Ese árbol

Ese árbol.


Ese árbol, de terrosa
Existencia y origen,
De celeste azotea,
Sin cabos míticos,
Sin predestino,
Que crece, hace,
Vela y sombra
Todos los caminos.

Ese árbol unívoco,
De infinita vida
Y enredado parto,
Futuro mueble,
Futuras camas,
Del polvo al vacío,
Cual río que no acaba,
Iba un día altanero,
un día enceguecido,
iba una tarde al encuentro
sombrando los caminos.

Pero oíase el verso,
El andrajoso misterio,
La punta encorvada
De una recta sin fin,
Y es que sempiterno serías,
No fugaz,
Verías al reptil y al hombre,
Al hombre y a la máquina,
Y aún sobre tus patas,
Sombrarías las aceras.

Ese árbol anfibio,
De semilla engendrada
Y madera vívida,
Habitando el cielo
Y la tierra,
Traspasando el plástico
Más efectivo,
Traspasando el firmamento,
Pretendió angostar
Dos mil veces su cintura,
Sin darse cuenta del otoño.

Hoy se ve gemir,
crujir aparatoso
delatora es ahora su natura,
ya no más sombra,
ya no el eclipse.

Sus hojas son las telas
Que bailan con el viento,
Se cuenta del huracán, sacro,
Que hoy también
Se reduce a cuerpos.

Diego.​

 

Bello canto al arbol y a su historia,
No hay en la tierra algo que se asemeje tanto al hombre,
como un gran arbol.
Me gusto mucho tu poema y tu energía narrativa.

Siempre...Isabel

 

Gracias Isabel, gracias por darle tu tiempo a mis líneas, que aunque no parecen de amor, lo son en demasía, la evidencia es última. Gracias.