Fuimos amantes

Bajo una luna siempre callada.
Entre cuatro paredes mudas.
Sobre una cama ensordecida y
embriagada.

Debiles de moral,
rebeldes ante el hastio.
Asesinos de sagradas promesas,
autores de realidades alternas.

Nuestro silencio,
nos hizo vulnerables.
Nos limito.
Nos engrandeció como amantes.

nos salvo de los terribles perdones,
de las inmisericordes disculpas
y del arrepentimiento tardio.
Pero, ¿Nos salvo de nosotros mismos?

Aun veo venir aquellas noches que llevan nuestro nombre.
aun te veo venir cuando la soledad
se escucha como tu,
huele como tu,
se siente como tu.

Aun te veo venir
en recuerdos heridos de efectos secundarios.
Apareces surcando con suave violencia
entre cenizas de un tiempo,
entre cadaveres de malos pensamientos,
entre mis celos muertos y secos.
y entre pecados adormecidos.

Si,
aun te beso cuando el tiempo se detiene
y vulnera esta maldita conviccion mia
de estar mas muerto que vivo.
Aun escucho tus jadeos,
tus gritos de placer
entretejidos en las voces calladas de la madrugada.

Recuerdos entrelazados gritando al unisono.
Caricias iguales...
pensamientos unidos.
orgasmos inigualables,
eyaculaciones al aire.
Evidencias incineradas.
Y por las noches;
camas distantes.

Fuimos amantes.

Tan discretos.
Tan renegados,
apasionados, ruidosos y callados.

Aun te beso
en esas noches muertas en las que no siento nada.
Te beso hasta sentir tu calor
derretirse y deslizarse por donde anduvo mi locura.

Aun siento mi nombre envuelto en tus susurros.
Aun siento tu boca exprimiendome dulcemente la vida.

Fuimos amantes
y nuestro silencio nos permitió estar cerca
al mismo tiempo que nos alejaba.

La culpa tuvo un altar
en esa habitación de hotel,
en aquella cama ensordecida y embriagada de placeres.

En tu cuerpo se mueren mis besos,
en mis noches revive tu nombre.

Aun llegan recuerdos lacerados por los efectos secundarios.

Y te hago el mismo amor,
cuidadoso de no dejar marcas de locura en tu cuerpo;
pero que ramificaba en tus entrañas y sacudía tu alma.

Fuimos amantes...

Clandestinos, cuidadosos y letales.

Nuestro delito fue callar,
y la condena...
este maldito silencio.