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Filipa

Tema en 'Poemas sociopolíticos y humanitarios' comenzado por Piedad Acosta Ruiz, 29 de Julio de 2012. Respuestas: 0 | Visitas: 565

  1. Piedad Acosta Ruiz

    Piedad Acosta Ruiz Poeta recién llegado

    Se incorporó:
    20 de Julio de 2011
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    Filipa, la mujer fuerte, la madre,
    la fundadora de la Milagrosa,
    en el alma de un escritor,
    de un poeta,
    de un hijo que emigró de tus tierras,
    pero a donde vaya,
    en las profundidades laberínticas de su alma,
    para siempre te ha llevado.


    FILIPA


    Filipa la mujer de manos bellas,
    delgadas, morenas, saltarinas,
    amasando la harina,
    llenando el barrio la Milagrosa de sonrisas.


    Creíste que por irte a dormir a la primavera del jardín silencioso,
    ya no te nombrarían y recordarían,
    ¡pues te equivocaste!


    Un chiquillo que te vio correr y saltar,
    arrullando, ayudando, socorriendo,
    criticando, organizando tu barrio,
    ese Milagro del viento, de la luz, y el aire.


    Ese chiquillo al que le colgaban los pies en su silla de escritorio,
    se hizo escritor y poeta,
    y te hizo poemas,
    recordando a la heroína de su infancia, a su Filipa,
    la Matrona, que como la María en Campo Valdés,
    su pequeño rancho levantó junto a la escuela de Ciegos y Sordos,
    sólo para educar como genio, a su hijo sordo,
    vendiendo arepas, ricas empanadas y calentados,
    cerquita de la quebrada.


    Le dio la mejor educación al pequeño, que con eterno adiós,
    de infarto, de la vida se despidió a los 12 años,
    sin embargo, la María, a la orilla de de la calle, en su falda,
    la más empinada del barrio,
    en su tienda improvisada, cada mañana sale de madrugada,
    a venderle el desayuno, el calentao
    al que reclama un maternal, mimo y cuidado.


    Así se le llenan de comensales los munchos del barrio,
    y ella les pregunta ¿y qué más le pongo a la arepa pelao,
    porque hoy tengo carne desmechado con hogao.


    Así la bella María, recuerda a su muchacho,
    preparando sus deliciosos y callejeros asados,
    sacando adelante el rancho de corazón desplazado,
    hogar repleto chécheres añejos, flores, palomas, perros y gatos,
    en una Medellín que del dolor campesino se ha olvidado.


    Hoy Filipa , me hiciste recordar a María, a Petra, Margarita, a doña Ana,
    a la mujer matrona, que con las manos quemadas por el sol y las brazas,
    a esta Medellín, sus hijos han regalado,
    las mismas que la guerra, de sus brazos bañados en llanto, se los han arrancado,
    los mismos que con sus brazos,
    en estas laderas de roca y arena, han poblado,
    y con barro esta ciudad han bordado.
     
    #1

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