Haikus del pueblo que agoniza

Vivo en un viejo pueblo donde la muerte es la vecina universal. De mis paseos por sus callejuelas calladas me traigo estos momentos que conforman mi nueva realidad.

Llueve agua mansa
el líquen reverdece
llora la encina.

Muros de piedra
cierran huertos baldíos
Muere el cerezo

Torre orgullosa
tosca piedra labrada
pura oración.

Por ardua cuesta
hacia el hogar vacío
sube el anciano.

Parva riqueza
como cristal sonoro
brota la fuente.

 

Buena representación que hace recordar tantos pueblos casi vacíos que encontramos por toda España. Si hubieras añadido dos haiku más, lo podrías presentar como dokûjin al pueblo.

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Preciosos Haikus encadenado. Que tengas buena semana.

 

Gracias, Viajero. Para los que hemos sido urbanitas toda la vida, la inmersión en la sociedad rural supone una muy rica experiencia vital. Un cambio radical en la manera de ver y valorar todo. Gracias por tu visita.
miguel

 

Muchas gracias, maestro Maramín. Hombre, eso de avisa antes. Cuando empiezo con estos haikus (o lo que sean, que eso nunca lo sabré) me salen como churros: dos, cuatro... diez más. Y yo que estaba preocupado por si me excedía. Un abrazo, querido amigo.
miguel

 

Hola, María. Muchas gracias por su visita y tus amables letras. La verdad es que este encadenar haikus es de lo más agradable, parecen las cerezas que tan abundantes y sabrosas son en estos valles. Un cordial saludo,
miguel

 

Creo que ha descrito muy bien la situación del pueblo, imágenes que se pueden apreciar perfectamente de los pueblos semi-abandonados. Un abrazo

 

Intimidad y riquiza para que da elementos sean ese espacio travieso de nuevas vivencias.
me ha gustado mucho la oracion del tercer ejemplo, pues deja un decidir de esencias
que se quieren construir. excelente. saludos de luzyabsenta

 

Gracias, Bristy, por tus acogedoras palabras. Desde luego pasar a vivir desde la ciudad a un pueblo moribundo es una experiencia que remueve todas las fibras del espíritu. Y de ahí puede nacer poesía. Un cordial saludo,
miguel

 

Muchas gracias, querido Carlos. Como siempre tus visitas a mis letras dejan elementos de reflexión, además de las jugosas alabanzas. Las piedras de la torre de una iglesia, como oración, puede ser una metáfora tal vez tópica pero válida. recuerdo, visitando Santa María de Fiore, en Florencia, admirado ante la magnificencia de aquella obra exclamé: ¡cuánto dinero se ha invertido aquí...! Mi acompañante precisó: Y mucha fe, amigo mío. Y mucha fe. Un abrazo, amigo mío.