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¿Es verdad que el amor se muere? (¿O Somos nosotros los criminales?)

Tema en 'Prosa: Amor' comenzado por Mykthlan, 17 de Abril de 2012. Respuestas: 0 | Visitas: 817

  1. Mykthlan

    Mykthlan Poeta recién llegado

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    Las preguntas son bandidos que te asaltan por doquier, que trepan nuestras mentes con el hurto del placer, como un acecho de larvas invasivas que consumen el sosiego, transfiriendo sufrimiento y corrosión al ser herido.

    Esta operación maldita de la incertidumbre que ejerce el sufrimiento, seguramente has de desconocer. Y es por ello que pregunto: ¿Crees posible contemplar la muerte de lo más sagrado? ¿Acaso puedes traficar con el dolor? Mas aun, ¿Es verdad que el amor se muere?

    Es difícil creerlo, pero es posible que tengas la razón. Lo atestiguan mis labios, lo confirman tus besos. Una trágica premonición se apodera de todo mí ser, los espasmos reproducen enérgicamente una disolución inmediata. Hay un estrago irreparable y desmedido que no podemos disimular. No hay reparación de daños, y un arremolinamiento de ideas, sin precedentes, tiene lugar en nuestras mentes. El corazón se nos asfixia, falta oxigeno de amor y nos volvemos ingobernables. Hay una pena incontenible que desborda de nuestras bocas, y el sonido que emiten, bajo el influjo de un desorden patológico, se asemeja al de un crujido, un rechinar de dientes, una blasfemia, un sacrilegio, un gemido de enérgica pena que deviene en un desfallecimiento secuencial.

    Me interno en consecuencia, en el filo de mis entrañas, que siento flagelarse con ahínco; te descubro entre heridas, manifiesta en mil canciones, descubierta en la portada de mi corazón, como una imagen venerada, como una efigie inalterable, como una pintura monumental que adorna cariñosa el sitio más importante en mi corazón.

    Pero ahora eres tú misma la guadaña, y claro está, el resto constituye para mí la muerte; poseso mi corazón de ti, desvanece ebrio de angustia en la acera que alguna vez pisaste, en la que un día tus ojos luminosos dirigieron su mirada con el encanto de una niña enamorada hacia los míos; ¡qué triste coartada! Y sin embargo, el absurdo de la soledad te contiene en mi alma con el afán necio de verme sufrir, estremecido de dudas, acalambrado de recuerdos, infecto de pasión.

    Dices adorarme y me frecuentas; digo que te amo y te desaliento; dices que volverás pronto, que es preciso un momento a solas, un momento de reflexión, de valoración misma para ti y para mí.
    Andaos que en esta tribulación no podré evitar la muerte. Esta agonía lenta, este desangre, y este dolor, me tienen asegurada la fosa. Tomaos el tiempo que os guste, que aquí mismo muero yo.
     
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