Esperándote...

Las sillas puestas en par
en una noche con pocas luces.

Mi ser nerviudo y mis manos
llenas de agua, o de excesivo sudor.

Mis palmas rozan una tras otra vez,
los pantalones nuevos se mojan y pierden sentido.

Porque la lluvia traspasa las paredes
siendo gozo de películas; pero yo, paso.

Esperándote otros diez minutos tras la
hora en punto. Se cuelan los relámpagos.

Salpica la lluvia y cae sobre mí, de todos los enamorados, solo sobre mí, en mi cabeza.

Por qué en las noches de amor mi corazón no vibra pero siente miedo.

Por qué busco un poquito de vida en mi vida, y no doy por por hecho estar vivo.

Esperándote me enzaño con el reloj digital gigantesco en la plaza de viernes, puesto en frente solo para mí.

No hay bienestar en mi regalo dedicado y elegido para dar; con bien amor, y dulce.

Pasan los sentidos, las almas y deseos por mis sienes y oídos. Y sin dirección a mí.

Es el crujido de la mesa mi única compañía de esta noche hueca y lluviosa. ¿O tal vez los perros que cantan?

Una, dos y tres copas de ron ahuecan mi corazón e intentan desaparecerlo pronto.

Otros dos guías fortachones también apoyan al ron: Vamos señor.

No hay nadie para mí, nadie me busca o me ofrece paragüas. Nadie preguntó por mí al entrar.

Mis rosas perdidas, marchitas y mustias claman agua que mi cabeza ya no soporta.

Y me doy cuenta tarde, y los pétalos desaparecen al ser golpeado. Lanzado.

Como un perro, abandonado. Las luces vecinas titilan sin parar, y mareado intento erguirme.

Pero no hay voz, y tampoco hay vida. Solo ruego hay en el corazón hueco.

Mis sueños y blasfemias vuélvense una. Otro viernes se ha ido.