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Francisca Aguirre

Tema en 'Biblioteca de Poetas consagrados en verso libre' comenzado por lluvia de enero, 2 de Junio de 2015. Respuestas: 0 | Visitas: 1729

  1. lluvia de enero

    lluvia de enero Simplemente mujer

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    Francisca Aguirre
    , poeta española nacida en Alicante el 27 de octubre de 1930. Su padre era el pintor Lorenzo Aguirre.
    La Guerra Civil y la muerte de su padre (ejecutado durante la dictadura de Franco en 1942) marcaron para siempre su vida y la vida de toda su familia. Empezó a trabajar a los 15 años y lo hizo en la industria privada hasta 1963, pero nunca abandonó su profunda formación autodidacta. Se hizo socia del Ateneo de Madrid y empezó a acudir a distintas tertulias literarias. Por un lado la tertulia poética del Aula Pequeña del Ateneo, dirigida por el poeta José Hierro y, por otro, la tertulia teatral del Café Gijón, liderada por el dramaturgo Antonio Buero Vallejo. En 1957, en una de las sesiones de la Tertulia del Aula Pequeña del Ateneo, conoció al poeta Félix Grande, con el que se casó en 1963. En 1965 nació la hija de ambos, Guadalupe Grande, también poeta.
    En otra tertulia conoció al poeta Luis Rosales quien, a partir de ese momento, se convirtió en un maestro de vida y pensamiento. Gracias a él formó parte del equipo de redacción del diccionario enciclopédico que dirigía junto a Dámaso Alonso. Aunque Francisca no había dejado de escribir poesía, la influencia de estos grandes de la literatura la llevará a escribir el libro de poemas Ítaca y con el que obtuvo en 1971 el premio de poesía Leopoldo Panero.
    A partir de 1971 trabajó en el Instituto de Cultura Hispánica como secretaria de Luis Rosales. En 1977 recibe el premio Ciudad de Irún por su libro Los trescientos escalones. A partir de ahí no dejó de publicar y recibir premios, tanto poesía comoLa otra música, Premio Galiana, como relatos Que planche Rosa Luxemburgo. En 1995 publicó su libro de recuerdos tituladoEspejito, espejito, y ese mismo año obtuvo el XV Premio Esquío de Poesía con su libro titulado Ensayo general.

    La Institución Alfonso el Magnánimo, de Valencia, encargó al poeta Manuel Rico una antología de la autora que publicó con el título de Memoria arrodillada (2002). En el 2004, la Editorial BOA publica en traducción al inglés de Ana Valverde Osan de su libro Ítaca. En el 2006 aparece, publicado por la Editorial Bartleby, su último libro de poemas titulado La herida absurda. En 2007 ganó en Premio Valencia de la Institución Alfonso el Magnànimo con Nanas para dormir desperdicios, que fue publicado en esta misma editorial; el Premio Internacional Miguel Hernández en 2010 y el Premio Nacional de Poesía en 2011.

    Biografía extraída de: http://www.reeditor.com/columna/15073/8/cultura/biografia/autores/alicantinos/francisca/aguirre


    ****************​


    HACE TIEMPO


    Recuerdo que una vez, cuando era niña,
    me pareció que el mundo era un desierto.
    Los pájaros nos habían abandonado para siempre:
    las estrellas no tenían sentido,
    y el mar no estaba ya en su sitio,
    como si todo hubiera sido un sueño equivocado.

    Sé que una vez, cuando era niña,
    el mundo fue una tumba, un enorme agujero,
    un socavón que se tragó a la vida,
    un embudo por el que huyó el futuro.

    Es cierto que una vez, allá, en la infancia,
    oí el silencio como un grito de arena.
    Se callaron las almas, los ríos y mis sienes,
    se me calló la sangre, como si de improviso,
    sin entender por qué, me hubiesen apagado.

    Y el mundo ya no estaba, sólo quedaba yo:
    un asombro tan triste como la triste muerte,
    una extrañeza rara, húmeda, pegajosa.
    Y un odio lacerante, una rabia homicida
    que, paciente, ascendía hasta el pecho,
    llegaba hasta los dientes haciéndolos crujir.

    Es verdad, fue hace tiempo, cuando todo empezaba,
    cuando el mundo tenía la dimensión de un hombre,
    y yo estaba segura de que un día mi padre volvería
    y mientras él cantaba ante su caballete
    se quedarían quietos los barcos en el puerto
    y la luna saldría con su cara de nata.

    Pero no volvió nunca.
    Sólo quedan sus cuadros,
    sus paisajes, sus barcas,
    la luz mediterránea que había en sus pinceles
    y una niña que espera en un muelle lejano
    y una mujer que sabe que los muertos no mueren.


    ***************​


    TESTIGO DE EXCEPCIÓN


    Un mar, un mar es lo que necesito.
    Un mar y no otra cosa, no otra cosa.
    Lo demás es pequeño, insuficiente, pobre.
    Un mar, un mar es lo que necesito.
    No una montaña, un río, un cielo.
    No. Nada, nada,
    únicamente un mar.
    Tampoco quiero flores, manos,
    ni un corazón que me consuele.
    No quiero un corazón
    a cambio de otro corazón.
    No quiero que me hablen de amor
    a cambio del amor.
    Yo sólo quiero un mar:
    yo sólo necesito un mar.
    Un agua de distancia,
    un agua que no escape,
    un agua misericordiosa
    en que lavar mi corazón
    y dejarlo a su orilla
    para que sea empujado por sus olas,
    lamido por su lengua de sal
    que cicatriza heridas.
    Un mar, un mar del que ser cómplice.
    Un mar al que contarle todo.
    Un mar, creedme, necesito un mar,
    un mar donde llorar a mares
    y que nadie lo note.


    ****************​

    PAISAJES DE PAPEL

    .......................................
    .A mis hemanas Susy y Margara


    Aquella infancia fue más triste.
    Ser niño en el cuarenta y dos parecía imposible.
    Nuestra niñez era una mezcla de comprensión y aburrimiento.
    Éramos serios y aburridos.
    Recuerdo aquellas tardes; eran como el mundo era entonces:
    sin resquicios y tristes.
    Veo a mis pocos años observar con ahínco,
    tras el cristal opaco, la calle larga y gris;
    el sol estaba lejos y era lo único barato,
    lo único que traía alegría sin exigirnos nada.
    Veo a mi niña, adulta y consecuente
    con un programa bien trazado:
    crecer, crecer muy pronto, darse prisa
    —ser niño era una carga demasiado pesada
    para nosotros y para los grandes—.
    Sólo en verano el mundo parecía asequible,
    durante tres o cuatro meses saltar, correr, era la vida.
    Lo gris volvía siempre muy pronto.
    Un día amanecimos lentas, crecidas,
    llenas de miedo, de presente.
    Buscábamos palabras en el diccionario
    con el afán de comprenderlo todo:
    necesitábamos hacer lenguaje.
    Algunos nos miraron con asombro,
    decían que éramos inteligentes.
    Nosotras, durante los dolientes domingos
    dibujábamos inseguros paisajes.
    Durante mucho tiempo ésas fueron todas mis excursiones.
    Salir a un campo que no fuera pintado
    suponía gastar unos zapatos.
    Salir, salir, ése era el sueño,
    abolir a las trenzas, inaugurar la barra de labios:
    ¡mi reino por un trabajo!
    ¿Cómo rendir ahora un homenaje a aquellos días?
    ¿Cómo añorarlos sin desconfianza?
    Se arrugaron, igual que los paisajes de papel,
    mientras crecíamos hacia este desconsuelo que hoy nos puebla.


    ****************​
     
    #1

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