Esta seÑora

Monta sobre perros con ojos enfurecidos
con lenguas que soplan como el viento
y una leche azul que babea desde sus bocas
pintando sueños.
Monta y huye revolviéndose en lluvias
porque la ciudad le arde
como le arde las palabras
que arañan el largo telar de cemento
reventando en alcantarillas.
Le arde como le arde los infortunios,
las catástrofes y los féretros de los niños ,
los cuerpos desnudos amados y olvidados
y el llanto de las mujeres
parecido y obligatorio en todos los adioses.
Jinetea el espinazo de la noche
de esta tierra maravillosa y condenada,
ignorada,
con sus perros ladrando justicia
casta mujer o prostituta,
esta señora que siempre duerme sus sueños
eternamente grises sobre nosotros.

 

Hola me agradan las metáfors e magenes empleadas en tu poema, la descripción de esa mujer que bien podría ser la noche o la mujer misma. Lo importante es el ruido que hace la esencia femenina en tu conciencia. Saludos
¡SONRIE!

 

Me ha gustado la obligatoriedad de los adioses en las fauces de las mujeres, sin duda, son episodios catatónicos, dolores que nos prestan o reciben por nosotros, un gusto leerle.

 

Querida amiga, muy interesante tu interpretación del tema... a los textos uno los hace y después ellos dicen lo que quieren... asombrosa la lengua castellana... un abrazo. Sergio. Sé feliz.

 

Me gusta que te guste... colecciono tu interpretación diferente a otras... lo que un texto deja sigue siendo un misterio... Gracias. sé feliz. Sergio.