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¡Está usted embarazado!

Tema en 'Prosa: Cómicos' comenzado por pablo7972, 5 de Junio de 2013. Respuestas: 2 | Visitas: 1117

  1. pablo7972

    pablo7972 Poeta que considera el portal su segunda casa

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    —
    ¿Cómo ha dicho, doctor?

    Le he dicho, señor, que está usted embarazado.

    —Pero... pero...

    —¡Embarazado!, amigo. ¿Qué es lo que no entiende? —El grueso doctor apretó las gafas de pasta oscura contra el puente de su nariz ceñuda. El violáceo moratón no se hizo esperar. —¿Qué no ha entendido usted, amigo? Le he dicho que está usted embarazado.

    —Pero... pero... ¡yo soy un hombre!, ¿o es que no lo soy?

    El ginecólogo se reclinó en su cómodo diván, casi sofá individual, y, separándose unos centímetros de la mesa, llevó el bolígrafo con la publicidad "antihemorroides" entre sus dientes amarilleados; el paquete de cigarrillos semivacío sobre la mesa era el confidente de una lenta y consentida devoción hacia el sano vicio de fumar.

    —Eso mismo veo yo. Pero usted no está aquí para discutir si es un hombre o no, ¿verdad? Al menos, en eso no le puedo ayudar. Tendrá que pedir cita a las chicas de fuera, dígales que necesita un volante para endocrinología.

    Alucinando el hombre, ya mustio por el devenir de los inmediatos acontecimientos, exorbitó los ojos hasta que las cuencas se tornaron balones fuera de su campo visual. Afortunadamente, los muelles retuvieron las pupilas y las escleróticas y, en pocos segundos, él mismo pudo devolver a su horma a aquellos insurrectos glóbulos oculares.

    —Hoy... hoy no es 28 de diciembre, ¿verdad?

    —Amigo... ehhhh —el doctor acudió presuroso al listín de pacientes del día y arqueó las cejas al dar con el dedo contra el antepenúltimo nominado de la mañana— ehh, señor Párvez, le repito que yo no estoy aquí para solucionarle otro problema que el que la ginecología, vía todos mis títulos y diplomas académicos que ahí mismo ve colgados, puedan brindarle. Eso sí... si no sabe en qué día vive, puedo ofrecerle, cuando menos, un calendario.

    De la mesa adelante sugiriose un pequeño y pintarrajeado calendario de sobremesa; los meses del año, bajo decenas de trazos azules y los rojos que el nervioso bolígrafo "hemoactive" había ido estenografiando, se apartaron de súbito al ser descubiertos. Aparecieron sorprendidos los nueve meses de gestación bajo una cómica tira de amarillo fosforescente. De nuevo, los ojillos del paciente, impacientes, volvieron a hacer el yo-yo casi hasta el suelo.

    El doctor se repantigaba en su butacón con la mirada lacónica y burlona hacia el penitente individuo. Sonreía con lascivia. Seguro, seguro que había soñado toda su vida profesional con dar esa noticia. De hecho, el malditísimo señor Párvez, allí estulto, como una bola de papel que ha caído fuera de la papelera, se preguntaba a si mismo si su galeno interlocutor no habría cursado más de diez años de estudios en la Complutense con la esperanza (no vana, ya ven) de dar esa noticia a algún jodido idiota como él.

    Seguramente fue así como había conseguido su licenciatura y la especialidad en ginecología, prometiendo cosa semejante delante de un tribunal médico tan venal como infundiosa la mentira de ese diagnóstico tan poco halagüeño para la vida de cualquier hombre.

    —Debe ser fuerte, amigo. Creo que vienen mellizos. Así lo confirma el informe de ecografía. ¿No le dijeron nada allí?

    —¡Decirme qué... ? —el tono se exasperó, irascible, contra las pruebas irrefutables del ginecólogo despiadado.

    —¿Qué habrían de decirme... no se da cuenta, no se da cuenta usted... ahí sentado... es que no se da cuenta de que no hay un nombre para eso? —Los chillidos se hacieron patentes hasta la sala de enfermería. Sin duda, debían haberse escuchado incluso en la sala de partos, atosigando las respiraciones de las jóvenes mamás. Sin saberlo, debía haber despertado a los dos mellizos, incluso. Porqué comenzó a notar pataditas, luego patadas y, en escasos segundos, verdaderos puñetazos. Cabezazos. El señor Párvez se dobló sobre su cintura a la par que sujetaba sus entrañas...

    —¡Jodidos idiotas... ! —consiguió articular mientras se mordía la lengua.

    —Tenga cuidado, hombre. No vaya a provocar un aborto. No hay estudios clínicos hechos con hombres sobre la técnica del raspado. A ver si me entiende...

    —Váyase a la mierda —balbuceó el denigrado personaje, silabeando cada una de sus palabras.

    —¡Ah, sí!, pues escúcheme una cosita, nadie tiene la culpa de su estado. Sin duda, la única culpa la debe tener usted. ¡Váyase a saber! Sin ir más lejos, ¿qué extrañas peripecias habrá practicado usté para caer en algo que no me agrada, pero que tampoco me desagrada decirle? Sí, señor. Está usté embarazado, ¡qué digo embarazado...! ¡Embarazadísimo! De catorce semanas, lo menos. Parece mentira que no haya venido antes. ¿Qué esperaba... a romper aguas?

    —Uggg uggg —sólo las interjecciones asomaban espumajeantes por la boca desdentada y deslenguada del señor Párvez— ¡Vá-ya-se-a-la-mis-mí-si-ma-MI-ER-DA, señor doctor!

    —Pues no sabe lo mejor, se lo diré... usted no sabe lo mejor de todo, ¿a que no lo sabe? eh ¿a que no lo sabe? —el doctor mascullaba mientras acercaba su apestosa faz perdida de nicotina al hombre doblegado por el esfuerzo de sus pequeños mellizos, golpeando las caras internas del ... del... de donde fuera que estuviesen aquellos angelitos.

    —¡A LA MI-ER-DA!

    —¡Ahhhhh, jajajaja! -Se lo diré, se lo diré —el ínclito galeno sacó de su batín un largo bisturí y lo abatió contra él, muy cerca de los ojos amortiguados del señor Párvez; lo agitó ostensiblemente de derecha a izquierda, de adelante atrás; brillaba como una antorcha en aquella maldita cueva inmaculada; la luz fluorescente del techo se reflejó en la empuñadura y en el filo y, cegándole, acompañó zigzagueante el sonido de las últimas palabras que se escucharon en la consulta:

    —jajaja, ¡tendré que hacerle, amigo, una...

    —¡A la mierda! ¡Váyase usted a la mierda...! —le interrumpió ya desaforado en su infortunio.

    —¿Señor Párvez...? ¿Señor Párvez? Escúcheme, señor Párvez... —reíase el condenado— ¡Tendré que hacerle...

    ¡U-NA-CE-SÁ-RE-A!


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    #1
    Última modificación: 25 de Junio de 2013
  2. Aisha Baranowska

    Aisha Baranowska Poeta que considera el portal su segunda casa

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    ;)- Eso no lo esperaba. ¡Buenísimo, jajaja! ;)- Le felicito el talento. :) ¡Saludos! :::sonreir1::: Y esa foto, jajaja... ;)-
     
    #2
    Última modificación: 5 de Junio de 2013
  3. pablo7972

    pablo7972 Poeta que considera el portal su segunda casa

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    Muchísimas gracias, Aisha, y de nuevo reitero mi alegría por tu regreso al portal. Creo que se notaba tu ausencia. Abrazos y risas
     
    #3

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