!Espejo insolente!

Como aquella serpiente artera y legendaria,

detrás de su lengua esconde un veneno.

Prende en tu mente un férvido fuego.

Te hacer sentir placer, grandeza, poder.

Calma la sed del altivo, no es necesario ni un ruego.


Pero, ¡cuidado!, no es tu amigo, aunque parezca serlo.

Si un tus ojos muestras duda, y has bajado el escudo,

como una fiera en hambruna salta directo al cuello.

Claro está, ¡goza tanto del miedo como del ego!


¡Mirad como se hace el digno! ¡Tan insolente!

Se atreve a decir quién yo soy y quien no, ¡miente!

De un modo presuntuoso y sigiloso,

clava la daga justo en la herida más latente.


¡Hoy no, vil e infame hechicero!

¡Hoy te ordeno que seas honesto!

Espiraré cada demonio, ¡sáciate de cada aliento!

Atorméntame con la verdad, grita culpable sin piedad.

El látigo no me salvara hasta que ruegue: ¡Señor perdóname, me arrepiento!


Más si mañana despierto, ya con el alma sosegada,

prometo seguirte el juego como si no pasó nada.

Sonreiré a aquel extraño que pones ante mis ojos,

y con oído agudo atenderé a tus halagos, sin enojos, sin improperios

Ahí estaré para ti, zorro, seré tu cuervo soberbio.

 

Genial!