Hechizada

Era una chica hechizada, que vivía deprisa y era como un bello retrato de Manet. Las noches siempre se acababan demasiado rápido para ella. No eran suficiente. Tan breve apenas el reinado de cada luna, un instante en caída libre con el corazón acelerado. Entre brindis y brindis el humo azulado de los pitillos. Entre bailes y besos, caricias y carreras bajo lluvia de primavera. Acompañada siempre por sus incondicionales soldados de la risa. Su séquito, sus amantes platónicos; un poeta, un músico, un artesano, un pintor y tantos otros que aún no habían encontrado su camino. Los días sin embargo los pasaba sola, arrebujada a una manta, con una taza de té entre las manos y aquel disco girando perpetuamente en el tocadiscos. Pasaba ese tiempo tratando de recomponer la diáspora de sus sentimientos. Intentando abarcar todo lo que el mundo le ofrecía, todo lo que deseaba, sin robar nada a la vida.

Ella tenía un nombre, uno real, yo lo conocía y lo amaba desde la primera vez que mis labios lo pronunciaron. Pero eso es algo que también cambió, por uno con más hechizo, algo más propio de una estrella, lo que ella anhelaba. Cambiaba tantas cosas de si misma sin dejar de ser ella; su pelo, sus modas que inducía a todas, su acento, sus pasos de baile. Todo era mudable menos su sonrisa. Y cambió también tantas cosas en los que la tratabamos sin privarnos nunca de ser nosotros mismos. Nuestra forma de ver el mundo, la noche, la luna, nuestra forma de sentir que estábamos vivos.
Un amanecer abandonó nuestra pequeña ciudad de provincias en el tren de las seis de la mañana. Bajo un cielo encapotado, escapó con una maleta a rebosar, llena de mundos que hasta entonces sólo habitaban en su cabeza, sin decirlo a nadie, ni a sus soldados de la risa, ni a mí. Sólo el revisor debió ver sus lágrimas sobre esa sonrisa de seguridad que siempre la acompañaba. Todos contabamos con que sucedería, era sólo cuestión de tiempo. Sabiamos que sus pies habían pisado ya demasiadas veces las calles que nos vieron jugar, ganar y perder. Los soldados de la risa decretaron un duelo de siete semanas y en su pub favorito decoraron su foto con estrellitas doradas y purpurina. Yo abandoné mi maquina de escribir y volví a las libretas de pastas azules y a los lápices del dos. Dejé de tomar burbon y de intentar parecerme a Jim Morrison. Me corté el pelo.
Todos esperábamos verla pronto en la portada de algún magacín o encender la tele y ver esa sonrisa. Ya fuera mutada en cantante, modelo o actriz. Estábamos seguros de que sería todo muy rápido, que la magia y la estrella que la acompañaban iluminarían su camino. Sólo tenía dieciséis años.

Pero no volvimos a saber nada de ella. El tiempo pasó y cada uno siguió su camino. Los soldados de la risa se disgregaron uno tras otro persiguiendo vidas ordinarias. Yo conseguí publicar mi primer libro; Hechizada. Un estrepitoso fracaso de ventas que me llevo a replantearme si realmente había en mí siquiera la más mínima fibra de escritor o era sólo un romántico nostálgico del pasado. Habían pasado seis años desde que ella se marchó. Volví al burbon y a dejarme el pelo largo. Una especie de renaissance, o quién sabe si quizá una invocación. Sólo recuerdo un tiempo indeterminado en aquella bruma continua. Una mañana o noche, las persianas estaban bajadas, llamó mi agente; los derechos de mi novela habían sido comprados por una productora cinematográfica. A partir de ahí todo se disparó; ventas, renombre y todos esos pequeños cabrones que conocí dándome palmaditas en la espalda para recoger su dosis de celebridad. Terminé por mudarme a la ciudad. Al principio preguntaba por ella a todo el mundo. Alguien debía conocerla. La respuesta más habitual que conseguía es que había muchas chicas en el mundo. Obviamente no la conocían. Y me olvide de ella durante dos años. No fue el único pecado que cometí en aquellos días. Derroche todo lo que gané. Y el penúltimo prodigio literario acabó en bancarrota. Nunca escribí el segundo libro. Supongo que ni lo empecé.

Pero ocho años tras la fuga de la teniente de los soldados de la risa yo volví a verla. Sí. O quizá sólo fue un fantasma. Podía serlo cualquiera de nosotros, quizá ambos, porque no hablamos, ninguno de los dos. Y es extraño que la encontrara yo porque creo que ya no merecía saber de ella, quizá sí los soldados de la risa. Yo había olvidado todo lo que me enseñó.

Fue a las afueras, en cualquier polígono, con un respetable nombre y respetables actividades durante el día en este respetable mundo. Mi viejo coche dijo basta. Salí a buscar una cabina de teléfonos y vi a aquel grupo de tres chicas. Sí, sabía lo que hacían allí, de pie junto a las farolas, bajo su luz amarillenta. Fue al acercarme cuando vi su sonrisa. Lo primero que reconocí. El tiempo se congeló. No pude decir palabra, ni ella. Sólo sé lo que escuché dentro de mí, como si fuera una voz de otro tiempo; "¿por qué no regresaste? Te hubiéramos cuidado, todos. Seguirías siendo la reina, más aún que antes si cabe. Con tu séquito y todas esas puertas abiertas". Pero no salió de mis labios, supongo que porque ya no era el momento y ninguno de los dos lo quería oír. Y en lugar de eso pronuncié lo que sus ojos me pedían; basta.

 

... me imagino los soldados de la risa jjj,
me imagino tus latidos esa noche
y me imagino su sonrisa.
Bellas letras amigo.

 

Bello comentario, y gracias siempre por leer y hacerte presente. Un abrazo, amigo.

 

Pues qué lástima. Tantos sueños en bancarrota. Y aquellos soldados de la risa... ¿dejaron de reír o rieron con otras?
Un interesante relato bellamente narrado.

Un abrazo, Ángel.

 

Bueno hasta a los que provocan la risa les hago parecer tristes. Tengo un toque sin duda . Es una alegría que acudas rauda. Intentaré escribir algo con final feliz, y con tarta y globos. Un abrazo.

Ángel

 

Una historia humana, envuelta en la ilusión y la añoranza de lo que pudo ser y no fue. ¡Cuántos proyectos e ilusiones se disuelven con el paso de la vida!, aunque también hay gratas sorpresas que hacen el contrapeso necesario. Me ha gustado esa mirada retrospectiva y llena de nostalgia, pero es la mirada del hombre, ya no del adolescente soñador, la que decide poner el punto final al pasado que se ha ido.
¡Muy bella historia, Recently!

 

Muchas gracias Maygemay, siempre grata tu visita. En realidad no me gustan los finales tristes, pero salió así. Podría ser diferente, quedémonos con eso. Sólo hay que cambiar algunas palabras, el orden de algunas frases. En fin que está todo en nuestras manos. Un abrazo, gracias por pasar.

 

Estoy muy contenta por haber conocido tu pluma.
Admiro mucho a los prosistas que poseen la fluidez necesaria para que el lector desee llegar al final del relato.
Tu historia me atrapó, me encantaron tus descripciones del alma y las metáforas, y aunque Mundoprosa es un foro menos visitado, es una suerte que haya escritores que publiquen con calidad, como la que hallé aquí.
Te voy a seguir leyendo.
Saludos y sonrisas

 

Muchas gracias Cecy. Aunque en mundo prosa son poquitos los lectores merecen todos mucho la pena. Nada, genial verte por aquí. Nos leemos.
Un abrazo.