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Griselda

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por Megara900, 9 de Diciembre de 2010. Respuestas: 2 | Visitas: 508

  1. Megara900

    Megara900 Poeta que considera el portal su segunda casa

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    Griselda era de ese tipo de mujer que no pasa desapercibida para nadie, su voluptuosa caballera negra caía sobre sus hombros contrastando con su piel clara. Sus ojos verdes resaltaban de su cara, algunos decían que su abuela había sido una estrella de cabaret en Italia, como fuera, a nadie le importaba, todos seguían la estela que esa mujer dejaba con la mirada.

    Era un ser extraño, nadie sabía con exactitud lo que hacía o a qué se dedicaba, pero su grotesca y apabullante belleza no parecía ser decente para nadie. Tampoco correspondía a las personas que la miraban, era una diosa sonámbula caminando entre los mortales, según lo describiría después don Virgilio. Tanto se ocupaba aquél hombre en captar los detalles de la dama que no llegó a notar nunca que secretamente y con una dedicación inmejorable, Pedro también la vigilaba.

    Pedro habría contraído matrimonio algunos cuatro años atrás con su hija Mariana, de cuya unión nacieron Ramiro, Florecita y Demetrio. En su adolescencia, Pedro fue siempre un muchacho serio y de palabra, logró tener una novia hasta los 21 años, cuando conoció a Mariana, en ese entonces de 17. Desde aquellos tiempos Pedro trabajaba como escribiente en un periódico por las tardes.

    Había amado con mucha fe a su humilde esposa, hasta que Griselda se le metió en la cabeza. Un domingo la vio en la misa, él se separó rápidamente de su familia para aparentar ser soltero. La inocente Mariana nunca sospechó nada, en realidad se ocupaba más de la misa y de sus hijos que de las urgencias de su marido.

    Al terminar la misa, cada quién se dirigió a sus ocupaciones. Don Virgilio llevaría al pequeño Demetrio a visitar a su tía Celeste, mientras que Mariana llevaría a consultar a Ramiro al seguro por una varicela que le estaba brotando. Pedro simplemente tenía la tarde libre, ya que Florecita era una niña muy tranquila.

    Fue el último en salir, esperando ver de nuevo a Griselda. Como por instinto natural comenzó a seguirla en las calles, dejando una distancia considerable para no ser descubierto, tiempo después se daría cuenta que Griselda sabía que la vigilaba desde la ventana, en la iglesia, en la calle y a todas horas.

    La joven entró en un pequeño café, para ese entonces, la pequeña Florecita ya se había cansado de andar y tenía mucho sueño. Pedro se desesperó de no ver salir a Griselda, tampoco de poder entrar, por lo que decidió dejar a la niña en casa.

    Él volvió a salir a toda prisa hacia el café, pudo distinguir la figura de Griselda dirigirse a otra entrada, dentro del mismo café. Siguió su paso, pero un hombre de estatura considerable lo detuvo, mostrándole el precio que tenía que pagar para tener acceso, Pedro no se privó ese placer, ni siquiera porque le costó 4 días de trabajo de su semana. Se sintió en el paraíso, había tantas mujeres hermosas bailando con diminutos trajes y antifaces que realmente no importaba cuál fuera Griselda, todas eran hermosas y se parecían a ella. Permaneció sentado observando la danza cautivante de sus musas hasta que se acercó el mesero con una bebida que Pedro consumió con prisa, después de eso, todo se volvió confuso y no volvió a retomar la conciencia hasta la mañana siguiente, se encontraba tirado junto a un montón de basura, mientras unos perros lo olían. Se levantó asustado de no recordar nada, de no tener su cartera, su identificación, ni el poco dinero que le quedaba, ni siquiera la foto de sus niños que traía en su camisa, pensó en la bebida y el mesero, pensó que tal vez había bebido mucho y que alguien al salir lo había asaltado, lo más extraño de todo es que no recordaba ni un poco de por lo que había pagado aquella noche.

    Empezó a debatirse en teorías para explicarle a su esposa el motivo de su desaparición, ya estaba seguro: diría que unos hombres lo habían asaltado y tirado a las afueras de la ciudad. Su preocupación fue mayor cuando llegó a la vecindad, un grupo de policías se entrevistaban con su esposa, convertida en un mar de lágrimas. Cuando vio a Pedro entrar por la puerta corrió hacia él con un gran alivio, él le preguntó por qué estaban allí, ella respondió que pensaba que su esposo y su hijita habían desaparecido. Ella miró hacia sus costados buscando con la mirada a su hija, viendo a su esposo con pánico, notando después su olor a alcohol y a tabaco. Mariana se desfalleció en lágrimas mientras Pedro corría a la habitación a comprobar que Florecita ya no estaba, sus otros hijos lo miraron con tristeza, sosteniendo los juguetes de su hermana. Una mirada hacia el pequeño buró le dejó ver sus llaves, las reconoció por el llaverito de la foto de sus hijos que traía, no podían estar allí, él las llevaba consigo, cómo pudieron llegar hasta allí, quien se llevó a Florecita debió haber sacado sus llaves de su pantalón primero, pero él no recordaba nada, quién pudo haber sabido que su hija estaba sola en aquel lugar sino Griselda, corrió hacia el edificio contiguo, donde todas las tardes se veía entrar a Griselda, sólo para percatarse que había desaparecido por completo de la faz de la tierra con su hija, nadie conocía a una Griselda, al menos no con ese nombre, en realidad tenía muchos. Si había, en efecto, una mujer inconfundible con las características que él expuso, pero sólo llegaba al edificio en las tardes a leer el periódico sin cruzar palabra con nadie.

    De la suerte de Florecita nadie sabe, hace ya diez años de eso, Pedro no se ha cansado de buscarla, Mariana nunca lo perdonó. Debe ser una muchacha grande, tal vez, con la misma belleza de Griselda.
     
    #1
    Última modificación: 9 de Diciembre de 2010
  2. cipres1957

    cipres1957 Poeta veterano en el portal

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    Sorprendente historia. Quizás haya una moraleja detrás de todas estas palabras, por ejemplo; no ir tras de una ilusión ya que puede desvanecerse y llevarse consigo toda una realidad construída en años. Ejemplos abundan.

    Me ha sorprendido tu historia, hace mucho tiempo que no leía una tuya.
    Saludos poeta Meg.
     
    #2
  3. Francisco Lechuga Mejia

    Francisco Lechuga Mejia Poeta que no puede vivir sin el portal

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    tremenda historia la que me cuenta

    su narrativa me ha encantado


    un abrazo fuerte
     
    #3

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