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historia de centroamérica (XII)

Tema en 'Ensayos' comenzado por orees19, 11 de Septiembre de 2016. Respuestas: 0 | Visitas: 814

  1. orees19

    orees19 Poeta que considera el portal su segunda casa

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    Bernal, veterano soldado y casual escritor españolito, vive su poco deseado retiro a las orillas de los volcanes guatemaltecos: retiro que acepta a regañadientes con la intención única de escribir su puto libro, y por supuesto, de sentarse en el zaguán de su casa -la moda andaluza ya empezaba a pulular para la época- con algún improvisado invitado, que riendo de dientes hacia afuera, se aplastaba en la silla durante horas escuchando la retahíla conquistadora bernalesca. Pero a Bernal no lo engañan. Bernal recuerda bien cada detalle que vio y escuchó y ejecutó dentro de su atolondrada cabeza, y por eso se descojona ante los absurdos, fantasiosos y dantescos relatos que algunos pendejos e inescrupulosos se empeñan en imprimir y vender en la lejana españa, para llenarse los bolsillos. Y es que con el único fin de llenarse los bolsillos, en el posmoderno siglo dieciséis no solamente se masacran poblaciones enteras: también se masacra la verdad y la historia y la consciencia.

    Esto a Bernal lo ponía harto encachimbado, como seguramente usted ya sospecha. Tras que juancito les sirviera un poco de atol de maíz dulce en un guacal, el invitado del día ponía una sonrisita nerviosa esa tarde de mil quinientos cincuenta y siete, al escuchar de boca de un bernal visiblemente cabreado que Cortés poseía un curioso caso de síndrome del figureo. O personalidad múltiple, no se sabría decir a ciencia cierta, porque el hombre en su desvarío pensaba ser «alejandro macedonio». Saque usted sus propias conclusiones. El caso es que, tras ejecutar al príncipe Xicoténcatl a traición bajo los cargos de traición (??!!), la ciudad de México -antes mexica, conquistada por los tlaxcaltecas- ahora era españolita. Mal paga el diablo a quien bien le sirve, dicen por allí.

    Sin embargo, tras sentirse lo suficientemente cómodo, Cortés se aburrió. Además, estaba el hecho de que a Carlos V aquello de tener a unos tipos de tan dudosa calaña «representándolo» no lo terminaba de convencer, por lo que ya se apresuraba a ungir a cualquier chico de los recados como virrey para los nuevos territorios de la corona. Esto como se comprenderá, a la mara españolita que ya zanganeaba por aquí, le producía un cierto mosqueo.

    El aburrido Cortés, nervioso ante el nuevo panorama que se le avecinaba - y tras torturar hasta la muerte a Cuauhtémoc sin lograr sacarle ni una moneda- decidió escuchar los cantos de sirena que le venían del sur, donde supuestamente existía un reino tan rico que tenía estatuas llenas de oro en el interior y que contaba con la capacidad de llenar habitaciones hasta el tope del precioso metal…

    La expedición se organizaría así: trescientos soldados españoles de a pie, pertrechados con sus armas españolitas, atuendos españolitos y tradicional mala leche españolita, de los cuales ciento veinte eran arcabuceros y escopeteros. Ciento treinta y cinco soldados españoles de a caballo, también armados de su respectiva hijoputez y mala leche. Cuatro culebrinas. Un artillero, que respondía -fíjese usted- al nombre de hulano. Vaya vaya. Y por supuesto, cerca de diez mil tlaxcaltecas, los verdaderos cabrones que derrotaron a los mexicas, por más que algunos madridistas atribuyeran la victoria a santiago o al bernabéu de turno. A la cabeza de la susodicha expedición estaría el excelentísimo amigo pedro de alvarado: un tipo rubio y alto, natural de badajoz (¿Dónde coño queda eso?), curtido en cuba -cómo no- y hombre bueno como hugo chávez, o daniel ortega, hay que decirlo.

    Había acompañado a Cortés desde que salieron pirados de cuba como los piratas que eran, luego de timar a Diego Velázquez, y se había convertido en su best friend forever através de sus aventuras como banda de cuatreros a lo largo del territorio mexicano. Ahora, dirigiéndose al sur, lideraba una horda que se abalanzaba con el único objetivo de masacrar la verdad y la historia y la consciencia: y de paso, reducir al reino de Cumarcaj a las cenizas. Eso, como Bernal bien recuerda, sucedió un trece de noviembre de mil quinientos veintitrés.

    Fue una lástima que aquellos cantos de sirena resultaran ser correctos, señala hacia la inmesidad del horizonte el viejo soldado. Sólo que diez mil kilómetros más al sur. Atardecía.


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    * Máscara guatemalteca de madera. Pedro de Alvarado.
     
    #1
    Última modificación: 11 de Septiembre de 2016
    A dragon_ecu y elena morado les gusta esto.

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