Es tu rostro una mañana que algunas veces me calma

Se abre en el día un pedazo de mar.

Tú y tu angostura y tus pies escasos
y tu increíble mapa de océanos.

Escribe la luna con collares de viento
y al salir la noche un misal de rosas
se pega a los labios como una verdad que hiere.

Ahora es tu boca la llave y el lienzo,
me dices: el pulgar de la luna tiene en su faz un espejo
y en las orillas de los enjambres el cálido pájaro
susurra un canto triste.

Yo no te entiendo, yo recito en mi bosque
la cabalgadura de los céfiros cuando en mi habitación
la espera es un cisne loco y azul.

Te acercas con tu portal rojo,
con las piernas de plata y los senos de mar.

Nunca antes te había visto así,
amapola enfebrecida por las almendras de la noche.

Mi tiempo es un refugio donde la luz esconde secretos de metal.

No recuerdo más que la sed de los bares,
la palabra fugaz como un sonámbulo eco,
el alcohol en un vaso que conoce su exacta doctrina.

Sin despedidas, sin la transparencia del sueño
es tu rostro una mañana que algunas veces
me calma.