Eterna llama

Amor, raíz del todo y de la nada,
fugaz como la flor que se deshoja,
mas deja en quien lo vive dulce entrada,
cual brisa que en el pecho se recoge.

No pide posesión ni juramento,
es fuego que se enciende sin mandato,
es río que se entrega al sentimiento
y fluye sin temer su propio trato.

En su fulgor la vida se redime,
el polvo se transforma en pura estrella,
y todo lo que toca lo comprime,
con luz que al alma eleva y la destella.

Es frágil como el lirio en la ribera,
mas fuerte que el acero en su ternura,
y aun cuando en soledad se desespera,
renace en cada herida su hermosura.

Amor que no se compra ni se vende,
que no conoce leyes ni fronteras,
sutil como la sombra que se extiende,
eterno como el mar y sus riberas.

Cuando la noche cubre con su manto
y el mundo se disuelve en su reposo,
es él quien nos sostiene con su encanto,
haciendo del silencio un bien hermoso.

Ningún dolor lo vence ni lo apaga,
aunque se esconda en llagas y destierro,
es llama que en la muerte se propaga
y deja su calor en lo más tierno.

Quien ama, ya no teme su final,
pues sabe que la vida se consuma,
mas queda en su reflejo inmortal,
la huella que en los cielos se perfuma.

Así el amor nos salva de la nada,
le da razón al polvo que respira,
y en cada despedida inesperada
nos muestra que su esencia nunca expira.

De amarte vive el hombre en su destino,
de amarte se engrandece lo pequeño,
pues todo lo que toca tu camino
se vuelve eternidad, se vuelve sueño.

Y si al final el mundo se derrumba,
y en sombras se disuelva la existencia,
el amor en su llama no sucumba,
será la voz que funda la conciencia.

Amor, la eternidad en un instante,
el soplo que sostiene nuestra llama,
la luz que se renueva palpitante
y nunca, en lo infinito, se derrama.