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ESPERANDO EL INVIERNO

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por Raven, 29 de Septiembre de 2005. Respuestas: 3 | Visitas: 2168

  1. Raven

    Raven Poeta fiel al portal

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    [center:2ca46cd71b]Mi nombre es Victor W. Shelley y reniego de este mundo vacilante entre las sombras de la superstición y las luces de la ciencia. Muchas críticas he recibido por parte de mis compañeros de seminario, que me azuzan con lanzas afiladas, haciéndome yo eco del genial verbo de Eurípides en boca de Medea: “¡Ay, ay! Destruido por completo, desgraciado de mí, acabado estoy, pues mis enemigos lanzan todo el trapo, y no existe fácil acceso para desembarcar de esta rutina.” ¡Oh, cuán grande es mi tragedia, ahora en el ocaso de mi vida! Una vida dedicada al conocimiento; la anatomía, la física, la biología y toda clase de saber empírico que he podido acumular durante mi triste discurrir por este valle de lágrimas.

    En todos estos años, tan sólo he encontrado una fuente de consuelo, un remanso de paz, un oasis donde saciar mi sed de esperanza. Esa fuente tiene nombre, el más hermoso de entre todos los pronunciados: Abril. Oigan su música, que es refrigerio al alma abatida. Mi dulce Abril es una enamorada de la humanística. Recita versos para mí cada noche al pie de la cama, y a diario me deleita con sus reflexiones filosóficas. También es preciosa por fuera, de una sutil beldad perceptible por pocos en su insondable totalidad. Sus delicados cabellos rubios, su suave y blanca piel, sus alegres mejillas… y sus bellos ojos verdes. Esos ojos que me miran y me arrullan, me auscultan y me mecen. Así es mi dulce Abril. O al menos así era.

    La fatal desdicha la hizo enfermar a los pocos años de nuestra feliz unión. Calló enferma de tuberculosis a sus hermosas veinticinco primaveras. Precisamente por aquellas fechas, yo trabajada en un proyecto de misteriosa factura. Mediante una serie de compuestos químicos había logrado mantener en animación suspendida pequeñas formas de vida, procurando intactas sus funciones vitales, en un prodigioso estado de congelación. Mis colegas tacharon mi labor de grotesca, macabra y antinatural. Y no fue hasta el momento de la enfermedad de Abril cuando consideré con seriedad las posibilidades de mi trabajo. Las ideas que rondaban mi cabeza me torturaban a todas horas. Languidecí, enjuté mis carnes, y mi gesto se tornó como el de la Muerte. Pero aún más me atormentaba la idea de que en cuestión de días, el bello ángel que me daba la vida iba a morir irrevocablemente. Fue por eso que decidí actuar.

    Dormí a mi preciosa Abril y comencé con mis lúgubres funciones. Una vez acabadas, la encerré en una cámara frigorífica, hasta que hallase el remedio para su mal. Así consumí los años. Encerrado en mi laboratorio. Fracaso tras fracaso. Mi actitud terminó por alejarme definitivamente de la comunidad científica y en solitario proseguí con mi búsqueda sin descanso alguno. Día tras día. Noche tras noche.

    Mi único alimento eran raíces y hongos, mis horas de sueños eran las mínimas, y mi empeño era titánico. Tal perseverancia me encaminó al éxito, varios años después. ¡Por fin había logrado preparar un suero que derruía los efectos del síndrome mortal que azotaba a mi amaba! Pero observé cómo las horas diurnas de calor diluían los componentes de aquel diabólico brebaje, y por ello amontoné mis últimos ahorros para marchar a un lugar más frío.

    Aquí, perdido en las faldas de una montaña próxima a San Petersburgo, llevé a cabo mi plan. Al fin sería capaz de sacar a Abril de su crisálida mortuoria, y disfrutar de su compañía, como ya hiciera años atrás. Ella volvió, y el rubor regresó a mis carrillos, la gárgola malsana en la que me había convertido dejó paso al hombre que hubo antaño. En una pequeña cabaña de madera, nos reencontramos con la felicidad. El invierno voló con inusitada rapidez. Pasábamos los días enteros hablando sobre todo aquello que Abril se había perdido, mientras yacía en su tumba congelada. No caí en la cuenta de que poco a poco, los débiles rayos del sol penetraban con más fuerza en nuestro lecho de amor. Y pese a seguir contando con una temperatura por debajo de toda conocida en el continente europeo, el astro rey comenzó a alargar sus brazos con severidad.

    Abril presentó de nuevo los síntomas de una tuberculosis que parecía olvidada. Después de observarla varios días en cama, tomé la decisión de devolverla a la cámara de frío. Volvería al vórtice de mis lamentos una vez más. Lloré esta terrible circunstancia. Rasgué mis vestiduras en horrenda amargura. Yo ya era viejo, no disponía del tiempo necesario para reconfigurar la fórmula. ¡Ay de mí!

    De modo que invierno tras invierno vuelvo a abrir la crisálida de Abril. Y ella me recibe con la mejor de sus sonrisas, mostrando eso intactos veinticinco años, como las alas vaporosas de una enorme mariposa. Su cuerpo desnudo es poesía a mis ojos. Su voz es la tonadilla de un arpa celestial. ¿Cómo describirlo? ¡Cuándo anhelo la llegada de cada invierno! Hasta que llegue la hora de mi defunción y Abril me entierre, antes de toparse con la Muerte, al amanecer del verano siguiente.

    San Petersburgo, 22 de Octubre de 1731


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    #1
  2. Raven

    Raven Poeta fiel al portal

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    #2
  3. Lilith

    Lilith Poeta fiel al portal

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    Y a la gente no la ha gustado este cuento?????...ke pasadaaaaaa!!!!...es precioso y sinisetro, con un toque de incognita al final...

    Ke pena no haberlo leido antes...
     
    #3
  4. ~*Evelyn Denisse*~

    ~*Evelyn Denisse*~ Poeta fiel al portal

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    Qué historia tan romántica!!! Es tan dulce y triste que me la imaginé mientras la leía. Me imaginé a Abril muriendo acompañada de su amor y la vejez llevándose a ese pobre hombre. Me parece que no hay nada más bello que volver a la vida para amar una y otra vez a ese ser que es la luz de nuestros ojos. Está hermoso!!! Felicidades! :wink:
     
    #4

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