(fuego en griego)

Que el fuego de las miradas
queme las sogas que tensan el silencio,
que derrita el espacio que hay entre nosotros,
que suelde los cuerpos y funda las almas

para hacer un mar líquido del hielo de la imaginación
y que nademos en él
y que nos sumerjamos en él
y que su abrasadora presión nos mate, si es posible,

que ilumine el suelo, pero que no opaque las estrellas,
que haga hervir la sangre de los que lo reciben entusiastas
que haga arder la piel de los que son ajenos a su tacto

más que nada, que su tibieza nos tome prisioneros,
que nos haga sumisos cómplices de su intensidad,
que haga que nos veamos en los colores de su elección,
que combata nuestro miedo al implacable ojo de la moralidad.

 

Me ha gustado tu poema,
bienvenido
un beso
Rosario