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Flor de azhar

Tema en 'Poemas Generales' comenzado por waldo lopez, 12 de Octubre de 2009. Respuestas: 0 | Visitas: 404

  1. waldo lopez

    waldo lopez Poeta recién llegado

    Se incorporó:
    11 de Octubre de 2009
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    A final de cuentas siempre regreso al mismo rincón.
    Para atemperar los hitos de la ternura
    rompiéndose por el cuello su parte más delgada.

    Las frutas sobre la mesa lucen al borde de su ciclo;
    para convencerme, de una vez por todas, que el deliro tiene relación
    con la fermentación de mi tiempo.
    Las naranjas, los limones y la piña casi marchitos, su piel enjuta
    serán espolvoreados sobre una comuna de comején.

    Los minutos, como escarcha de invierno, son la hojarasca amarillenta y ocre,
    a punto de ebullición.
    El cambio de estela en la ruta de los vientos,
    punto equidistante entre el vapor de la gracia
    y el puñal con la sangre luminosa de la luna sacrificada.

    Tomó mi café magro, casi frío y un chorrito de tequila.
    Para aceitar bisagras y goznes; los que mueven las esencias,
    la herrumbre de las poleas y esas noches recién bañaditas
    colocadas mustias sobre el cielo.
    Cuando he abierto mi pecho
    para que la luna me clave su puñal de luz.

    Continuo absorto buscando la ruta más corta,
    al despeje de la letra alfa y sus vericuetos.
    He seguido al pie de la letra las ocurrencias del oráculo.
    Me he zambullido en el senote al lado oscuro de la consciencia.
    Con su cauda de tinieblas revoloteando como cuchillos
    para dibujar la palabra sagrada sobre la piel.
    Con el vértigo en la espalda y un amplio valle de sombras en flor
    he caído al abismo de un yo profundo oscuro, con ornamentos de marfil.

    La gruta de los puñales me protegía del dolor.
    Las serpientes y su canto de cascabeles, eran la voz del deliro
    la voz de otros dioses, desterrados en otras epopeyas, otros olvidos,
    revividos al arrullo de la muerte.

    Los laberintos de obsidiana eran el regocijo del cielo.

    Eran la puerta de los dioses cuando venían a este mundo;
    a construir con la matemática del cielo el canto de los pájaros,
    el nido de las alboradas y lloviznas,
    el embrión de un sueño aventurero, salteador de fronteras y pastizales,
    la chispa que abría de implosionar al cosmos
    para convertirlo en una perla negra.

    “La ruta al inframundo
    está en la semilla de la naranja”.
    Reflexiono.
    Ante la arquitectura de la antigua cruz,
    también se santiguan nuestros dioses.
    También ellos veneran al tiempo y su perfume escurriéndose
    entre las estalactitas del senote sagrado, la ruta del sueño.
    Por donde los dioses suben hasta las cornisas del cielo,
    a juguetear entre las constelaciones y la cabellera de algún cometa,
    o bajan para ayudar a construir sobre la roca el desliz de la serpiente,
    cuyo canto en el equinoccio es el eco de las tinieblas.
    Ellos en su simplicidad de viento,
    no tenían consciencia de su inmortalidad.
    Velaban con un recuerdo de espuma
    al más bello sueño soñado por ningún dios.

    Su palabra de sol no iluminó del todo el equilibrio de la cruz.
    Otros derroteros brotaron de la inquina luz de la soberbia.
    Los caminos al cielo se sellaron con aromas rancios y otra piel.
    El cielo de los jaguares luce apagado hasta hoy.
    Las aguas que lavan el olvido
    para volverlo diamante de fuego azul se han secado.
    El camino a la luz que enciende los sentidos se ha cerrado.
    Un río de cempasúchiles se escurre en el abandono de dios.
    Las mariposas sus emisarios.
    Nos hablan con un silencio vuelo espasmos de color.
    Los dioses están tristes.
    les hemos castrado su sueño de ser,
    les hemos negado la oportunidad de regresar y corretear en nuestro suelo.
    De sumergirse en los senotes y descubrir que significa ser dios.

    Al final de cuentas siempre regreso al mismo rincón.
    A lamerme las heridas del alma,
    a hilar un olvido, que ya frondea mi propio recuerdo.
    Las frutas y yo esperamos el mismo salto.
    A un abismo que ya se acerca, ocultándose entre las sombras
    que esparce el limonero a casi flor de azahar.
     
    #1

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