna se ha tenido que volver paciente
y su eterno embarazo de conejo lo agradece;
y yo sigo aquí, derramando el café sobre el tablero,
queriendo decir algo que no quiero
para decir que quiero,
que no me agobia el alma la deleznable empresa
que me conservo puro e inmaculado
ante el asedio fiero y altanero
del más que poderoso caballero.
Queriendo decir algo que no quiero
como que, "no me olvides"
para decir que quiero
que me tengas presente intensamente.

Y en este minuto vaporoso
que le robo al café tras la comida,
me vuelvo casi aroma
intenso aroma
o mermelada de anís
(algo ebria y perfumada).

Al medio día vuelvo a ser yo solo unos cuantos minutos
viene la abeja seguida de la mosca para lamer mi huerto
el ojo que me lee escruta las manchas como moscas de mis dedos punteados.
Y yo, sintiendo que no muero...,
cuento y hablo el lenguaje del mudo
diciendo que no quiero
para decir que quiero.
Que te quiero.

 

Interesantes líneas Melquiadas.

Gracias por compartirlas.

Saludos.

 

Saludos paisano. Un placer hallarte por aquí.
Abrazos