Heidy en Subte

Heidy en subte

Caminé desde Paseo Colón e Independencia hasta Plaza de Mayo para tomar el subte D en Catedral. Baje las escaleras.

Cuatro pibes de la calle de no más de doce años, se cruzanron corriendo y maullando.
Al bajar, en la columna había un cartel "Línea D con demoras" y frente a las boleterías unos policías con perros.

Nos reímos de la ocurrencia de esos chiquilines que sin mayor diversión que la realidad, tomanban en solfa nuestro profundo drama en ciernes y a la autoridad.

Llegó el subte, subí, me senté. Ví un adolescente estudiando parado y me corrí hacia un lado, para hacerle lugar en el asiento.
Sin una palabra, sin mirarme siquiera, los pasajeros del otro lado, hicieron lo mismo. El adolescente de cara redonda y pelo rubio, se sentó sin levantar la cabeza ni agradecer, ensimismado en sus fotocopias sobre "La tercera revolución industrial". La dieta de hamburguesas y papas fritas había dado sus resultados, exceso de peso y poca educación.

Lentamente, mientras el subte avanzaba, observé a los demás pasajeros.
La mayoría eran mujeres. Una mujer de cara serena, sin maquillaje y piel limpia, sacó un libro de una bolsa. Otros libros empiezaron a emerger de carteras, bolsas y portafolios. Cosmiatría, economía....
Pasajero de por medio, una señora, con mas años, profundas ojeras y líneas de expresión se disponía a dormir. Sentado a mi lado, un chico con delantal blanco, de un diez años.

Llegando a Bulnes y comenzaron las demoras. El cartel luminoso anunciaba que en 15 minutos estaríamos en Juramento. Luego otros tres minutos de demora ....

Un pibito de seis años, con su cuerpito sucio apareció del otro vagón y se dirigió a los pies de mi vecino de guardapolvo blanco, rápidamente alguien hizo el gesto de levantar algo del suelo, pero el pibito le ganó... Era un álbum de stickers de Disney. El pibito lo levantó del piso, se lo puso en las rodillas al chico de guardapolvo blanco, que se estaba dormido, y se fué caminando con la mirada fija en el álbum y diciendo Disney Channel. Al llegar a la siguiente puerta empezó a cantar algo incomprensible. Pidió aplausos y todas las miradas femeninas, un poco tristes y con una sonrisa de aprobación, aplaudieron.

Desperté al chico de guardapolvo blanco, pensando que podía haberse pasado de estación y suponiendo que viajaba solo. La mujer de piel limpia y mirada serena, la madre, sentada frente a él, le aclaró que el pibito había levantado el álbum que había caído al piso y lo había puesto sus rodillas.
El pibito retrocedíó pidiendo una moneda.
El chico de guardapolvo blanco buscó en su bolsillo y encontró una moneda de 5 centavos. Se la dió. La madre con orgullo y sonriente me miró a los ojos, y desde el asiento de frente, pasillo de por medio le dije:
- No tienen que crecer, se tienen que quedar así.
- Si porque cuando crecen..- haciendo un gesto con la mano.- El dinero no sirve, si tuviera un alfajor. Es así, como dice Dios que tenemos que ser.

Nadie estuvo ajeno. Todos nos entendimos sin palabras. No nos conocíamos y seguimos siendo extraños. Hubiera jurado que todos pensamos lo mismo.
¿A qué jugamos? ¿Para que crecimos?
¿Qué nos impide encontrar una solución? ¿ La educación? ¿La dieta de hamburguesas? ¿En la mesa y en el subte no se habla? ¡¿Vivan los libros?!

31-10-2005

 

Tragicómico. Me dió risa el "¿¡Vivan los libros?!". Otro muy buen relato, y no me canso de leerte. Besos

 

[center:7ca6fb48f8]Gracias por tu comentario Martín. Un libro es el símbolo de nuestra dignidad como seres humanos.  La palabra y la escritura.  Con la escritura nace nuestra historia y nuestra memoria.
También debemos leer la realidad.
No estoy de acuerdo en que existan seres humanos con dignindad y otros sin ella.  
Un cariño, amigo.
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