Frontera

FRONTERA

Lo que duele es el límite,

la desazón que nace en la certeza

del fin insospechado.

No es desaparecer lo que acongoja,

sino ese sentimiento insoportable

de no saber ni cómo, ni cuándo,

ni en qué sitio .

La angustia que produce esa impotencia

de no tener control sobre el instante

en que el concepto tiempo ya no exista.

Y esa terca evidencia que tenemos

de que, en cualquier momento,

alguno de los nuestros

será el protagonista involuntario

de un zarpazo brutal inesperado.

Ese trayecto oscuro que pasamos

mirando a todas partes y esperando

la llamada fatal a cualquier hora

de cualquier estación.

Ese grito interior que no se escucha

sino que está alojado en la conciencia

de la fragilidad de nuestros actos.

La amarga sensación de estar viviendo

sin remedio camino del olvido.