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historia de centroamérica (XI)

Tema en 'Ensayos' comenzado por orees19, 28 de Agosto de 2016. Respuestas: 0 | Visitas: 845

  1. orees19

    orees19 Poeta que considera el portal su segunda casa

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    Lo perturbador que fue escuchar en Cumarcaj que la gran ciudad de México-Tenochtitlán estaba puesta bajo asedio, sólo podría compararse a la conmoción causada en el mundo occidental por el ataque de osama a las torres gemelas de nueva york. Y no es que los quichés fueran precisamente panas de la mara mexicana, todo lo contrario. Pero el poder de la Triple Alianza era considerado tan temible que un golpe al corazón imperial sólo podía caber en las fantasías eróticas de los reyes mayas más entregados al porro, alegaría el quiché que acarreaba la carreta repleta de productos «pavícolas» al enterarse de aquello. O de los reyes tlaxcaltecas, soltaría algún otro avispado kakchiquel que cargaba verduras del valle de quetzaltenango, cruzándose camino del mercado.

    La fuerza que mantenía el asedio, en efecto, era tlaxcalteca. Cien mil hombres al mando del príncipe Xicotencatl el joven, heredero de uno de los grandes señores de la ciudad-estado de tlaxcala: enemiga eterna e irreductible de México-Tenochtitlán. Sin embargo, entre aquellas huestes los que más llamaban la atención eran unos curiosos aliados llegados de un reino extranjero, que acompañaban al ejército del príncipe. Y a la postre, éstos serían los que acabarían llevándose injustamente todo el crédito de la operación. Decían ser de una tal españa, y eran raros de cojones. Liderados por uno que se hacía llamar Cortés, pero cortesía, que se diga cortesía había tenido muy poca durante el año anterior, cuando secuestró y vejó al emperador azteca - el tlatoani moctezuma II- que lo había invitado y recibido con los brazos abiertos en la capital de su imperio y en su propia casa. Tras ello, y alguna matanza de mexicanos desarmados ordenada por otro españolito con nombre en el pasaporte que leía de alvarado, pedro (oh, ya hablaremos más de él luego), los curiosos extranjeros tuvieron que huir con lo puesto -y con más del oro que podían cargar, por supuesto- saliendo «cagando leches de la ciudad», como dirían ellos mismos. Claro que todo ese oro no les sirvió de flotador cuando los puentes de la ciudad se levantaron y tuvieron que nadar, perseguidos por los mexicas…

    Los que llegaron vivos a tlaxcala se sorprendieron del mero hecho de que los grandes señores no los pasaran a cuchillo, y más bien, honraran la alianza previamente suscrita, proporcionándoles toda la ayuda posible para su recuperación. Y es que eso de honrar alianzas seguramente resultó harto extraño en una época en que luis figo era el filósofo dominante de la política europea.

    Así es como se había llegado al punto del asedio, tras un año de exhaustiva preparación. Cien mil tlaxcaltecas. Unos cuantos cientos de españoles a pie y a caballo, gracias a los refuerzos del desdichado pánfilo de narváez (vaya nombrecito eh). Bergantines navegando el lago texcoco equipados con sendos cañones, construidos por partes a cientos de kilómetros de distancia y ensamblados en el lugar, en el primer alarde de ikea de la historia. La ciudad sitiada, hambrienta y presa de la viruela. Xicotencatl.Cortés. Y al otro lado, Cuauhtémoc, el águila que cae.

    De vuelta en Cumarcaj, el quiché que vendía huevos de chompipe en el mercado le espetó al otro: ¡Qué caigan esos hijos de puta imperialistas aztecas!


    [​IMG]

    Mural en el palacio de gobierno de Tlaxcala. Alianza entre Xicotencatl el viejo y Hernán Cortés.
     
    #1
    Última modificación: 28 de Agosto de 2016
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