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Episodio fatal de una anciana

Tema en 'Clásica no competitiva (sin premios)' comenzado por Monica M, 29 de Septiembre de 2012. Respuestas: 0 | Visitas: 619

  1. Monica M

    Monica M Poeta recién llegado

    Se incorporó:
    29 de Septiembre de 2012
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    Día tras día pasar lentamente
    y en el portal de una casa recostarse,
    se ve a una anciana de mirada ausente,
    trastornado su cuerpo, compungido su semblante.

    Con mirar tembloroso y deseos agobiantes
    quisiera abrazar los moradores de aquella
    mas, es por uno en especial por quien ella se desvela,
    por quien sufre en silencio y sin culpa causa su pena.

    Un niño que entre garza y tules ha crecido
    rodeado de nodrizas y lujosas prendas,
    un niño que hace un tiempo fuera también su hijo,
    ¡su nietecito del alma! consuelo a su dolencia.

    Mas, ¿Qué pudo pasar entonces para que aquella débil abuela
    se escondiera tras las rejas de esa mansión lujosa,
    si derecho tenía a estar en ella y acariciar a su nieto
    y a cambio de ello dejar de vivir cual pordiosera?

    Una historia triste a su memoria llega
    estremeciendo de nostalgia su ser abismado,
    en su amargo cauce los recuerdos queman
    y al dolor la llevan sumiéndola en letargo.

    Revive entonces todo dejando huella en sus sienes:
    aquella quien fue su hija y un nietecito le diese
    el destino impío quiso de sus brazos arrancarle
    para llevársela al cielo y en soledad dejarle.

    Pero, fue peor desventura el que sus sienes platearan
    pues el padre de la criatura cual estorbo la miraba
    y sin compasión alguna la indujo que abandonara
    la mansión que hoy veía y que fue su antigua morada.

    Por eso aquel pequeño sin comprender la tragedia
    crecía sin afecto materno y sin las caricias de abuela;
    solía divertirse solo con soldados de madera,
    con pintorescos payasos y carro tanques de guerra.

    Así la débil anciana de mejillas corrugadas
    que día tras día en el portal de aquella casa asomaba,
    un día extendió sus alas y tendida quedó tras las rejas
    al ir en busca de alivio al tormento de sus penas.

    Sólo entonces, cuando una voz de alarma anunciaba
    que en el jardín de la casa el cadáver se encontraba
    de una infeliz pordiosera que por allí transitaba
    y que largas horas pasaba observando esa morada.


    Salieron padre e hijo a inspeccionar el cadáver
    y la lividez cubrió el rostro del que yerno se llamase;
    arrepentido y doloroso de hinojos cayó ante ella
    y en lastimero lamento le instigaba que reviviera.

    Cuan tarde comprendía que aquella débil anciana
    ¡Por su culpa estaba muerta en el portal de su casa!
    El niño que lo veía sin comprender qué pasaba,
    le dijo con voz tierna y dulce que le brotaba del alma:

    ¿Qué te pasa padre mío, qué penas ahondan tu pecho
    que hacen desgranar tu llanto ante este cadáver deshecho?
    ¿es que acaso conociste a esta anciana pordiosera
    que hasta en su muerte, sus ojos se ven que lloraron de pena?

    El padre sin contener el turbulento dolor que lo absorbe,
    con voz temblorosa y queda , entre sollozos responde:
    ¡hijo mío! ¡hijo mío! el perdón de tu alma hoy te pido
    pues cuando grande te encuentres ¡tus reproches tendré por castigo!

    Un día, eché criminalmente a esta santa anciana de nuestra casa
    sin importarme siquiera que tú cariño le hiciera falta;
    y es que esta anciana que yace entre nosotros…
    ¡es la madre de tu madre! y aunque tarde, ¡tu abuela del alma!

    Asombrado el pequeño al escuchar tal confesión,
    desgarrado en lo profundo su pequeño corazón,
    se arrodilló ante su abuela, con sus brazos la cubrió
    y sin reproches dijo: ¡padre te perdono, y que te perdone Dios!

    Luego volviose al cadáver de su abuelita adorada
    y un beso estampó en sus mejillas por el tiempo corrugadas;
    … aunque parezca mentiras aquel rostro desencajado
    ¡emitió una leve sonrisa! y, es que aún muerta,
    ¡el beso del nietecito la había consolado¡
     
    #1

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