Extraño animal

¡Llamando a todas las unidades! (...) empezaré por Dios:
Hola Di-i-i-os. Preveo una interferencia y también siento algo de frío por acá, pero casi da igual.

Oye dios -nótese la minúscula-, tengo en custodia una pequeña masa de cuerpo inmóvil, no sé que hacer con él... Quizás ya sepas que le he pedido cosas horribles pero aún creo tener razón. No quiero en ese sentido saber tu opinión, sólo quiero conversar esto contigo... ¿Recuerdas cuando charlábamos hasta tarde?, qué tempranamente conocía de tardes cielos o lunas y lagos... En esos monólogos te pedía tanto, tanto, ¿acaso alguna vez tuviste tiempo de pensar (o siquiera recibir mi mensaje)? No te recrimino, si no todo es culpa tuya, a veces fue mía o de la custodia, (¿sabes que ahora último el problema es solamente la custodia?), y es tan previsible siempre.

Te preguntarás ¿para qué?, y bueno, es que resulta lo siguiente: hace unos pocos días la enviaste y supongo supiste qué paso... Exactamente, eso siguió navegando, sumergido, laburando una seguridad tan pero tan intelectual -odio esa virtud en estos tiempos-. De todas formas, la custodia aún la llevo conmigo y, supongo lo sabrás, fue ello lo que me perturbó hace unos días con aquella aparición y siguió tan desgraciadamente durmiendo que te recordé...

Pocas veces converso y te llamo tan honestamente, pero qué más quieres...
Sólo quiero pedirte (quiero terminar rápidamente esto, hay muchos en la línea), si, por favor, ¿quieres desmarcar esa máscara dramática tan elogiada por el cortisol?
Es que ya no puedo más y esa mujer se ha perdido, ¿habrías hecho lo mismo ahora?

Eso sería, colgaré y llamaré a los demás, en cuanto a nosotros: seguiremos en línea el próximo miércoles. Espero que no seas tan necesario para esa llamada.
Nos vemos.

(Sonido tecnológico)
Aló, ¿Hablo con otro monólogo? Si es así, no conteste y escuche.