1. Invitado, ven y descarga gratuitamente el cuarto número de nuestra revista literaria digital "Eco y Latido"

    !!!Te va a encantar, no te la pierdas!!!

    Cerrar notificación

[Fanfic] Maquio, el Zorua

Tema en 'Prosa: Cómicos' comenzado por Damiku, 12 de Febrero de 2023. Respuestas: 0 | Visitas: 389

  1. Damiku

    Damiku Poeta recién llegado

    Se incorporó:
    2 de Julio de 2022
    Mensajes:
    44
    Me gusta recibidos:
    47
    El siguiente es un pequeño relato cómico en donde mezclo dos conceptos: el género picaresco y la franquicia de videojuegos Pokémon con un Zorua como protagonista, criatura que se asemeja a un zorro.

    Maquio, el Zorua

    Verdad es que, siendo tan pocas mis virtudes, y tan dadas mis garras al hurto, me encomendaron a una tal Antonia, mujer cargada de espaldas (pero aún más de años), quien tenía de oficio cuidar de los pokémon y una guardería para el efecto. Confieso que no hube bien entrado cuando comencé a temer no saliese tras mí una hembra contrahecha al uso de tales sitios y me despolvase con zorras y no de orillo —que hay guarderías para todo—, mas no me sucedió así, que era aquella casa honrada y de buena música.

    Había en la casa un patio verdísimo y muy curioso, donde los pokémon podían solearse o sestear sobre la fresca yerba, bajo la sombra de grandes juncos, así como trebejar en el extenso de aquel gustoso y esmaltado jardín. Topé allí con una Mawile que, al verme tan perro nuevo, determinó hacerme alguna novatada. Y fue que, pasando cerca de donde ella estaba, me asestó al grito de «¡Aguas van!» tal gargajo de su trasera boca —que de verdad verdad me espanté mucho de ver cosa semejante— que quedé entre busto de plaza y Zorua de Hisui, tan blanco como la nieve.

    Disimulé lo más que pude el corrimiento, celebrando la burla —aunque de veras quedé muy triste, considerando mis desgracias—, al tiempo que la dicha Mawile se llegó a mí con el chorro de risa aún bulléndole en el hocico. Saludome y, sin darme lugar a respondelle, preguntome si era tanque o sweeper. Yo, aunque no le entendí, le dije que sweeper. Preguntome de qué tipo era. Respondile que muy majo. Riose, diciendo luego cómo ella era del tipo acero, encareciéndome por de más su fuerza. Consideré entonces cuán desierto debía de ser el prado de quien tan sin recato se tiraba flores, y digo que no fue de balde, porque al momento comenzó a dar tan larga arenga sobre materia de combates, que cualquiera que le oyese pensaría que fuese la misma eminencia. Yo, que entendía de combates como volar, luego luego, cansado de oílle, le di una coz más redonda que su cabeza, por ver de qué pie coxqueaba, con que dio un traspié tan mortal, que cayó de bruces en el suelo. Corriose, declarando cómo aquello era solo una demostración de la debilidad que el tipo acero tiene al tipo tierra —que bien la hubo besado con la caída—. Quedé con esto contento y vengado de la pasada burla, y sin más, me entré a la casa, con esperanza de hallar algo con que entretener la barriga.

    No hube andado ni dos docenas de pasos cuando noramala me perdí —que era el campo franco y yo muy curioso—, y, siguiendo con mis narices un dulcísimo aroma que me condujo hacia un pequeño aposentillo al lado del humero, vi la puerta abierta al remedio de mi congoja, y metime allí pasico. Era aquella una considerable despensilla —aunque a mis ojos una segunda Ciudad Cerezo— repleta de todos manjares, pan y conservas. Víveres había allí para sustentar toda la casa, y como despensero nuevo y señor de aquel castillo, tomando a tiro la ocasión que se me daba, sencilla cosa fue descomedirme.

    Y fue que, tomando cargo de catador, oficio muy a mi propósito, a cada cosa que hallaba le hacía la salva. Todo a hecho, tragando sin paladear, dejándolo todo a buenas noches, con toda sagacidad y advertimiento.

    Dice el refrán que no hay mejor salsa que la hambre y buenas ganas; y dice bien, porque, aunque muchos de esos manjares no convidaban bastante con su sabor, no dejé pan sin ratonar ni col sin trasquilar. Era capeador de cebollas, escultor de bizcochos y sastre de jamones. Todo a uno, y a un tiempo todo. Hice la carne postas, y de las postas menudos, sin evidar nada a la mesa.

    En fin, tanto me desmandé, que al cabo me vi ahíto y muy acosado de torzones. Estaba tal que no me atrevía a tomar aire por no reventar. Quise levantarme e irme a remojar la palabra en la fuente del jardín, cuando Arceus y noramala tropecé con un negro salero, el cual hizo tal escándalo al romperse, que pronto acudió Antonia a ver qué fuese aquello, temiendo lo que finalmente halló. Intenté ponerme de pie y esconderme luego, pero no me valió, porque quedé tan sabroso —tanto de la merienda como de la salazón—, que no hallaba cómo levantarme. Bien pudiera haber dicho la vieja «¡Hallado lo he al veneno!» en viéndome de tal suerte, y aquí callo, por considerar cuán bien le viene a uno el ser templado en el comer y el beber, que cada bocado por demás del necesario para el mantenimiento es viciosa golosina que engendra enfermedad y mal hábito, y mucho mejor y más años vive el que es de suyo comedido con lo que come. Y me dejo aquí de glotonerías, que son estos ladridos que a otros perros tocan.
     
    #1
    Última modificación: 12 de Febrero de 2023
    A dragon_ecu le gusta esto.

Comparte esta página